Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXXVII


"Cuentos selectos” de Graham Greene
Selección y Prólogo de Guillermo Piro
Colección: “Contemporánea”
Edhasa. Buenos Aires. 2016


PABLO ROMERO (Tucumán, Concepción, 1999)


ROMPER UN VASO

Estaba al borde. Lo juro. Casi imperceptible,
atento a la ruina como a punto de darse muerte
como sabiendo el lugar exacto dónde hacer fuga.
 
Estaba al borde.
 
Tuve un amor alguna vez. Era como vivir de la sed,
darse contra el mar hasta romper el cuerpo.
 
Pero no era mi cuerpo lo que se fragmentaba
en la caída,
no esta vez. El vaso caía por el peso de su nombre,
dije vidrio y no necesité más para cortarme.
 
La poesía hace estas cosas.
 
De “Días de Babel” (2016)

martes, 29 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXXVI


"Los funerales de la Mamá Grande” de Gabriel García Márquez
Colección: “Contemporánea”
Debolsillo. Buenos Aires. 2014

DANIEL GUEBEL (Buenos Aires, 1956)


SEMEJANZAS

Se habla mucho del efecto anímico de Theo van Gogh en su hermano Vincent, pintor posimpresionista. Pero quien determinó el rumbo psíquico y estético de su obra fue otro hermano, homónimo suyo y fallecido antes de que él naciera. Se dice que ambos eran idénticos y que los famosos autorretratos de Vincent son retratos verosímiles del difunto. Tan opresiva era la sombra del muerto que el menor se cortó la oreja para diferenciarse. Descansan en la misma tumba, mezclados los huesos.

lunes, 28 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXXV


"Tres hermanos” de Esther Cross
Colección “Andanzas”
Tusquets. Buenos Aires. 2016


SYLVIA IPARRAGUIRRE (Buenos Aires, Junín, 1947)

 
EN LA COCINA, PROMEDIANDO EL VELORIO
 
Es la hora abstracta, la del filo del alba. La ciudad, distante de esos bordes, es una geometría del luces que pronto abolirá el amanecer. Sentado en la cocina, el joven Borges se inclina hacia la voz del hombre de las orillas que no lo mira al hablar. La noche se lo ha brindado como una ofrenda inmerecida. El zumbido ondulante de los rezos y las efusiones de la llorona rodean como un anillo de niebla esa noche circular: la noche que en el sur lo velaron. Las voces de sus camaradas de esa madrugada ambulatoria, ebrios de alcohol y de teorías metafísicas, arrinconan la pausada conversación. Absorto, Borges recibe un mate de una mujer enlutada que hace la ronda, lo toma y lo devuelve sin dejar de atender a su interlocutor. Flaco y envainado de negro, el hombre arma el relato de hazañas de coraje que muchos ponderan. Abierto al otro, cerrado a la parte más íntima de sí, la que dará forma a lo que está viviendo, Borges escucha. Por la voz grave desfilan duelos a cuchillo en esquinas olvidadas donde el pasado arma prefiguraciones de una ciudad mítica: Buenos Aires. He aquí su héroe, completo en su retórica y en su celebración platónica. Dagas criollas y espadas nórdicas lo coronan, como en las imaginerías de los héroes antiguos. Lúcido del insomnio, Borges lo sitúa en la línea del horizonte, en un plano inclinado. El velorio del pisador de barro conoció ya su apogeo y el sopor se adueña de propios y extraños. Solo en la cocina persiste la vigilia. La luz de la lámpara esparce su temblor amarillo.

Afuera, la llanura emerge de la noche con la desolada nitidez que le da el lucero del alba. La mano está quieta, pero escribe.


domingo, 27 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXXIV



"Barca sobre la zarza ardiente" de Enrique Solinas
Ediciones del Dock. Buenos Aires. 2016

ENRIQUE SOLINAS (Buenos Aires, 1969)


MI PADRE HABLA CON LOS MUERTOS

La cama del hospital donde mi padre 
descansa horizontal y yace quieto
es una barca antigua que navega
desde el tiempo inmemorial hasta hoy.
 
Pero resulta ser
que en realidad la barca somos nosotros,
ni mejores ni peores,
desprovistos 
de todo maquillaje,
de toda palabra que no diga
el silencio y su representación.
 
Aquí la muerte es blanca 
y no hay más por decir.
Aquí no hay nada para hacer
sino esperar a que suceda
lo que todos esperamos,
y no queremos.
 
Mi padre habla con los muertos
en su barca de noche.
Mira hacia donde nadie ve,
levanta las manos
como si quisiera 
atrapar el silencio.
 
Será por eso, 
entonces,
que cada vez entiendo 
menos lo que dice,
al mismo tiempo que navega 
decidido y mortal,
con las velas desplegadas,
hacia el reino.

De “Barca sobre la zarza ardiente” (2016)


sábado, 26 de noviembre de 2016

“EL ÚLTIMO ELVIS” (2012)


CINE EN LA BIBLIOTECA
CINECLUB LIBERTARIO presenta:
Domingo 27 – Hora 20 - Entrada a la gorra
“EL ÚLTIMO ELVIS” (2012) película en coproducción de Argentina y Estados Unidos dirigida por Armando Bo (nieto) 
Actuaciones de John McInerny ,Griselda Siciliani, Margarita López, Rocío Rodríguez Presedo  y Corina Romero ..
Fue reconocida con: Premio Descubrimiento de la Crítica en la 24° edición del Festival Cine Latino de Toulouse.
Premio a la Mejor Película en el East End Film Festival.
En el Festival UNASUR Cine obtuvo los siguientes premios: mejor dirección de arte, mejor vestuario y mejor guión.

