Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

viernes, 31 de julio de 2015

PABLO ANTONIO GARCÍA MALMIERCA (España, Zamora, 1972)

MICROPOESÍAS
(Breve Selección)
1
El poliedro de tu cuerpo
se transfigura en la verdad de mis sentidos.
2
Me ahogo
en la nada de tu ausencia,
arrastrado
por la corriente de mis costumbres.
3
Mis sentimientos se transformaron 
en las rocas de tus labios. 
4
Tu disociación camufla
en tiernos colores
la locura de mis días.
5
La crueldad, a veces, 
es la más perfecta de las armonías.
6
Dejé olvidado tu recuerdo
entre las costuras de mis huesos.


jueves, 30 de julio de 2015

ANGELO POLIZIANO (Italia, Montepulciano,1454 - Florencia,1494)

DESGRACIA DE AMOR
 
Llorad, piedras, mi dura maladanza:
es de otro la mies de mi labranza.
 
Siembro mi campo y otro la cosecha;
cubre mis horas la fatiga en vano;
es de otro el ave que mi sed acecha;
sólo la pluma quédame en la mano.
Otros calman la sed que me despecha;
otros ascienden, yo desciendo al llano:
llorad, piedras, mi dura maladanza:
es de otros la mies de mi labranza.

miércoles, 29 de julio de 2015

ANTONIO JESÚS CRUZ (Frías, Santiago del Estero, 1951)

DIECISIETE HAIKUS
 


Roncos tambores. 

El cielo estalla en fuegos 

por la tormenta. 


II 

Eterno el río 

va en busca de un destino 

que es un misterio. 


III 

La luna llena 

se repite en los charcos 

hecha nostalgia 


IV 

Yerma salina, 

paisaje donde imperan 

Las soledades 





Viste al silencio 

el murmullo del río. 

Todo es nostalgia 


VI 

Tarde de otoño, 

amarilla congoja, 

penas antiguas 


VII 

Gris y sombrío 

El otoño atardece 

Hecho recuerdo 


VIII 

La noche clara 

su “lenguaje-misterio” 

y la añoranza. 


IX 

Gris sobre grises. 

Las nubes cenicientas, 

mis soledades.

 


Oscuro ocaso 

callado su murmullo 

lleno de ausencia 


XI 

Manto de nubes, 

el sol que se nos niega 

día que abruma. 

XII 

Hieren la tarde 

feroces los silencios 

de mi nostalgia. 


XIII 

Piadosa y triste 

la tarde se resbala 

hacia la noche. 


XIV 

Ramas desnudas, 

los árboles sin hojas, 

tristes espectros. 


XV 

Cárcel plomiza, 

la tarde cenicienta 

y el desamparo. 


XVI 

Cuantas estrellas, 

cuanto cielo infinito 

en mis nostalgias. 


XVII 

Templo de estrellas 

la noche me acorrala 

con su misterio 


 
Biblioteca Popular Nº 2131 - Domingo Faustino Sarmiento
Dr. Ricardo Piérola 267 CP 5620 - General Alvear - Provincia de Mendoza
Site/Blog: 
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Twitter: @bp2131sarmiento

martes, 28 de julio de 2015

NICOLÁS DE CHAMFORT (Francia, 1741-1794)

LAS TARDES

Cierto hombre pasaba, desde hacía treinta años, todas las tardes en casa de la señora X. Un día, la esposa de este hombre falleció. Todos creyeron que se casaría con la otra y hasta lo alentaron a hacerlo. 
El se negó. 
- No sabría dónde pasar mis tardes -dijo.

lunes, 27 de julio de 2015

MARCELO GILL (Paraguay, Asunción, 1985)

HIPÓTESIS
No. No es por estética que se deja el bigote y la barba, ni es por problemas de la vista que lleva siempre esos anteojos. No. Es simplemente porque si se afeitara y se sacara esos lentes, todos se darían cuenta que bajo esa barba, ese bigote y esos anteojos, en realidad, no hay nadie.

Primeras lecturas, nuevas generaciones.

MAITÉ lectora

 

Presentamos en sociedad a MAITÉ, la socia y lectora más joven de nuestra Biblioteca Sarmiento.

