Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

sábado, 26 de julio de 2014

ARNALDO CALVEYRA (Mansilla, Entre Ríos, 1929)

EN EL CEMENTERIO
DE CONCEPCIÓN DEL URUGUAY

¿En dónde poner los brazos,
adónde llevar la mirada?
imagen fija de la tumba
¡tumba, palabra desvelada
tantos años!
tantos años en imaginar esta palabra
-un aromo se dibujaba, se borraba.
Senderos como patios,
tantas veces
mis imágenes se pusieron de viaje,
averiguaba entre tumbas,
cada fantasma
solicitaba mi tristeza,
personajes de un sueño
a punto de palabra.
¡Pensar que tanto buscamos
el consuelo de las casas!
¡Toda la vida
al rescoldo de una casa!
¡Esta galería que da al sur, helada!
¡Los braseros que nada extinguía,
de madrugada en madrugada!
Duraban lo que los fríos,
lo que el viento sur duraba!
¿Me oyes?, más allá o más acá
era la casa, la llegada de árboles,
el pastizal inventaba a cada brizna
una historia,
en un lugar del campo
el cielo se juntaba con la tierra
-había que quedarse horas esperando.
Imágenes,
tu infancia huyendo en un jardín,
la tarde
en que el labriego chino nos cruzó
al paso de su carreta
-por un lugar del descampado habíamos dado con la
antípoda-,
después
cuando ya los años se sembraban al vuelo,
seguía viviendo en casa,
nos explicaba las hojas amarillas.
Imágenes,
se empañan lo mismo que los ojos.
Personas atareadas pasan
con vasos en las manos,
se habla una lengua de flores:
somos aquella tarde que paseamos juntos,
somos aquella caminata
al borde del crepúsculo,
somos
somos del sur
el sur gravemente enfermo
y lo que busco son los años
de cuando nuestro encuentro era infinito
y el cielo nos tocaba como un árbol.
En la alta noche de invierno
alguien en la casa seguía despierto:
las tinas que recogían el agua de la lluvia.
Suavidad de pensar en la ciudad antigua,
la ciudad que me regalaste un día,
cercana como en el ser amado
su corazón más próximo,
haré noche en una casa
de ventanas que son puertas.
¿Cómo te tratan las campanas
en los amaneceres de invierno
cuando son un solo bulto
con la niebla que asoma del río
y avanzan, bronce y silencio,
hacia las almas que despiertan?
Adivino a esta hora
una cabecera de jardines
por el lado del río,
rincones donde estrellaba más temprano,
juegos de niños por las plazas,
frontera, fronteras entre nosotros y el olvido.
Imágenes perdidas, ustedes están aquí
como álamos a los costados del camino,
esta manera de llenar el mundo
con unas pocas lágrimas.
La madrugada
en que por darle vida a unas palabras
abandonaba la tierra a que me trajiste,
quedó en mí titubeante para siempre,
para siempre a punto de ocaso.
Este ocaso: la calandria
que se precipita a su nido
guiada por las cruces de esas tumbas,
reliquias aquí guardadas:
aquí las manos, aquí el campo,
aquí el vuelo de esa calandria,
aquí las conversaciones infinitas
¡mirá en cuanto silencio
terminan los abrazos,
las conversaciones infinitas,
las caminatas por el campo!
No vine a llevarme estas imágenes
-en los campos de Mansilla
ha de ser la hora de preparar las lámparas,
con la noche ya todos seremos
los campos de Mansilla-,
vine oscuramente, oscuramente sigo
como animal, a buscar la querencia
con la noche que avanza.

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