LECTURA SUGERIDA CCLXXXIII


“El oficio de los santos” de Federico Andahazi
Planeta. Buenos Aires. 2009

CRISTIAN GODOY ​(Buenos Aires,1983)​


FLASHDANCE

Desde acá vemos la terraza de los chinos, un matrimonio de viejos que tratan mal a los vecinos y que se hacen los que no entienden el español. La mujer está tirada en el suelo, no sabemos si muerta o desmayada.
Estamos los cinco en el balcón de Alan, que vive en el segundo piso. Uno al lado del otro. Nos abrazamos a las rejas, pasamos las piernas por debajo, pegamos patadas en el aire. Corneta es un cagón y prefiere ubicarse más alejado, en posición de Buda. La mamá de Alan nos prohibió que nos sentáramos con las piernas afuera pero ahora está fumando en la cocina con la radio encendida y no viene a controlarnos. Debe estar enojada por algo, porque cuando la fuimos a saludar nos puso la mejilla sin decir palabra. Yo aguanté la respiración mientras le daba el beso, no me gusta cuando alguien tiene mucho olor a cigarrillo.

Hace un rato que la china patinó y se golpeó fuerte la nuca, nosotros vimos todo. Cada tanto le tiembla la pierna. Una sola. Tiembla un poco y se queda quieta. La primera vez que lo hizo nos asustamos. Nos acordamos de la película que pasaron en el cumpleaños de Alan, donde asesinaban a un tipo y el cuerpo seguía moviéndose después de muerto. No era un zombie, tenía algo que ver con los reflejos, según nos explicó el papá que es médico.
Yo no vi la sangre hasta que Sami la señaló. Le preguntamos dónde. En la cabeza, dónde va a ser, responde. Es difícil darse cuenta, no estamos tan lejos pero tampoco estamos tan cerca, nos separan la calle y la altura. Y las baldosas son de color marrón oscuro. A partir de que Sami saca un dedo por entre las rejas, todos empezamos a notar el charquito. Menos Alan, él no. Enseguida se enoja, piensa que le estamos tomando el pelo, que es mentira y no hay ningún charco.

Pidamos ayuda, dice Mariana y le pregunta a Alan si su inalámbrico agarra señal en el balcón. Es el único de nosotros que tiene teléfono inalámbrico. A mí me regalaron unos walkie-talkies que son parecidos pero no sirven para llamar en serio. Alan responde que todavía no, mejor esperemos un poco a ver si la china puede levantarse sola. Los demás estamos de acuerdo.
No hay mucho para ver en esa terraza: cajones vacíos de soda, un tocadiscos, la pelota de tenis que nunca nos animamos a rescatar, una bicicleta que, suponemos, debe ser del chino, porque la mujer no puede doblar las rodillas. Camina pegada a las paredes, las escaleras las sube igual, de costado, haciendo fuerza con los brazos como si trepara por una soga. El bastón lo sostiene apretado debajo de un hombro.

Cajones, tocadiscos, pelota, bicicleta. Y la china misma, claro. Al hombre aún no lo vimos salir de la casa; a pesar de que camina mejor, es de mostrarse menos. En cualquier momento puede subir a la terraza y pisarle la cabeza si no presta atención. La china no pareció sorprenderse al resbalar, ni abrió la boca. Ya que no iba a poder frenar la caída, se concentró en retrasarla.

Corneta vuelve a sonarse los mocos. Nosotros queremos imitarlo pero no nos sale. Dice que es alérgico a la baba que largan los árboles por esta época. Una baba idéntica a la agüita que le vive cayendo de la nariz, porque es alérgico a los árboles y a todo. Cada vez que pasamos a buscarlo, su mamá le grita que no se olvide el pañuelo.

Antes no la tenía así, dice Alan. ¿Qué cosa? La palma de la mano, la izquierda: antes no la tenía mirando hacia arriba. Seguro lo está inventando, como no pudo ver la sangre quiere ser el próximo en descubrir algo. Pero Sami le cree y reacciona asustada, le da más miedo que la china esté viva a que esté muerta. Nadie lo dijo en voz alta pero a todos nos pareció que nos estaba clavando los ojos mientras se caía.

A partir de que se mudaron los chinos se ven menos gatos por el barrio. La solterona del quinto baja con el plato de comida, lo deja apoyado en el mismo lugar de siempre, al rato vuelve y lo encuentra intacto. Mi papá antes se quejaba de las marcas de las uñas que le hacían sobre el capó y ahora ya no. El portero del edificio dice que el otro día mató a una rata. También desapareció la gata de Sami. Para eso vinimos en realidad al balcón, para descubrir si la tienen atrapada en la terraza. En el barrio se rumorean muchas cosas acerca de los chinos y Sami tiene miedo de que sean verdad.

Les chisto para que hagan silencio y presten atención, me parece que la china está intentando abrir los ojos. Mariana vuelve a insistir con que tenemos que pedir ayuda y se levanta para ir a buscar el inalámbrico. Yo me saco los anteojos y los limpio con el borde de la remera. Al ponérmelos otra vez, ya no me parece que la china esté moviendo los párpados.

Creo que me confundí, le digo a Mariana. Ella está atrás con el teléfono, cada botón que toca hace un ruidito diferente. Dame que lo vas a romper, le dice Alan y la agarra de la muñeca, se la aprieta para hacerle doler. Pero Mariana no suelta, tiene más fuerza que todos, siempre gana a las pulseadas. A los padres no les gusta que se junte con varones.