(Fotografía facilitada por Ana Paula Goldar Bauzá)

domingo, 26 de julio de 2015

SILVINA OCAMPO (1913-1993)

EL RETRATO MAL HECHO
A los chicos les debía de gustar sentarse sobre las amplias faldas de Eponina porque tenía vestidos como sillones de brazos redondos. Pero Eponina, encerrada en las aguas negras de su vestido de moiré, era lejana y misteriosa; una mitad del rostro se le había borrado pero conservaba movimientos sobrios de estatua en miniatura. Raras veces los chicos se le habían sentado sobre las faldas, por culpa de la desaparición de las rodillas y de los brazos que con frecuencia involuntaria dejaba caer.
Detestaba los chicos, había detestado a sus hijos uno por uno a medida que iban naciendo, como ladrones de su adolescencia que nadie lleva presos, a no ser los brazos que los hacen dormir. Los brazos de Ana, la sirvienta, eran como cunas para sus hijos traviesos.
La vida era un larguísimo cansancio de descansar demasiado; la vida era muchas señoras que conversan sin oírse en las salas de las casas donde de tarde en tarde se espera una fiesta como un alivio. Y así, a fuerza de vivir en postura de retrato mal hecho, la impaciencia de Eponina se volvió paciente y comprimida, e idéntica a las rosas de papel que crecen debajo de los fanales.
La mucama la distraía con sus cantos por la mañana, cuando arreglaba los dormitorios. Ana tenía los ojos estirados y dormidos sobre un cuerpo muy despierto, y mantenía una inmovilidad extática de rueditas dentro de su actividad. Era incansablemente la primera que se levantaba y la última que se acostaba. Era ella quien repartía por toda la casa los desayunos y la ropa limpia, la que distribuía las compotas, la que hacía y deshacía las camas, la que servía la mesa.
Fue el 5 de abril de 1890, a la hora del almuerzo; los chicos jugaban en el fondo del jardín; Eponina leía en La Moda Elegante: "Se borda esta tira sobre pana de color bronce obscuro" o bien: "Traje de visita para señora joven, vestido verde mirto", o bien: "punto de cadeneta, punto de espiga, punto anudado, punto lanzado y pasado". Los chicos gritaban en el fondo del jardín. Eponina seguía leyendo: "Las hojas se hacen con seda color de aceituna" o bien: "los enrejados son de color de rosa y azules", o bien: "la flor grande es de color encarnado", o bien: "las venas y los tallos color albaricoque".
Ana no llegaba para servir la mesa; toda la familia, compuesta de tías, maridos, primas en abundancia, la buscaba por todos los rincones de la casa. No quedaba más que el altillo por explorar. Eponina dejó el periódico sobre la mesa, no sabía lo que quería decir albaricoque: "Las venas y los tallos color albaricoque". Subió al altillo y empujó la puerta hasta que cayó el mueble que la atrancaba. Un vuelo de murciélagos ciegos envolvía el techo roto. Entre un amontonamiento de sillas desvencijadas y palanganas viejas, Ana estaba con la cintura suelta de náufraga, sentada sobre el baúl; su delantal, siempre limpio, ahora estaba manchado de sangre. Eponina le tomó la mano, la levantó. Ana, indicando el baúl, contestó al silencio: "Lo he matado".
Eponina abrió el baúl y vio a su hijo muerto, al que más había ambicionado subir sobre sus faldas: ahora estaba dormido sobre el pecho de uno de sus vestidos más viejos, en busca de su corazón.
La familia enmudecida de horror en el umbral de la puerta, se desgarraba con gritos intermitentes clamando por la policía. Habían oído todo, habían visto todo; los que no se desmayaban, estaban arrebatados de odio y de horror.
Eponina se abrazó largamente a Ana con un gesto inusitado de ternura. Los labios de Eponina se movían en una lenta ebullición: "Niño de cuatro años vestido de raso de algodón color encarnado. Esclavina cubierta de un plegado que figura como olas ribeteadas con un encaje blanco. Las venas y los tallos son de color marrón dorados, verde mirto o carmín".

sábado, 25 de julio de 2015

ALBERTO TASSO (Ameghino, Buenos Aires, 1943)

LÓGICA DE LA LLUVIA
Llueve cansadamente en todas partes
llueve sobre los húmedos umbrales
llueve sin pausa
llueve
llueve y es tarde y me amedrento
y torno
a no ser otro sino el descubierto
ser que hay en mí bajo la lluvia
llueve
mojándome la piel los pensamientos
soy el yaciente, el muerto, el que no espera
la hebra de luz filtrándose en la sombra
soy el agua la voz la enredadera
soy el águila mansa en el adobe
soy el vocabulario del callado
y llueve
lejana, imperceptiblemente
sobre la lejanía
y sobre el tiempo
llueve
llueve en el corazón
soy el que siente


viernes, 24 de julio de 2015

GIORGIO MANGANELLI (Italia, 1922-1990)

