Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

martes, 31 de mayo de 2016

MARTÍN GARDELLA (La Plata, Buenos Aires,1973)


EL ADELANTADO
 
Antes eran cuatro los reyes magos. Pero un día, uno de ellos se cansó de que el camello se quejara todo el tiempo por su sobrepeso, y decidió comprar un vehículo más fuerte y veloz. Desde entonces, cumple con su trabajo en solitario, y concluye sus servicios once días antes que los demás.
 
De “Caramelos masticables. Microficciones para saborear en un recreo” (2015)

LECTURA SUGERIDA CVIII


“El héroe de las mujeres” de Adolfo Bioy Casares

Emecé. Buenos Aires. 1995

 

lunes, 30 de mayo de 2016

LECTURA SUGERIDA CVII

 


“El amor es un pájaro rebelde” de Marco Denevi

Corregidor. Buenos Aires. 1993


 

 

LEONARDO DOLENGIEWICH (Mendoza, 1986)


LA BUENA COCINA
 
Parece que no les gustó la cena porque me secuestraron en la cocina, me cortaron una mano y prepararon un guiso con mi propia carne. A punta de pistola, me obligaron a comerlo.
Debo admitir que son buenos cocineros: al fin y al cabo terminé chupándome los dedos.
 
De “La buena cocina” (2015)

domingo, 29 de mayo de 2016

CLAUDIA CORTALEZZI (Trenque Lauquen, Buenos Aires, 1965)


CONDENA

El secretario del juez salió rodeado de custodios, única forma de franquear  la barrera  que habían formado las mujeres, apiñadas afuera del tribunal.
-Y –lo sorprendió una de ellas, que había logrado acercarse-, ¿qué se sabe de Aureliano? ¿Lo absolvieron?
-Las pruebas en su contra fueron contundentes –dijo-. Terrible.
-¡Pobre familia! ¿Cuánto le dieron?
-Cien años.
-¿De cárcel?
-No, cien años de soledad.



De “In excelsis” (2015)


LECTURA SUGERIDA CVI



“Cuentos Completos (1957-2000)” de Juan José Saer

Seix Barral. Buenos Aires-Barcelona. 2000

sábado, 28 de mayo de 2016

LECTURA SUGERIDA CV



“Poesía Completa” de Alejandra Pizarnik
Edición de Ana Becciu

Lumen. Barcelona. 2005

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (España, 1881-1958)

LOS CAMINOS DE LA TARDE


Los caminos de la tarde 
se hacen uno, con la noche. 
Por él he de ir a ti, 
amor que tanto te escondes. 

Por él he de ir a ti, 
como la luz de los montes, 
como la brisa del mar, 

como el olor de las flores.


viernes, 27 de mayo de 2016

CAROL ANN DUFFY (Reino Unido, Glasgow, 1955)


TALENTO

He aquí las palabras cuerda floja. 
Imagina ahora
A un hombre, haciendo equilibrio en el espacio
Entre nuestros pensamientos. Sostiene nuestro aliento.

No hay palabra red.

Lo quieres derribar, ¿no es así?

Adiviné; vacila, pero lo consigue.
Toda la palabra aplausos se escribe sobre él.
 
(Traducción de Fernando G. Toledo)

LECTURA SUGERIDA CIV


“Antología de la literatura fantástica” de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo

Sudamericana. Buenos Aires. 2011

 

 

jueves, 26 de mayo de 2016

LECTURA SUGERIDA CIII


“Un dandy en la corte del Rey Alfonso”   de María Esther de Miguel

Planeta. Buenos Aires. 1990

 

 

 

ARTHUR RIMBAUD (Francia, 1854-1891)


EL APARADOR
 
Un gran aparador tallado -el roble oscuro 
emana la bondad de los viejos, tan viejo;
está abierto, y su fondo vierte, cual vino añejo, 
oscuras oleadas de aromas obsesivas.

Repleto, es una barullo de antiguas antiguallas, 
sábanas perfumadas y amarillas, trapitos 
de mujeres y niños, arrugados encajes, 
toquillas de la abuela con pintados dragones.