El resbalón de la china fue raro. La mamá de Alan había subido el volumen de la radio porque estaban pasando el tema de su película favorita. Es una pesada, dijo nuestro amigo mordiéndose el labio, apenas reconoció la melodía. En ese momento no le salía el título, que es una palabra en inglés. El ritmo de la primera estrofa es más lento, pero después se acelera. Quedó de fondo justo cuando la china apoyaba sin mirar la punta de su bastón sobre la pelota de tenis. Primero empezó a irse para atrás tirando manotazos, queriendo agarrarse del aire. Pegó un salto con una patada, al mismo tiempo que con el brazo del otro costado tiró una piña al cielo. Después cambió de pierna y de brazo, un par de veces más, retrocediendo a los saltos. Cada paso que daba la volvía más joven y flexible, capaz de doblar las rodillas. A pesar de no poder escuchar la música que sonaba de nuestro lado, estaba perfectamente sincronizada con el ritmo.

¡Flashdance!, gritó Alan. Los movimientos de la china le habían recordado el nombre de la película, porque se caía como imitando el baile de la protagonista. A Sami se le escapó un aplauso y enseguida se tapó la boca. Corneta no paraba de sonarse. Yo podía adelantarme a lo que estaba por suceder porque había enganchado esa parte en la televisión. Tenía la imagen de la chica tirándose en el aire con los brazos abiertos aunque no hubiera nadie para atajarla. Por eso mismo pensaba que la china podía llegar a salvarse. Pero había cobrado tal envión que el cuerpo se le despegó del suelo, quedó girando como un trompo sobre el dedo gordo del pie y luego sí, salió despedida y aterrizó de nuca.
Eso no fue lo que más nos impresionó, ni siquiera después, cuando descubrimos la sangre. Lo más impresionante de todo fue que, segundos antes de volar y terminar estrellada, segundos antes de que la locutora interrumpiera el final de la canción, la china nos había señalado de a uno con el dedo, como amenazando con regresar a buscarnos algún día.

En este momento Sami está asomada por afuera del balcón, de espaldas a la calle. Tiene los codos apoyados sobre la baranda. Corneta le agarra los tobillos, le chorrea agua de la nariz pero no puede limpiarse. Intentamos averiguar si hay vecinos en los pisos de arriba observando lo mismo que nosotros. Tal vez ellos tampoco amagan a resolver nada. Alan sigue peleándose con Mariana y, aunque no consigue que le entregue el inalámbrico, al menos le impide marcar.

¡Ahí viene! ¡Ahí viene!, grita Corneta con voz gangosa, tragándose los mocos. Se refiere al chino, que está subiendo por las escaleras, lo ve a través del hueco entre las piernas de Sami. Al instante nos quedamos quietos, intercambiando miradas: necesitamos hacer algo urgente. Si sube otro escalón más, los ojos le van a asomar por encima del nivel del suelo y se van a encontrar con el charco y los pelos alborotados de su mujer.

Recorro los objetos en la terraza como si yo estuviera ahí y pudieran servirme de algo. Sin embargo funciona. El tocadiscos abandonado me ayuda a recordar quién era el dueño anterior de la casa, el señor que sabía arreglar de todo.

Me estiro y le saco el inalámbrico a Mariana. Es más fácil hacer que se le resbale de los dedos que tratar de arrancárselo por la fuerza. De todas maneras a ella no le importa dármelo porque ya demostró que Alan es un maricón y que le puede ganar cualquier pelea.

Mi mamá tenía el teléfono del señor que arreglaba todo. Una vez le había dejado una plancha y me pidió que llamara preguntando si estaba lista. Tuve que llamar un montón de veces hasta que logré ubicarlo, porque, además, hacía arreglos a domicilio. Siempre me atendía la señora y me pedía que llamara más tarde. Así me aprendí el número de memoria.

El chino frena antes de llegar a la terraza y da media vuelta, debe escuchar que suena el teléfono. Nosotros seguimos esperando a ver si la china puede levantarse sola. O si no se levanta más.

De: “Ruidos molestos” (2016)

LECTURA SUGERIDA CCLXXXII


“Libro de cabecera” de Pipo Pescador
Ilustraciones: María teresa Cibils
Colección: “Los libros de Pipo”
Colihue. Buenos Aires. 2015

EMILIO DEL CARRIL (Puerto Rico, 1959)

 
HISTORIA DE AMOR

Ella era una sábana olvidada; él, un ánima sin personalidad. Vivían en sus respectivas soledades. Ella en un cajón del sótano; él, en el inframundo donde se confunden los entes y los espíritus. Hasta que se encontraron, se complementaron y, convertidos en un solo espanto, asustaron felices por toda la eternidad.

De “En el reino de la garúa. Primera jornada: entre soles, lunas, amores y desamores” (2016)

jueves, 24 de noviembre de 2016

SABRINA BARREGO (Buenos Aires, Luján, 1987)

 
EXTRANJERA

alumbrados al grito
para nacer a lo sonoro,
 
gorjeo palabras leves
como aleteos de pájaro.
 
he prescindido de aullar
para mostrar los colmillos.