VEINTISIETE
 
Un señor que poseía un caballo de excepcional elegancia, una mansión fortificada, tres criados y una viña, creyó entender, por la manera como se habían dispuesto los cirros en torno al sol, que debía abandonar Cornualles, en donde siempre había vivido, y dirigirse a Roma, en donde, suponía, tendría ocasión de hablar con el emperador. No era un mitómano ni un aventurero, pero aquellos cirros le hacían pensar. No empleó más de tres días en los preparativos, escribió una vaga carta a su hermana, otra todavía más vaga a una mujer que, por puro ocio, había pensado en pedir por esposa, ofreció un sacrificio a los dioses y partió, una mañana fría y despejada. Atravesó el canal que separa la Galia de Cornualles y no tardó en encontrarse en una zona llena de bosques, sin ningún camino; el cielo estaba agitado y él con frecuencia buscaba abrigo, con su caballo, en grutas que no mostraban rastros de presencia humana. El día decimosegundo encontró en un vado un esqueleto de hombre, con una flecha entre las costillas: cuando lo tocó, se pulverizó, y la flecha rodó entre los guijarros con un tintineo metálico. Al cabo de un mes encontró una miserable aldea, habitada por aldeanos cuya lengua no entendía. Le pareció que le prevenían de alguna cosa. Tres días después encontró un gigante, de rostro obtuso y tres ojos. Le salvó el velocísimo caballo y permaneció oculto durante una semana en una selva en la que no penetraría jamás ningún gigante. Al segundo mes cruzó un país de poblados elegantes, ciudades llenas de gente, ruidosos mercados; encontró hombres de su misma tierra, supo que una secreta tristeza arruinaba aquella región, corroída por una lenta pestilencia. Cruzó los Alpes, comió lasagna en Mutina y bebió vino espumoso. A mediados del tercer mes llegó a Roma. Le pareció admirable, sin saber cuánto había decaído los últimos diez años. Se hablaba de peste, de envenenamientos, de emperadores viles o feroces, cuando no ambas cosas a un tiempo. Puesto que había llegado a Roma, intentó vivir allí al menos un año; enseñaba el córnico, practicaba esgrima, hacía dibujos exóticos para uso de los picapedreros imperiales. En la arena mató un toro y fue observado por un oficial de la corte. Un día encontró al emperador que, confundiéndolo con otro, lo miró con odio. Tres días después el emperador fue despedazado y el gentilhombre de Cornualles aclamado emperador. Pero no era feliz. Siempre se preguntaba qué habían querido decirle aquellos cirros. ¿Los había entendido mal? Estaba meditabundo y atormentado; se tranquilizó el día en que el oficial de la corte apuntó la espada contra su garganta.


 

jueves, 23 de julio de 2015

GUILLAUME APOLLINAIRE (Francia, 1880-1918)