En el encontraríamos medallones y mechas 
de pelo blanco o rubio, retratos, flores secas 
cuyo olor al olor de los frutos se mezcla.

¡Oh, viejo aparador, cuantas historias sabes!
y quisieras contarlas, por eso, incierto, crujes 
cuando tus puertas negras lentamente se abren.


miércoles, 25 de mayo de 2016

SILVINA OCAMPO (1903-1993)

 
SONETO DEL AMOR DESESPERADO
 
Mátame, espléndido y sombrío amor,
si ves perderse en mi alma la esperanza;
si el grito de dolor en mí se cansa
como muere en mis manos esta flor.

En el abismo de mi corazón
hallaste espacio digno de tu anhelo,
en vano me alejaste de tu cielo
dejando en llamas mi desolación.

Contempla la miseria, la riqueza
de quien conoce toda tu alegría.
Contempla mi narcótica tristeza.

¡Oh tú, que me entregaste la armonía!
Desesperando creo en tu promesa.
Amor, contémplame, en tus brazos, presa.


LECTURA SUGERIDA CII


“Los que aman, odian” de Silvina Ocampo  y Adolfo Bioy CasaresEmecé. Buenos Aires. 2012

martes, 24 de mayo de 2016

LECTURA SUGERIDA CI



“Adbaddón, el Exterminador” de Ernesto Sábado
Sudamericana. Buenos Aires. 1974
 

FRANCESCO PETRARCA (Italia, 1304-1374)


NO TENGO PAZ NI PUEDO HACER LA GUERRA…

No tengo paz ni puedo hacer la guerra;
temo y espero, y del ardor al hielo paso,
y vuelo para el cielo, bajo a la tierra,
nada aprieto, y a todo el mundo abrazo.

Prisión que no se cierra ni des-cierra,
No me detiene ni suelta el duro lazo;
entre libre y sumisa el alma errante,
no es vivo ni muerto el cuerpo lacio.

Veo sin ojos, grito en vano;
sueño morir y ayuda imploro;
a mí me odio y a otros después amo.

Me alimenta el dolor y llorando reí;
La muerte y la vida al fin deploro:
En este estado estoy, mujer, por tí.


lunes, 23 de mayo de 2016

LECTURA SUGERIDA C

 

  

“La naranja maravillosa” de Silvina Ocampo

Ediciones Orión. Buenos Aires. 1984

 

 

ALFONSINA STORNI (1892-1938)


OYE: YO ERA COMO UN MAR DORMIDO
 
Oye: yo era como un mar dormido. 
Me despertaste y la tempestad ha estallado. 
Sacudo mis olas, hundo mis buques, 
subo al cielo y castigo estrellas, 
me avergüenzo y escondo entre mis pliegues, 
enloquezco y mato mis peces. 
No me mires con miedo. Tú lo has querido.


domingo, 22 de mayo de 2016

LECTURA SUGERIDA XCIX


“Huésped de un verano” de Magdalena Ruiz Guiñazú
Colección “Novelas”
Planeta. Buenos Aires, 1994

ISAAC ASIMOV (Estados Unidos, 1920-1992)