De “Trinchera” (2016)

LECTURA SUGERIDA CCLXXXI


“Todo el viento del mundo. Antología Poética” de Edgar Bayley
Compilador: Guillermo Saavedra
Colección: “Musarisca”
Colihue. Buenos Aires. 2015

miércoles, 23 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXX


“Árbol con patas” de Nilda Lacabe
Ilustraciones: Seba Mercau
Colección: “La pulga curiosa”
Colihue. Buenos Aires. 2015


RODOLFO MODERN (Buenos Aires, 1922-2016)

 
DE LA EDUCACIÓN FILIAL

La señora de Sei, que había enviudado muy joven, adoraba a sus hijos y no permitió que nadie, excepto ella, se pusiera en contacto con los mismos hasta llegar a la pubertad. Cuando los hijos de la señora de Sei llegaron a la pubertad, el mayor se hizo monje anacoreta, el segundo entomólogo y la hija menor fue a dar, luego de ciertos hechos que no vienen al caso, a un burdel donde concedió sus favores a monjes anacoretas y entomólogos.

martes, 22 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXIX


“Una noche con Sabrina Love” de Pedro Mairal
Colección: “Premio Clarín de Novela”
Clarín-Aguilar. Buenos Aires. 1998

SERGIO ARROYO (Costa Rica, San José, 1976)

 

LAS REGLAS DEL JUEGO


Las reglas del juego eran muy sencillas. Tenía que caminar a oscuras por mi habitación, desde la puerta de la entrada hasta la pared del fondo, sin tocar ningún mueble, ni siquiera rozarlo. Todo lo tenía que hacer en la oscuridad más perfecta. En cuanto llegaba a mi meta en la pared, me detenía frente a ella y comenzaba mi ritual de todas las noches. Primero, me inclinaba hacia delante, hasta tocar la pared con la cabeza. Luego extendía las manos hacia los lados y me paraba de puntillas, tratando de hallar un punto de equilibrio entre la pared y mi cuerpo y, cuando me parecía que había dado con él, permanecía inmóvil durante unos instantes y dejaba de respirar.

Los pulmones me pedían aire inmediatamente, pero yo no dejaba entrar nada. Podía sentir el miedo, el corazón acelerado, pero después de unos instantes los latidos se volvían cada vez más lentos, hasta casi extinguirse. Me empezaba a escurrir saliva de la boca y las ganas de orinar se volvían irresistibles. Sentía frío y se me relajaban los miembros. Ya no podía mantenerme ni de puntillas ni de pie, y me desplomaba.

A veces, antes de desmayarme, me parecía ver el bulto de una mujer muy parecida a mí, pero algo mayor. Me hacía señas con las manos y me indicaba cosas con una expresión de angustia. Yo nunca le entendía.

Si cuando me despertaba todavía era de noche, me incorporaba para seguir jugando y probar suerte una vez más; si ya era de día, me escurría hasta la cama y me echaba las sábanas encima, una sobre otra. Aunque no podía dormir de día, tampoco sentía ningún deseo de levantarme ni de llevar a cabo mis obligaciones en la casa.

Tuvo que pasar mucho tiempo antes de que me atreviera a sacar el juego de mi habitación. En ella no había secretos para mí. Conocía perfectamente los defectos del piso, la altura de la lámpara, los bordes de la silla, el respaldar de la cama, y la distancia precisa que había entre cada mueble y las paredes. Allí me sentía tranquila; después de todo, era el lugar donde había pasado la mayor parte de mi vida. Cuando llevé el juego afuera, las reglas se modificaron por primera vez.

Muy pronto comenzaron los problemas. Una gran cantidad de posibilidades de error entró en juego: mesas, taburetes, el trastero, viejos adornos de cerámica y, sobre todo, sillas desacomodadas, pisos desnivelados, tiraderos que mi tío dejaba por todas partes y cajas de cartón llenas de biblias que él movía a su antojo. Es cierto que era nuestra casa de siempre, a la que estaba acostumbrada a fuerza de realizar las tareas domésticas desde que mamá murió, pero de noche la oscuridad la convertía en un lugar que no era tan familiar.

Jugué a lo largo y ancho de toda la casa. Comenzaba en la sala y pasaba por el comedor, por la cocina, también por mi habitación y terminaba en el cuarto de lavar la ropa. Me impuse la meta de completar el recorrido por la casa en los mismos términos con que lo hacía en mi cuarto, sin tocar las paredes ni los muebles, ni siquiera el marco de una puerta. Si cometía algún error, por más insignificante que fuera, debía volver al lugar de la sala que había elegido como punto de partida. Este conjunto de reglas, que bien visto era solo una regla, me hacía llevar todas las de perder y, efectivamente, nunca pude ganar el juego.

Con el paso de las noches, las reglas se complicaron para incluir un sistema de puntuaciones. Yo comenzaba el juego con cien puntos. Si rozaba una pared en la oscuridad, perdía tres puntos; si tocaba un mueble, dos; si un adorno, uno, y si contaba hasta cinco y el temor de golpear algo no me dejaba dar al menos un paso, perdía cinco puntos. Las nuevas reglas no me permitían las pausas ni los descansos —ni siquiera tras superar una habitación entera sin cometer equivocaciones—, pero me daban una pequeña esperanza: si terminaba el juego con más de noventa puntos, ganaba y podía realizar mi acto de equilibrio con la última pared.

Cada noche aprendía a reconocer mejor la casa y cometer menos errores. Esto me llenaba de entusiasmo porque me hacía creer que alguna noche podría alcanzar los noventa puntos o, ¿por qué no?, una puntuación perfecta. Sin embargo, las reglas del juego no dejaban de complicarse.

Si antes de ir a dormir, mi tío dejaba la puerta de su habitación abierta, el juego podía extenderse hasta ella, que hasta entonces era la única sección de la casa que se mantenía por fuera del juego. Una vez allí, me dejaba guiar por el sonido de su respiración. Naturalmente, no siempre dormía en la misma postura ni en la misma orientación. A veces dormía bocabajo, lo que no me dejaba más remedio que retirarme del cuarto, pero la mayor parte del tiempo dormía de lado o con la bocaza apuntando hacia el techo. En estos casos, al dar con su cara, me detenía a su lado y me inclinaba sobre él, como si le fuera a dar un abrazo, pero jamás lo llegaba a tocar. Me le acercaba a la boca manteniendo el equilibrio, como bien sabía hacerlo, y entonces aspiraba profundamente, hasta que percibía su olor interno, un soplo húmedo con gusto a entrañas que emanaba de su estómago y cuyo olor siempre me había causado admiración y asco.