UNA BELLA PELÍCULA
 
¿Sobre qué conciencia no pesa un crimen? -preguntó el barón d'Ormesan-. Por mi parte, ya no me tomo la molestia de contarlos. He cometido algunos que me produjeron dinero, y si hoy no soy millonario, debo culpar más bien a mis apetitos que a mis escrúpulos.
En 1901, en unión de unos amigos, fundé la Compañía Internacional Cinematographic, a la que para abreviar llamamos C.I.C. Nuestro propósito era producir una película de gran interés y pasarla luego en los cinematógrafos de las principales ciudades de Europa y América. Nuestro programa estaba bien trazado. Gracias a la indiscreción de uno de los domésticos, pudimos obtener una escena interesantísima que representaba al presidente de la República, en momentos en que se levantaba de la cama. Siguiendo idéntico procedimiento, también logramos la filmación del nacimiento del príncipe de Albania. En otra oportunidad, después de comprar a precio de oro la complicidad de algunos funcionarios del Sultán, pudimos fijar para siempre la impresionante tragedia del gran visir MalekPacha, quien, después de los desgarradores adioses a sus esposas e hijos, bebió, por orden de su amo y señor, el funesto café en la terraza de su residencia de Pera.
Sólo nos faltaba la representación de un crimen. Pero, desdichadamente, no es fácil conocer con anticipación la hora de un atraco y es muy raro que los criminales actúen abiertamente.
Desesperando de lograr por medios lícitos el espectáculo de un atentado, decidimos organizarlo por nuestra cuenta en una casa que alquilamos en Auteuil a esos efectos. Primeramente habíamos pensado contratar actores para un simulacro de ese crimen que nos faltaba, pero, aparte de que con ello hubiésemos engañado a nuestros futuros espectadores al ofrecerles escenas falsas, habituados como estábamos a no cinematografiar más que la realidad, no podíamos satisfacernos con un simple juego teatral por perfecto que fuera. Llegamos así a la conclusión de echar suerte, para establecer quién de entre nosotros debía juramentarse y cometer el crimen que nuestra cámara registraría. Mas ésta fue una perspectiva ingrata para todos. Después de todo, éramos una sociedad constituida por personas de bien y nadie tomaba a broma eso de perder el honor ni aun por fines comerciales.
Una noche decidimos emboscarnos en la esquina de una calle desierta, muy cerca de la villa que alquiláramos. Éramos seis y todos íbamos armados con revólveres. Pasó una pareja: un hombre y una mujer jóvenes, cuya elegancia muy rebuscada nos pareció a propósito para acondicionar los elementos más interesantes de un crimen pasional. Silenciosos, nos abalanzamos sobre la pareja y amordazándolos los condujimos a la casa. Allí los dejamos bajo el cuidado de uno de nuestro grupo, volviendo a nuestra posición. Un señor de patillas blancas vestido con traje de noche apareció en la calle; salimos a su encuentro y lo arrastramos a la casa a pesar de su resistencia. El brillo de nuestros revólveres dio razón de su coraje y de sus gritos.
Nuestro fotógrafo preparó su cámara, iluminó la sala convenientemente y se aprestó a registrar el crimen. Cuatro de los nuestros se colocaron al lado del fotógrafo apuntando con las armas a los cautivos.
La joven pareja estaba todavía desvanecida. Los desvestí con atenciones conmovedoras: despojé a la muchacha de la falda y el corsé, dejando al joven en mangas de camisa. Dirigiéndome al señor de esmoquin, le dije:
-Señor: ni mis amigos ni yo deseamos a usted ningún mal. Pero le exigimos, bajo pena de muerte, que asesine, con este puñal que arrojo a sus pies, a este hombre y a esta mujer. Ante todo, usted tratará de que vuelvan de su desmayo; tenga cuidado que no lo estrangulen. Como están desarmados, no cabe la menor duda de que usted logrará su propósito.
-Señor -repuso cortésmente el futuro asesino- no tengo más remedio que ceder ante la violencia. Usted ha tomado todas las resoluciones y no deseo en lo más mínimo modificar una decisión cuyo motivo no se me aparece claramente; voy a pedirle una gracia, sólo una: permítame cubrirme el rostro.
Nos consultamos y resolvimos que era mejor así, tanto para él como para nosotros. Coloqué sobre la cara del hombre un pañuelo en el que previamente habíamos abierto dos orificios en el lugar de los ojos, y el individuo comenzó su tarea.
Golpeó al joven en las manos. Nuestro aparato fotográfico empezó a funcionar, registrando esta lúgubre escena. Con el puñal dio unos puntazos en el brazo de su víctima. Ésta se puso rápidamente de pie, saltando, con una fuerza duplicada por el espanto, sobre la espalda de su agresor. La muchacha volvió en sí de su desvanecimiento y acudió en socorro de su amigo. Fue la primera en caer, herida en el corazón. Luego la escena se concentró en el joven, que se abatió de una herida en la garganta. El asesino hizo las cosas bien. El pañuelo que cubría su rostro no se había movido durante la lucha, y lo conservó puesto todo el tiempo que la cámara funcionó.
-¿Están ustedes conformes? -nos preguntó-. ¿Puedo ahora arreglarme un poco?
Lo felicitamos por su labor. Se lavó las manos, se peinó, cepillándose luego el traje. Inmediatamente, la cámara se detuvo.


miércoles, 22 de julio de 2015

PATRICIO G. BAZÁN (Buenos Aires, 1965)

 
DELIVERY
 
Eructó libre, salvajemente, con la plenitud de los impunes. Pensó durante dos segundos si valía el esfuerzo de limpiar las evidencias de la matanza, pero ¿quién vendría a meter la nariz en una cabaña perdida en lo profundo del bosque? Más importante era conseguir un antiácido: después de devorar a la abuelita y su nieta, sentía su vientre a punto de estallar.
Fuertes golpes a la puerta reclamaron su atención. Quedó inmóvil, ¿quién podría visitar a la anciana tan tarde? Carraspeó antes de atender, recordando cómo era la voz de la vieja.
—¿Quién es?
“Muy rasposa”, maldijo para sus adentros. Lo suyo no era la imitación.
—¡El leñador! —se oyó gritar, y a continuación se abrió la puerta.
Un joven alto y bronceado irrumpió jovialmente en la cabaña. A la luz del fuego que danzaba en la chimenea, podía apreciarse la potente musculatura contenida a duras penas por la ajustada camisa a cuadros.
—Soy tu hombre salvaje de los bosque, Abuelita... ¡como todos los viernes a la noche! —añadió con gesto cómplice, mientras comenzaba su sensual rutina de desnudista a domicilio.
"Vaya con la vieja!", pensó el Lobo Feroz.

martes, 21 de julio de 2015

PEDRO CRENES CASTRO (Panamá, 1972)

LA ODISEA
 
A pesar de conocer el mal carácter de Penélope, Ulises regresa a Ítaca.
Cuando llegue, lo sabe, volverá a arder Troya.


lunes, 20 de julio de 2015

JOSÉ MARTÍ (Cuba, 1853-1895)

CULTIVO UNA ROSA BLANCA
 
Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.

Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.