VERSOS ILUMINADOS
 
La ultima persona en quien se podía pensar como asesina era la señora Alvis Lardner. Viuda del gran mártir astronauta, era filántropa, coleccionista de arte, anfitriona extraordinaria y, en lo que todo el mundo estaba de acuerdo, una genio. Pero, sobre todo, era el ser humano más dulce y bueno que pudiera imaginarse.
Su marido, William J. Lardner, murió, como todos sabemos, por los efectos de la radiación de una bengala solar, después de haber permanecido deliberadamente en el espacio para que una nave de pasajeros llegara sana y salva a la Estación Espacial 5.
La señora Lardner recibió por ello una pensión generosa que supo invertir bien y prudentemente. Había pasado ya la juventud y era muy rica.
Su casa era un verdadero museo. Contenía una pequeña pero extremadamente selecta colección de objetos extraordinariamente bellos. Había conseguido muestras de una docena de culturas diferentes: objetos tachonados de joyas hechos para servir a la aristocracia de esas culturas. Poseía uno de los primeros relojes de pulsera con pedrería fabricados en Estados Unidos, una daga incrustada de piedras preciosas procedente de Camboya, un par de gafas italianas con pedrería, y así sucesivamente.
Todo estaba expuesto para ser contemplado. Nada estaba asegurado y no había medidas especiales de seguridad. No era necesario ningún convencionalismo, porque la señora Lardner tenía gran número de robots a su servicio y se podía confiar en todos para guardar hasta el último objeto con imperturbable concentración, irreprochable honradez e irrevocable eficacia. Todo el mundo conocía la existencia de esos robots y no se supo nunca de ningún intento de robo.
Además, estaban sus esculturas de luz. De qué modo la señora Lardner había descubierto su propio genio en este arte, ningún invitado a ninguna de sus generosas recepciones podía adivinarlo. Sin embargo, en cada ocasión en que su casa se abría a los invitados, una nueva sinfonía de luz brillaba por todas las estancias, curvas tridimensionales y sólidos en colores mezclados, puros o fundidos en efectos cristalinos que bañaban a los invitados en una pura maravilla, consiguiendo siempre ajustarse de tal modo que volvían el cabello de la señora Lardner de un blanco azulado y dejaban su rostro sin arrugas y dulcemente bello.
Los invitados acudían más que nada por sus esculturas de luz. Nunca se repetían dos veces seguidas y nunca dejaban de explorar nuevas y experimentales muestras de arte. Mucha gente que podía permitirse el lujo de tener máquinas de luz preparaba esculturas como diversión, pero nadie podía acercarse a la experta perfección de la señora Lardner. Ni siquiera aquellos que se consideraban artistas profesionales.
Ella misma se mostraba encantadoramente modesta al respecto:
-No, no -solía protestar cuando alguien hacia comparaciones líricas-. Yo no lo llamaría “poesía de luz”. Es excesivo. Como mucho diría que son meros “versos iluminados”.
Y todo el mundo sonreía a su dulce ingenio.
Aunque se lo solían pedir, nunca quiso crear esculturas de luz para nadie, sólo para sus propias recepciones.
-Seria comercializarlo -se excusaba.
No oponía ninguna objeción, no obstante, a la preparación de complicados hologramas de sus esculturas para que quedaran permanentes y se reprodujeran en museos de todo el mundo. Tampoco cobraba nunca por ningún uso que pudiera hacerse de sus esculturas de luz.
-No podría pedir ni un centavo -dijo extendiendo los brazos-. Es gratis para todos. Al fin y al cabo, ya no voy a utilizarlas más.
Y era cierto. Nunca utilizaba la misma escultura de luz dos veces seguidas. Cuando se tomaron los hologramas, fue la imagen viva de la cooperación, vigilando amablemente cada paso, siempre dispuesta a ordenar a sus criados robots que ayudaran.
-Por favor, Courtney -solía decirles-, ¿quieres ser tan amable y preparar la escalera?
Era su modo de comportarse. Siempre se dirigía a sus robots con la mayor cortesía. Una vez, hacia años, un funcionario del Buró de Robots y Hombres Mecánicos casi la regañó:
-No puede hacerlo así -le dijo severamente-, interfiere con su eficacia. Están construidos para obedecer órdenes, y cuanto más claramente dé esas órdenes, con mayor eficiencia las obedecerán. Cuando se dirige a ellos con elaborada cortesía, es difícil que comprendan que se les está dando una orden. Reaccionan más despacio.
La señora Lardner alzó su aristocrática cabeza.
-No les pido rapidez y eficiencia, sino buena voluntad. Mis robots me aman.
El funcionario del Gobierno pudo haberle explicado que los robots no pueden amar, sin embargo se quedó mudo bajo su mirada dulce pero dolida.
Era notorio que la señora Lardner jamás devolvió un robot a la fábrica para reajustarlo. Sus cerebros positrónicos son tremendamente complejos y una de cada diez veces el ajuste no es perfecto al abandonar la fábrica. A veces, el error no se descubre hasta mucho tiempo después, pero cuando ocurre el Buró de Robots y Hombres Mecánicos realiza gratis el ajuste. La señora Lardner movió la cabeza y explicó:
-Una vez que un robot entra en mi casa y cumple con sus obligaciones, hay que tolerarle cualquier excentricidad menor. No quiero que se les manipule.
Lo peor era tratar de explicarle que un robot no era más que una máquina. Se revolvía envarada:
-Nada que sea tan inteligente como un robot puede ser considerado una máquina. Les trato como a personas.
Y ahí quedó la cosa. Mantuvo incluso a Max, que era prácticamente un inútil. A duras penas entendía lo que se esperaba de él. Pero la señora Lardner lo solía negar insistentemente y aseguraba con firmeza:
-Nada de eso. Puede recoger los abrigos y sombreros y guardarlos realmente bien. Puede sostener objetos para mi. Puede hacer mil cosas.
-Pero, ¿por qué no lo manda a reajustar? -preguntó una vez un amigo.
-No podría. Él es así. Le quiero mucho, ¿sabes? Después de todo, un cerebro positrónico es tan complejo que nunca se puede saber por dónde falla. Si le devolviéramos una perfecta normalidad, ya no habría forma de devolverle la simpatía que tiene ahora. Me niego a perderla.
-Pero, si está mal ajustado -insistió el amigo, mirando nerviosamente a Max-, ¿no puede resultar peligroso?
-Jamás -la señora Lardner se echó a reír-. Hace años que le tengo. Es completamente inofensivo y encantador.
La verdad es que tenía el mismo aspecto que los demás, era suave, metálico, vagamente humano, pero inexpresivo.
Pero para la dulce señora Lardner todos eran individuales, todos afectuosos, todos dignos de cariño. Ese era el tipo de mujer que era.
¿Cómo pudo asesinar?
Nadie pensaba que John Semper Travis pudiera ser asesinado. Introvertido y afectuoso, estaba en el mundo pero no pertenecía a él. Tenía aquel peculiar don matemático que hacía posible que su mente tejiera la complicada tapicería de la infinita variedad de sendas cerebrales positrónicas de la mente de un robot.
Era ingeniero jefe del Buró de Robots y Hombres Mecánicos y un admirador entusiasta de la escultura de luz. Había escrito un libro sobre el tema, tratando de demostrar que el tipo de matemáticas empleadas para tejer las sendas cerebrales positrónicas podían modificarse para servir como guía en la producción de esculturas de luz.
Sus intentos para poner la teoría en práctica habían sido un doloroso fracaso. Les esculturas que logró producir siguiendo sus principios matemáticos fueron pesadas, mecánicas y nada interesantes.
Era el único motivo para sentirse desgraciado en su vida tranquila, introvertida y segura, pero para él era un motivo más que suficiente para sufrir. Sabía que sus teorías eran ciertas, pero no podía ponerlas en práctica. Si no era capaz de producir una gran pieza de escultura de luz..
Naturalmente, estaba enterado de las esculturas de luz de la señora Lardner. Se la tenía universalmente por una genio. Travis sabía que no podía comprender ni el más simple aspecto de la matemática robótica. Había estado en correspondencia con ella, pero se negaba insistentemente a explicarle su método y él llegó a preguntarse si tendría alguno. ¿No sería simple intuición? Pero incluso la intuición puede reducirse a matemáticas. Finalmente consiguió recibir una invitación a una de sus fiestas. Sencillamente, tenía que verla.
El señor Travis llegó bastante tarde. Había hecho un último intento por conseguir una escultura de luz y había fracasado lamentablemente. Saludó a la señora Lardner con una especie de respeto desconcertado y dijo:
-Muy peculiar el robot que recogió mi abrigo y mi sombrero.
-Es Max -respondió la señora Lardner.
-Está totalmente desajustado y es un modelo muy antiguo. ¿Por qué no lo ha devuelto a la fábrica?
-Oh, no. Seria mucha molestia.
-En absoluto, señora Lardner. Le sorprendería lo fácil que ha sido. Como trabajo en el Buró de Robots y Hombres Mecánicos me he tomado la libertad de ajustárselo yo mismo. No tardé nada y encontrará que ahora funciona perfectamente.
Un extraño cambio se reflejó en el rostro de la señora Lardner. Por primera vez en su vida plácida la furia encontró un lugar en su rostro, era como si sus facciones no supieran cómo disponerse.
-¿Lo ha ajustado? -gritó-. Pero si era él quien creaba mis esculturas de luz. Era su desajuste, su desajuste que nunca podrá devolverle el que... que...
Desafortunadamente, en ese momento había estado mostrando su colección y el puñal enjoyado de Camboya estaba ante ella en la mesa de mármol.
El rostro de Travis también estaba desencajado, murmuró:
-¿Quiere decir que si hubiera estudiado sus sendas cerebrales positrónicas con su desajuste único, hubiera podido aprender...
Se echó sobre él, con la daga levantada, demasiado de prisa para que nadie pudiera detenerla, y él ni siquiera trató de esquivarla. Alguien comentó que no la había esquivado. Como si quisiera morir...