La novedad de entrar en la habitación de mi tío y jugar a acercármele sin tocarlo no duró mucho tiempo. Aunque la culpa no fue de él, sino de un nuevo problema al que en un principio no di ninguna importancia, pero que no tardó en convertirse en lo único en lo que podía pensar.

Pese a que no notaba ninguna diferencia en la oscuridad si iba con los ojos abiertos o cerrados, cuando me los tapaba con las manos algo sucedía en mis adentros porque me volvía torpe y me desorientaba con mucha facilidad. No sabía por qué, pero sentía que en cualquier momento rozaría un mueble, me tropezaría con algo que me haría terminar en el piso. Por algún motivo que me llenaba de impotencia y rabia, mi cuerpo no respondía con la misma soltura que al caminar descubierta.

Y nada de aquello pasaba desapercibido para las reglas. Por unos días me pregunté si cambiarían otra vez para reflejar los nuevos descubrimientos y dificultar mis pequeños triunfos. Y cambiaron. Empecé a efectuar el recorrido unos días con los ojos vendados con una prenda de mi tío, y otros días simplemente con los ojos cubiertos con las manos.

Todas mis dudas se resolvieron una noche, al disponerme a comenzar. En medio del silencio de siempre, una gota de lluvia azotó el techo de hojalata, tres más lo hicieron luego de la primera y luego cientos de ellas. El escándalo invencible de la lluvia, tan habitual y familiar, me hizo reír, como si se tratara de una maravilla nunca antes vista. Caminé por la casa pateando el aire y agitando los puños, importándome ya muy poco si golpeaba una pared o si movía un mueble.

(Claro que me importaba. Me importaba tanto como siempre. Si no tenía a nadie a quién contarle de mis juegos, ¿a quién sino a mí misma podía tratar de engañar?)

Gracias a la lluvia, mi tío no se despertaba en toda la noche. El ruido del aguacero envolvía mis propios ruidos al recorrer la casa. Ya no me molestaba en tomar precauciones para no hacer ruido al caminar. Sin embargo, tenía que apresurarme. Estimaba que en unos nueve meses debería completar mi meta. Al cabo de ese tiempo, la estación lluviosa terminaría y yo volvería al desconcierto de siempre, nuevas reglas y cambios innumerables…

Empecé a concluir el recorrido muchas veces cada noche. Ya no me demoraba más de unos minutos en completarlo. Al llegar al último lugar de la casa, que era una esquina del cuarto de lavar la ropa, repetía el viejo ritual de dejar de respirar.

Para empezar, colocaba mis pies uno al lado del otro con el fin de afirmarme en el piso. Cuando me sentía segura, me inclinaba hacia delante y buscaba la pared con la cabeza, tratando de mantener el equilibrio en todo momento. Ya en esta posición, empezaba a sentir que había perdido mi peso natural y que podría volverme más ligera si imitaba a un pájaro o a un insecto. Con esto en mente, extendía los brazos a lo largo de mis costados y me paraba de puntillas. Debía ser muy cuidadosa porque no podía darme el lujo de caerme. Si me caía, tenía que regresar a la sala y empezar todo de nuevo.

Una vez que lograba mantener un equilibrio estable, lo primero era retraer la lengua, de forma que la raíz se me abultara contra el paladar y la garganta. Esto no era nada fácil de lograr porque tenía que contraerla con todas mis fuerzas para que se mantuviera en su lugar. Era la única forma de que la nariz se bloqueara. A partir de este momento ya no podía respirar verdaderamente, pero eso no era suficiente para mí. El siguiente paso era apretar los labios y taponarme la nariz y la boca con las manos.

A mitad del juego, el cuerpo parecía obligarme a respirar. Todo mi torso presionaba con furia hacia arriba, para exigirme abrir la boca. Muchas veces me derrotó, pero muchas otras mi empeño pudo más. Escupía, abriendo la boca apenas lo justo para librarme de los últimos restos de aire que permanecían dentro. Antes de darme cuenta, ya me escurría la saliva por las manos y la barbilla. Se trataba siempre de una saliva helada o que se volvía helada al contacto con la piel, lo mismo que los orines que me abandonaban y llegaban hasta el suelo.

Poco a poco me iba desvaneciendo. Me aturdía como una niña que se intentara levantar tras una golpiza. Pero, a diferencia de ella, yo no deseaba levantarme, más bien quería hundirme más en la noche fría del aguacero. Cuando empezaba el hormigueo, estaba cerca del final. La sensación primero se apoderaba del cuello y luego de los pechos y los brazos.

La última señal era que los oídos me zumbaban, como a punto de estallarme, y eso solo podía significar una cosa. La mujer que lucía como yo se me aparecía en los momentos menos oportunos. Conversaba conmigo sobre asuntos que no parecían tener ninguna relación unos con otros. O más bien, yo era la que conversaba. Ella sobre todo me oía y cuando deseaba comunicarse conmigo, lo hacía por medio de sus señas de siempre. Llevaba puestas unas prendas de vestir muy parecidas a las mías, pero más viejas. Tenía el cabello largo y enredado, y una mirada que dejaba ver una tristeza profunda. A veces bajaba la cabeza como pidiendo perdón y yo trataba de consolarla, pero ella no aceptaba que la consolara y mucho menos que la quisiera tocar. Antes del fin, se marchaba de la habitación y volvía unos momentos después, esta vez cargando en brazos un bebé cubierto de sangre y arrastrando el largo ombligo que se extendía por el suelo hasta perderse en la habitación de mi tío. Me lo ofrecía con desesperación (a mí, cuya mayor preocupación era morir) y no me quedaba más remedio que aceptarlo.