 

domingo, 19 de julio de 2015

JORGE LUIS BORGES (1899-1986)

ELEGÍA
 
Sin que nadie lo sepa, ni el espejo,
ha llorado unas lágrimas humanas.
No puede sospechar que conmemoran
todas las cosas que merecen lágrimas:
la hermosura de Helena, que no ha visto,
el río irreparable de los años,
la mano de Jesús en el madero
de Roma, la ceniza de Cartago,
el ruiseñor del húngaro y del persa,
la breve dicha y la ansiedad que aguarda,
de marfil y de música Virgilio,
que cantó los trabajos de la espada,
las configuraciones de las nubes
de cada nuevo y singular ocaso
y la mañana que será la tarde.
Del otro lado de la puerta un hombre
hecho de soledad, de amor, de tiempo,
acaba de llorar en Buenos Aires
todas las cosas.

sábado, 18 de julio de 2015

CHARLES DICKENS (Inglaterra, 1812-1870)

LA HIEDRA
 
Es planta delicada la dulce verde hiedra
que se arrastra solemne en las antiguas ruinas.
De lo que engulle escoge, por su mejor banquete,
—me supongo—, su celda por solitaria y fría.
La pared se derrumba, la piedra se deshace
satisfecha su hambre, su delicado antojo
es el polvo enmohecido que los años deshoja:
es su alegre sustento, su comida feliz.
Se arrastra sigilosa donde no existe vida,
es una rara planta la verde antigua hiedra.
Y se eleva instantánea aunque no tiene ala
sólo late en su cuerpo un firme corazón.
Cómo se adhiere, enrosca, aferrada a la tensa
inabarcable rama, del negro enorme roble.
Y astuta se desliza, suavemente en el suelo
y sus hojas semejan leves, amables olas.
Alegremente abraza y rastrera rodea
el rico moho fúnebre en la tumba de un muerto.
Se arrastra sigilosa donde la muerte es triste,
es una rara planta la verde hiedra antigua .
Edades han huido y sus obras decaen
y naciones enteras, dispersadas se alejan;
sin embargo, la hiedra no se marchita, es fuerte
su salud es robusta y su verde abundante.
Vieja y valiente planta en tus días solitarios
te alimenta el pasado y a la memoria nutres:
Por más alto e imponente, un edificio se alce
aunque sea el alimento de la hiedra voraz.
Se arrastra sigilosa donde el tiempo se acaba,
es una rara planta la antigua hiedra verde.
 
(Versión libre del inglés, Mario Bojórquez)

viernes, 17 de julio de 2015

SANDRO CENTURIÓN (Formosa, 1975)

TRANSFORMACIÓN
 
Una vez más, la luna llena acompañó su metamorfosis. Su cuerpo se transformó lentamente. Una vez más la profecía de su padre se cumplió. Una vez más, Juan se convirtió en Mariela, la loba de los suburbios.
 
De “Rinocerontes bajo la mesa” (2011)

jueves, 16 de julio de 2015

LISANDRO GALLARDÓN (Buenos Aires, 1979)


Al nacer todos recibimos
el regalo:
un cuerpo.
Pero este no es mi cuerpo.
No es mi vida. 
No es mi mundo.
Algo se oculta en el universo.
Lo imposible, otra vez,
se equivocó.



miércoles, 15 de julio de 2015

MÓNICA CAZÓN (Tucumán, 1968)

DIVIDE Y REINARÁS
 
Cuando cambiaron la cama ocasional por la cama del departamento de él, creyeron que les había llegado la porción de felicidad que tenían asignada. Comían, jugaban, vivían. Se reconocían en esa pasión repetida y tierna. Gradualmente llegó el invierno y ya la desnudez les incomodaba y la pasión se les escurría en una cena, en reuniones con amigos, en el consabido llenar espacios para no espaciarse. Hasta que un día cualquiera, como aquél en que cambiaron de cama, entendieron que la matemática podía ayudarlos.
Pero no. La matemática no los ayudó. Les certificó que se habían sumado las obligaciones, restado las libertades y multiplicado los problemas.
Fue entonces como, sin opción, dividieron los bienes.
 