sábado, 21 de mayo de 2016

PERCY BYSSHE SHELLEY (Reino Unido, Horsham, 1792-Italia, Lerici, 1822)


LA MUERTE
 
I
No hay sitio que la muerte silenciosa
no recorra veloz con pasos ciertos;
nada su marcha detener consigue,
y nosotros también estamos muertos.
 
II
Ella con mano fuerte ha colocado
su sello aterrador en nuestra frente;
en todo lo que pasa por el mundo
está la marca sepulcral latente.
 
III
Cuando han muerto el placer y la esperanza
aléjase el temor del pecho herido;
después que ya esa deuda se ha cumplido
el polvo llama al polvo y nos alcanza
de la fosa el abrazo entumecido.
 
IV
Todo cuanto queremos en el mundo
lo mismo que nosotros desaparece;
esa es la ley tirana que nos rige.
¿No es cierto que el amor también perece


LECTURA SUGERIDA XCVIII


“El aleph” de Jorge Luis Borges
Emecé. Buenos Aires. 2012

viernes, 20 de mayo de 2016

JOAQUÍN GIANNUZZI (Buenos Aires, 1924-Salta, 2004)


HIPOTESIS SOBRE OBJETOS 
 
La materia es excesiva y comediante
a mi alrededor fatigado. Al caer la noche
suelta a sus hijos en la habitación: 
las cosas sometidas se dispersan, pierden relación
y entran en verdadera escena.
Mis manos planean, descienden a la oscuridad.
A partir de la mesa
cuadrada, cotidiana, espesa, los objetos ligados
a mi fracaso descubren su finitud
y tienden hacia una especie
de emocionada autonomía, libres
para la acción de un teatro cerrado.
Son las 10 de la noche. Pierden
sus pálidos dioses, entran
en la anarquía de un mito olvidado: 
ahora se disputan el campo de apariencia
y aumentan
la presión de la realidad sobre mi cabeza volcada. 


LECTURA SUGERIDA XCVII


 
“El tilo” de César Aira
Colección “Ficciones”
Beatriz Viterbo Editora. Buenos Aires. 2003

jueves, 19 de mayo de 2016

WISLAWA SZYMBORSKA (Polonia, Kórnik, 1923-Cracovia, 2012)

 
ELOGIO DE LA MALA CONCIENCIA DE UNO MISMO

El buitre no tiene nada que reprocharse.
Los escrúpulos le son ajenos a la pantera negra.
No dudan de lo apropiado de sus actos las pirañas.
El crótalo se acepta sin complejos a sí mismo.
 
No existe un chacal autocrítico.
El tábano, la langosta, la tenía y el caimán
viven como viven y así están satisfechos.
 
De cien kilos es el corazón de la orca,
pero no le pesa.
 
Nada más animal
que una conciencia limpia
en el tercer planeta del Sol.