A veces soñaba que un día entre muchos me armaba de valor para acabar con mi tío. Echaba mano de las estrategias más peregrinas, la emprendía contra él de sorpresa y lo decapitaba o le mutilaba el sexo y se lo empotraba en la boca. Eran imágenes siniestras, pero tan vívidas que a veces me costaba diferenciarlas de la realidad. Luego pensaba mejor y me daba cuenta de que si no tenía siquiera el valor de acabar conmigo misma, sin echar mano de aquellos juegos que estaba destinada para siempre a perder, cómo podría siquiera intentar la menor cosa contra mi tío. Así me daba cuenta de que nada era real y me dejaba perder en las sombras.

Las primeras luces del día me encontraban siempre en el suelo, apretados los dientes hasta rechinar y las uñas plantadas en la cabeza. Lo insultaba todo, hasta que se me acababan las malas palabras. Al levantarme, resignada a llevar a cabo las obligaciones de la casa un día más, me consolaba con que cada día que me volvía a despertar aumentaban las posibilidades de que el día siguiente fuera el bueno.

 

 

lunes, 21 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXVIII


“Lo que dicen cuando callan” de Alejandra Laurencich
Alfaguara. Buenos Aires. 2013

EDGAR BAYLEY (Buenos Aires 1919-1990)


ABRIR LA PUERTA

me pregunto
y es una pregunta inmoral
si servirá de algo abrir esa puerta
que da al patio
a la tierra
al viento del mundo
a los pasos de la gente
me pregunto
si servirá de algo escribir
a estas horas de la noche
en el silencio de mi habitación
con la puerta cerrada
 
sería tan sencillo
me digo
abrir por fin la puerta
y asomarme y mirar
dejando que me lleven
los pasos y las sombras del camino
me pregunto si servirá de algo explicar
por qué no explico
cuando tanta palabra y confidencia
intentaron traducirme
y ponerme al descubierto
 
si servirá de algo abrir la puerta
me pregunto
y andar por el patio
por el mundo entre la gente
abrir de par en par la puerta
para que todo pueda cumplirse
como la hoja de un cuchillo al extremo de un puente
como la red y el roble que salvan la alegría al final del espectáculo
como el canto de las aguas y el susurro de la siesta
como la playa en sombras y el lecho infinito de los amantes reencontrados
 
para que todo pueda cumplirse
la luz la noche la inocencia
el nombre que pasa entre las ramas
la puerta se abrirá enteramente
se abrirá por fin la puerta
por si alguno
quiere volver a entrar o salir
o curiosear entre mis cosas
o esperarme mientras vuelvo
y si tardo y no regreso
salir al viento
y olvidarme

domingo, 20 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXVII


“Pasión India” de Javier Moro
Seix Barral. Barcelona. 2010

RONY VÁSQUEZ GUEVARA (Perú, Lima, 1987)

 
EL PARAÍSO NUEVO

Mientras astronautas, analistas y demás científicos se ocupaban de su trabajo, el agricultor de manzanas, A. y su esposa E., abordaron una nave que les salvó de la explosión terrestre.
Cuando despertaron, un paisaje desértico los rodeaba: estaban en la luna. A. previendo el hambre en el futuro, metió la mano en el bolsillo y sembró una semilla. Esta vez, intentarán burlar a la serpiente.

De: “El último dinosaurio vivo”

sábado, 19 de noviembre de 2016

DIFUSIÓN CULTURAL Presentación de TRINCHERA de Sabrina Barrego


Editorial Mar Adentro / ex Proyecto Editorial Itinerante
tiene el agrado de invitar a la presentación de TRINCHERA, 
el primer libro de Sabrina Barrego. 

El encuentro es este Viernes 18 de Noviembre, a las 21 hrs
en El Bodegón 1900 (Av. Alvear Este esq. Buenos Aires).

Presenta: Diego Bustamante Ríos 
El libro estará a la venta de manera promocional . 
Además se podrán encontrar otros materiales de la editorial. 

Los esperamos


 

TEATRO y CINE en la Biblioteca


Cineclub Libertario presenta:
Un domingo de Teatro y Cine

“ADOCTRINAJE” y “SOLAMENTE UNA VEZ”

con las actuaciones de Ana Paula Alonso, Leonel Zamarian, Nuria Alonso y Noelí Cánepa

“NO ME AMA” cortometraje de Martín  Piroyanski

Domingo 20 – Hora 20

Los Esperamos

LECTURA SUGERIDA CCLXXV


“Cuentos de monstruos, brujas y ogros” de Fernando de Vedia
Ilustraciones: Pablo Pina
Colección: “Vuelta de Página”
Atlántida. Buenos Aires. 2015

LECTURA SUGERIDA CCLXXVI


“Amor” de Isabel Allende
Sudamericana. Buenos Aires. 2012

JORGE ARIEL MADRAZO (Buenos Aires, 1931-2016)

MI PRIMA RENÉE

Desde niñita supo que no se debe comer con las manos. Hoy, ya adulta, antes de sentarse a la mesa se despoja, con infinito celo, de ambas manos y las deja a buen recaudo sobre el perchero o la silla más próxima.
 