De “Zoológico de señoras” (2011)

martes, 14 de julio de 2015

HERNÁN SCHILLAGI (San Martín, Mendoza, 1976)

EL SABOR DE LO PERDIDO RECUPERADO
 
fría no la soporta la boca
así que se encuentra sobre la heladera
 
el rallador muestra sumiso
sus dientes desparejos al fruto
del pecado original
porque es la manzana la que le ofrece
su piel de sangre
y mi mano sube baja
rodea las paredes espinosas
para ver cómo los trozos caen al plato
a la infancia
de una tarde de verano en que tres primos
hacían realidad la metáfora
 
ellos conocían bien el juego
cuando la botella dejó sin apuntar a uno
 
entonces se quedó tras la puerta
para solo mirar mientras una serpiente
le crecía torva por debajo del pantalón
 
De Gallito ciego” (2013)

lunes, 13 de julio de 2015

JUAN JOSÉ MILLÁS (España, Valencia, 1946)

PRIMER AMOR
 
Había en mi barrio una chica manca a la que sus padres habían regalado un brazo de madera con el que solía jugar como si fuera una muñeca. Le daba de comer y luego lo ponía a dormir sobre una especie de cuna alargada y estrecha en la que la mano hacía las veces de cabeza. Se trataba sin duda de un juego algo macabro al que nos llegamos a acostumbrar, sin embargo, con una naturalidad sorprendente. Pasado el tiempo, todos contribuíamos al cuidado de aquel miembro y a veces gozábamos del privilegio de que la manca nos lo prestara un día o dos. Cuando me tocaba a mí, lo metía en casa a escondidas y dormía abrazado a él: aquella chica me gustaba muchísimo y tuve mis primeras experiencias sexuales con su brazo, más cariñoso que los de carne y hueso que amé después.
(Por si el lector no lo ha advertido, estoy hablando de un barrio muy pobre en el que ni siquiera había bicicletas. Teníamos, en cambio, varios cojos que nos prestaban sus muletas para hacer los recados.)
Con el tiempo me hice novio de aquella chica y un día, sin haber llegado a pedir su mano, logré que me regalara su brazo. Mi madre, quizá por celos, no se llevaba bien con él y tenía que esconderlo debajo de la cama. Pero por la noche lo rescataba y dormíamos juntos, yo acariciado por su mano torpemente articulada y protegido por mi cuerpo. Más tarde le puse una manga de seda, muy excitante, que logré coserle con grapas al muñón. Excuso decir que mi interés por la manca decrecía a medida que me enamoraba de su brazo. Finalmente rompimos y ella exigió que le devolviera las cartas y todos sus regalos, incluida la extremidad. No me pude negar, pues era la costumbre, y desde entonces, aunque he tenido aventuras con otras prótesis, con ninguna he sido tan feliz. El primer amor es el primer amor.

Presentacion del libro de Ricardo Bugarin

domingo, 12 de julio de 2015

MARIAN HERNÁNDEZ (España, Pasai San Pedro, 1959)

UNA VEZ MÁS
 
Permíteme verte,
tocarte
no con el tacto
si no con el instante.
Déjame advertir,
tu esencia
una vez más palparte,
no con mi boca
si no con el sosiego.
Quédate a mi costado,
mientras ideo las palabras
que te conviertan en verdad.

NOVEDADES BIBLIOGRÁFICAS JUNIO 2015


LIBRO 2

Ver galería fotográfica.


Biblioteca Sarmiento informa la incorporación de material bibliográfico de acuerdo al siguiente detalle:

 

  • “Latinoamérica en la voz: cuentos y leyendas” de Hanna Cuenca, Cucha del Águila y otros
  • “Es tan difícil volver a Ítaca” de Esteban Valentino
  • “El misterio del Holandés Errante” de Franco Vaccarini
  • “Los reyes. Dos juegos de palabras” de Julio Cortázar
  • “Jardín felino” de Nanim Rekacz
  • “Martina, montonera del Zonda” de Mabel Pagano
  • “Once poetas jóvenes mendocinos”  antología
  • “Madame Bovary” de Gustave Flaubert
  • “Mis memorias” de Emilio Salgari
  • “La educación del hijo” de Constancio C. Vigil
  • “Vida espiritual” de Constancio C. Vigil
  • “Humo y sol” de Enrique Velasco
  • “Las verdades ocultas” de Constancio C. Vigil

 

Todo el material mencionado ya ha sido técnicamente procesado e ingresado a nuestro Fondo Bibliográfico y se encuentra a disposición de los lectores.

sábado, 11 de julio de 2015

CARLOS VITALE (Buenos Aires, 1953)

LA PUERTA CONDENADA

De niño, en el barrio, se relataba la aventura de un vecino que había sobrevivido a un naufragio flotando durante una semana sobre una puerta. Desconozco quién era e incluso si la peripecia acaeció de verdad, pero no dejo de meditar en ese hombre, azul y agua, negro y agua, asido a una puerta por la que no es posible huir.


FELIPE SCHIAVONE EL ARTE HECHO LUZ

En junio nuestra Sala “Arq. Alfredo Pedro” se vistió de luz y arte al ofrecer una jornada de encuentro con la creación de Felipe Schiavone.


Desde la propuesta organizada por el Profesorado de Artes del IES “Salvador Calafat se ha podido vivenciar  una muestra de “Valores del Arte Nuestro” que, en esta oportunidad, nos permite un acercamiento con la producción fotográfica del artista Felipe Schiavone.


Bajo la denominación de “Muestra e Ideas. Procesos creativos en el arte. Interacción analógica” se ha presentado una noche de charla, muestra, comunicación, música y luz de destacado valor estético y logrado tecnicismo que vuelve -una vez más- a resaltar la capacidad y variedad de la fotografía que se produce desde el sur de Mendoza.


 

FELIPE

viernes, 10 de julio de 2015

JUNE JORDAN (USA, 1936-2002)

Hey
Vengan
Salgan
 
Donde quiera que estén
 
Necesitamos reunirnos
En este árbol
 
Que no ha sido
Plantado todavía.

 

jueves, 9 de julio de 2015

EN ESTAS VACACIONES LLEGA “TARDE MÁGICA”

Blob

 

Un grupo de jóvenes mujeres ha organizado una comedia musical basada en las canciones de María Elena Walsh para que los niños puedan disfrutar durante estas vacaciones.

 

Los niños y niñas del departamento podrán disfrutar de “Tarde Mágica”, una comedia musical que utiliza las canciones de María Elena Walsh para relatar la historia de una niña que es llevada al mundo de sus muñecas.

 

Todas las participantes de esta interesante obra son artistas locales que, tras varios meses de ensayo, están listas para ofrecer gratas funciones a los niños que asistan.

 

Fecha, Hora y Lugar de las Funciones

5 de Julio – 20:30hs – Biblioteca Domingo Faustino Sarmiento

9 de Julio – 16:00hs – Biblioteca Antonio Di Marco (Bowen)

11 y 12 de Julio – 16:00hs – Biblioteca Domingo Faustino Sarmiento.

El valor de las entradas es de $50, y se pueden adquirir en la Librería “Había Una Vez, Libros”.

DAVID SLODKY (Salta, 1946)

EL PASEO

Fueron caminando por las vías. Partieron desde donde alguna vez estuvo la vieja estación (ahora es sólo un dibujo en la pared que la evoca, una locomotora a vapor como homenaje). Cuando chico venía con sus hermanos y primos a la hora en que llegaba el tren, apostaban cuántos vagones traía y el que ganaba tenía por premio darle un puntapié a cada uno de los perdedores. 
Con su mujer y sus dos pequeños hijos de nueve y seis años, habían regresado hacía poco de un largo exilio y el padre quería mostrarles los territorios de su niñez, darle un lugar a la nostalgia, reconstruir su memoria, proyectarse en ellos.
El pueblo había sido el lugar de veraneo familiar en su infancia, cuando el médico recomendara que los pulmones delicados del hijo menor necesitaban el aire puro de la montaña. Allá, en el portal de los Andes, con el verdor todavía exuberante del Valle de Lerma, habían saboreado el verano año tras año, alquilando una casita, y el padre recordaba ahora el olor untoso del matadero donde juntaban las orejas de los animales sacrificados, donde miraban con ojos enormemente abiertos los hombres que bebían la sangre caliente de los animales recién degollados, donde se las ingeniaban para robarse las vejigas inflándolas luego para jugar al fútbol entre gritos salvajes, mimetizados con el primitivo ritual; rememoraba el bañarse alegre y temerariamente en los canales que llevaban las turbias aguas del Toro, a veces las cristalinas del Blanco, hasta el remanso de esa especie de garita kilómetros abajo, desde donde bajaban precipitadamente por un tobogán hacia las turbinas de la usina; evocaba entonces el mareo que le producían esas aguas vertiginosas, el temor y la atracción de caer en ellas. ¡Cuántos deleitosos miedos se asociaban a cada uno de los lugares, de los olores, de los colores de ese privilegiado lugar de los valles de su infancia! Como mirar tapándose los ojos, pero dejando un resquicio para seguir aterrándose con ese extraño goce que provocan las películas de miedo.