De “Yo no sé qué hago con vos que sos pobre y no sabés francés” (2016)

viernes, 18 de noviembre de 2016

FERNANDO CLEMOT (España, Barcelona, 1970)

 
 Y LOS AHOGADOS

“Je reviendrai, avec des membres de fer, la peau sombre, l’oeil furieux: sur mon masque, on me jugera d’une race forte. J’aurai de l’or”.�
(Regresaré, con miembros de hierro, la piel oscurecida y la mirada furiosa: a juzgar por mi máscara pensarán que soy de una raza fuerte. Tendré oro.)
Une Saison en Enfer: Arthur Rimbaud
 
y los ahogados desaparecen en el agua cuando se quedan sin resuello, entonces el cuerpo se les aploma y se hunden hacia el fondo y pasados los días emergen para recordarnos que estaban allí, como un tronco que estuviera embarrancado en el cieno, la naturaleza es sabia también para eso y hace que vuelvan a salir, ¿recuerdas la historia de tu suegro José María?, fue el único que salió vivo de aquella partida de hombres que iban en una barca cruzando el río, murieron siete, todos menos él, no es el agua un elemento en el que nos movamos bien, flotamos a trompicones y con esfuerzos, como si tuviéramos una pataleta de críos, si dejas de moverte el agua te manda al fondo porque no nacimos para entrar en el mar, ni en los ríos, que están llenos de sifones, corrientes y simas, ¿sabes cuánto aire cabe en los pulmones de un hombre?, una botella como la que has traído con el aceite, cinco litros, si dejas escapar una cuarta parte es suficiente para que te vayas al fondo, así es, no nos movemos bien en el agua aunque queramos imitar a los peces, tenemos los huesos pesados y llenos de salientes, como una zarza, arrastramos lastre en las rodillas, en los codos y en cuello, tenemos huesos gruesos y ceñudos, extraños como la pelvis o la rótula, otros pesados y con nombres bíblicos como el hueso sacro y el ilión, juntos forman un aguijón y guardan el recuerdo del animal que fuimos, también es un hueso árido y pesadísimo el calcáneo, que es como una espuela rodeada del rosario de huesos de los pies, pues con toda esa armadura a cuestas tratamos de mantenernos a flote, no he conocido ningún hombre que pueda estar más de una noche nadando o flotando en el agua, no es ese nuestro destino, Antonio, nuestros pulmones no son ligeros, son densos, están lastrados de sangre y de tubos, hasta nuestros genitales pesan y nos lleva al fondo, y podría seguir diciéndote más, ¿qué ocurre con nuestra piel cuando está mucho tiempo en el agua?, se avejenta como una pasa, ¿has visto algún ahogado, Antonio?, seguro que sí, tuvimos la desgracia de ver muchos en la guerra y también aquí cerca, en el río, que aquí despacharon a algunos y vimos cómo quedaban, pasados unos días el agua lo cuartea todo y las carnes se abren como si hubiera pasado una yunta por encima, se abotarga y cambia la expresión, el hombre se transforma en un fardo, como una bota hinchada de vino, es un espectáculo que no recomiendo a nadie, somos un animal muy frágil en el agua, Antonio, los sabios dicen que hace millones de años que salimos de allí y por eso todo nuestro organismo está ya organizado a imagen y semejanza de la tierra, somos parte de ella, reflejamos lo que nos rodea, nos hemos endurecido y resecado como ella, si lo observas somos un ser hecho a piezas, como un mecano con el que juegan los críos, sí, con sus articulaciones y rigidez en los giros y esos juguetes de hojalata aguantan muy mal en el agua, nuestra garganta también es débil, la tráquea no tiene la rigidez que debiera, con ese nudo grueso ahí que forma la nuez y que nos recuerda nuestro pecado y nos dice también que estamos atados a la tierra, en muchas partes bastaría con un apretón para quebrarlos, las muñecas, los parietales, las costillas, y si se desbarata esa pieza se rompe el puzle, somos un mecano al que le faltan piezas, con tres vasos de agua o cuatro sin respirar habría suficiente para ahogarnos, los peces están preparados para nadar, ¿has probado de mover la raspa de cualquier pescado?, hasta la del pez más grande que hayas visto apenas pesa, por dentro están llenos de salientes, como una zarza, pero también de aire, su raspa es un soplo de viento mientras que nuestro cuerpo es un laberinto de pesos y junturas, como si lo hubieran soldado para que no nos moviéramos de la tierra y si te digo la verdad creo que Dios nos hizo así por algún motivo, te contaré una historia que no conoce nadie, Antonio, yo creo que fui un buen nadador, di un curso de natación antes de la guerra, en Madrid, en las piscinas La isla y me aficioné sin tener en cuenta los peligros, creía que nadaba bien así que siempre que iba de viaje buscaba un lugar con playa, pensaba como tú, estaba harto de este sol, de la dureza de este clima, de asarme en verano y helarme en el invierno y por eso solía ir a Biarritz o a Santander en los veranos y también a la Costa Brava y así fue hace unos veinte años que fui a la isla de Madeira con mi mujer, es una isla portuguesa en mitad del Atlántico, allí no tienen apenas playas de arena y suelen darse los baños en lo que ellos llaman piscinas naturales que son calas de agua de mar que han cerrado al mar abierto y donde no hay oleaje ni peligros, pues bien con mi mujer estuvimos en una de estas, a las afueras de la capital, solía ir con unas gafas de buceo y mirando el fondo, en esa isla hay mucha pesca y tienen unos bonitos rincones y como la piscina no daba para mucho decidí salir fuera y recorrer el perímetro del dique mirando a ver qué veía, y de ida fui bien, estuve bordeando unos roquedales muy hermosos donde había un banco de peces entre unas gorgonias, me entretuve, debía ir a favor de corriente por lo que nadaba rápido y sin problemas, cuando me di cuenta estaba mucho más lejos de lo que pensaba y traté de volver, avancé algo, estaba a la vista de la gente que estaba en la piscina pero no conseguía llegar al malecón, una corriente que era como un brazo me llevaba mar adentro, las olas que antes no notaba ahora me cubrían la nariz y los ojos, me desesperé, solté las aletas y me lancé a nadar como un loco, veía a la gente pasear por la orilla del dique, gritaba pero no me oían, el romper de las olas se comía cualquier sonido, tras un buen rato luchando contra la corriente me dejé ir, pensé en lo estúpido que era morir ahogado a la vista de la gente y me dejé ir, al final la corriente que me llevaba mar adentro cambió y me arrastró contra unas rocas, me golpeé las piernas y las manos, me llené de heridas pero pude salir de allí, ni a mi mujer le conté con detalle qué había pasado y nunca más he vuelto a ir a la playa, entendí la lección y aquello que me había parecido un juego casi acaba conmigo, el mar es así de traidor, dentro de él hay corrientes, fuerzas que no vemos que son como los brazos de una docena de hombres que te llevan al fondo, recela siempre del agua, Antonio, no es nuestro medio, expulsamos siempre el agua, nuestro cuerpo la filtra y la echa fuera, la orina, el sudor, los humores y las secreciones, nuestro cuerpo las deja bajar hacia el fondo de su pozo ciego, no las retiene, y si las conserva mueres hinchado, como esos enfermos horribles que mueren del hígado, por la hidropesía, ¿viste cómo murió Palomo?, háblale a él de los beneficios del agua, el mar es un elemento de muerte, se han hundido barcos enteros con centenares de hombres, estando en Santander oí que alguna tempestad se llevó a doscientos marineros en una tarde, habla con un pescador y verás que te dice, el yugo al que les somete el mar es mucho peor que el que nosotros tenemos con la tierra, Antonio, sería macabro enseñar a tus hijos un elemento de muerte, sería como llevarlos a ver un fusilamiento o mostrarles un garrote vil ensangrentado, olvida esa idea de ir con tus hijos a ver el mar, les ahorrarás sufrimientos, ve con ellos a un sitio más hermoso, no sé, Aranjuez, El Escorial, Toledo, ya verán el mar cuando tengan necesidad, no por capricho, quizá crees en ellos un hábito, un cebo del que te arrepientas, debemos mirar hacia arriba, hacia arriba, Antonio, al aire, al cielo tan hermoso que nos rodea, quizá mirándolo al revés nos demos cuenta que este campo, el pueblo, las ciudades, nosotros, son el fondo de algo mucho más grande y hermoso, de que en realidad vivimos en el fondo de un océano de aire, que el verdadero océano lo tenemos sobre nuestras cabezas y que el otro no es más que aguas muertas, charcas llenas de cieno y delirio
 