A menos de un kilómetro de caminar, las vías son bordeadas a su derecha por un cerro. El hombre divisa a la izquierda lo que resta de la represa misteriosa de sus estadías veraniegas: está seca. Mira los caranchos que sobrevuelan el hoy árido terreno; recuerda la comadreja muerta, flotando en las aguas, que lo estremeciera tantos años atrás. Observa las inútiles manivelas que comandan las compuertas ya inexistentes, semejando timones de barcos abandonados. Allí jugaban, allí los Tigres de la Malasia, Sandokan y Yánez, maniobraban las intrépidas naves. Se ven todavía los canales que desembocaban en el estanque, en los que se bañaba cuando muy pequeño agarrado de las manos de su madre, siempre temeroso de que alguna súbita correntada lo arrastrara hacia el fondo barroso y enramado del embalse. “¡Pero no, si te estoy cuidando, nada te va a pasar!” –lo reconvenía amorosamente la sonriente matrona. 
“Por acá me llevaba a cococho mi papá” –les dice mientras avanzan por las vías y siguen alejándose del pueblo. 
“¿Te llevaba a qué...?” –pregunta el mayor de los hijos. 
“Sobre los hombros, a babucha. Acá le decimos cococho” –responde el padre, contento de participar a sus hijos uno de sus remotos códigos. Con una distendida sonrisa les cuenta que el abuelo siempre recordaba que en una de esas incursiones, un desagradable olor le advirtió que su pequeño había depositado sobre su cuello un fecal obsequio, mientras repetía “nene caca”. Los chicos ríen. “Cagón” –bromea su mujer, mientras lo abraza por la cintura. 
“Hablando de ‘cagón’ -dice el hombre- ¡qué miedo me daba cuando mi padre me azuzaba para que cruce con él este puente!” 
Habían llegado al primer puente ferroviario que cruza el Toro, en el inicio de la quebrada. Abajo corre crecido el río, arremolinando sus marrones y fragorosas aguas por el encajonamiento que producen las columnas de piedra del puente carretero, metros más allá. 
“¡Vamos, lo crucemos, ya no pasan trenes por estas vías!” –los anima ante el gesto de duda de los niños. “Ni ferrocarriles dejaron en este país.”
Comienzan a caminar por los durmientes. ¡Otra vez el vértigo placentero, ahora compartido con sus hijos! Entre travesaño y travesaño, las rumorosas aguas que se ven allá abajo marean levemente. Avizora una de las hermosas casonas del callejón de Río Blanco. ¿Estará todavía esa tenebrosa capilla de aires góticos, que poblara de temores nocturnos sus sueños infantiles? ¿Florecerán todavía esas majestuosas bella-hortensias rosadas y violáceas? ¿Estarán tapizados de musgos los enrojecidos ceibos? ¿Azularán las campanillas los bordes del camino? ¡Les hará con ellas collares a los hijos, como le hiciera tiempo allá su hermana, cada temporada! 
A la mitad del puente, siente el lejano bisbiseo de un motor. Mira el camino que remonta hacia los Andes, buscando divisar el camión que seguramente produce ese ruido en la subida. 
La locomotora aparece de golpe desde la curva. Ve el gesto de terror que paraliza a sus hijos. Trata desesperadamente de aferrarlos.
El grito desgarrador de la madre tapa el poderoso silbato.

miércoles, 8 de julio de 2015

POLDY BIRD (Paraná, Entre Ríos, 1941)

NO ME SUELTES LA MANO

Estoy perdida y sola
como un pájaro que retrasó su vuelo
Y tu silencio me dibuja sombras
donde los ángeles estaban siempre
[ hoy se pusieron túnicas de duelo ]
No me sueltes la mano ...
 
Me da miedo saberte tan lejano
me da miedo pensarte tan ausente
El olvido y la muerte son hermanos 
y los dos nos atacan frente a frente
 
Este amor no se cansa ni se vence
busca tu voz que calla
busca la tinta de tu sentimiento
quiere recomponer no sé qué cosa
que se ha quebrado en el cristal del tiempo
 
No me quites el aire que respiro
no me quites el sueño que me calma
no me sueltes la mano en la tormenta
No desates tu alma de mi alma ...

martes, 7 de julio de 2015

JOSÉ MANUEL ORTIZ SOTO (Jerécuaro, Guanajuato, México, 1965)

PREDICAR EN EL DESIERTO

La famélica y sedienta multitud guardó silencio.
-Creced y multiplicaos en peces, pan y vino –ordenó el profeta.
Las piedras siguieron siendo piedras.

lunes, 6 de julio de 2015

EDUARDO E. VARDÉ (Buenos Aires, 1984)

El nene se cuelga de la ventana
del kiosco del barrio
y estirando un bracito entre la seguridad de las rejas
abre la palma de su mano
muestra al kiosquero
las monedas brillantes que los tíos le regalaron 
pregunta "¿cuánto me alcanza con esto?"
Luego vuelve a su casa 
con los caramelitos todos juntos en la boca
creyendo ser feliz.


domingo, 5 de julio de 2015

CARLOS DUGUECH (Tafí Viejo, Tucumán, 1933)

ZURDO
 
Llevó el voto en el bolsillo derecho del saco. Por precaución, decía. Entró en el cuarto oscuro, sacó del bolsillo el papel plegado que introdujo en el sobre que le dieron, lo cerró y salió para depositarlo en la urna. 
Entre las curiosidades divulgadas por la prensa, la más cautivante era la que se refería a un voto anulado: en un sobre se había depositado una tierna carta de amor, escrita en tinta y en letra inglesa. “Para mi querida Shakira”.
Los zurdos –aprendió amargamente- debemos guardar los papeles importantes en el bolsillo izquierdo…
 
De “A media tinta” (2014)