De “La lengua de los ahogados” (2016)


LECTURA SUGERIDA CCLXXIV


"Mamá” de Jorge Fernández Díaz
Sudamericana. Buenos Aires. 2011

ALEJANDRA PIZARNIK (Buenos Aires, 1936-1972)

 
DEVOCIÓN

Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y sentados a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca  estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.
-Toma un poco de vino –dijo la muerte.
La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té.
-No veo que haya vino –dijo-.
-Es que no hay –contestó la muerte-.
-¿Y por qué me dijo usted que había?-dijo-.
-Nunca dije que hubiera sino que tomes –dijo la muerte.
-Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo –respondió la niña muy enojada.
-Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada –se disculpó la muerte.
La muñeca abrió los ojos.

miércoles, 16 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXIII


“El gato de la vecina” de Liliana Cinetto
Ilustraciones: Alina Calzadilla
Colección” Empezar a Leer”
Longseller. Buenos Aires. 2014

ÁNGEL GONZÁLEZ (España 1925-2008)


ME BASTA ASÍ


Si yo fuese Dios 
y tuviese el secreto, 
haría un ser exacto a ti; 
lo probaría 
(a la manera de los panaderos 
cuando prueban el pan, es decir: 
con la boca), 
y si ese sabor fuese 
igual al tuyo, o sea 
tu mismo olor, y tu manera 
de sonreír, 
y de guardar silencio, 
y de estrechar mi mano estrictamente, 
y de besarnos sin hacernos daño 
—de esto sí estoy seguro: pongo 
tanta atención cuando te beso—; 
entonces,
si yo fuese Dios, 
podría repetirte y repetirte, 
siempre la misma y siempre diferente, 
sin cansarme jamás del juego idéntico, 
sin desdeñar tampoco la que fuiste 
por la que ibas a ser dentro de nada; 
ya no sé si me explico, pero quiero 
aclarar que si yo fuese 
Dios, haría 
lo posible por ser Ángel González 
para quererte tal como te quiero, 
para aguardar con calma 
a que te crees tú misma cada día 
a que sorprendas todas las mañanas 
la luz recién nacida con tu propia 
luz, y corras 
la cortina impalpable que separa 
el sueño de la vida, 
resucitándome con tu palabra, 
Lázaro alegre, 
yo, 
mojado todavía 
de sombras y pereza, 
sorprendido y absorto 
en la contemplación de todo aquello 
que, en unión de mí mismo, 
recuperas y salvas, mueves, dejas 
abandonado cuando —luego— callas... 
(Escucho tu silencio. 
Oigo 
constelaciones: existes. 
Creo en ti. 
Eres. 
Me basta).

 

martes, 15 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXII


"Caminos de la Fábula” (Antología)
Compiladora: María de los Ángeles Serrano
Ilustraciones: Juan Manuel Lima
Colección” Los libros de Boris”
Colihue. Buenos Aires. 2004

MARÍA CRISTINA RAMOS (Mendoza, San Rafael, 1952)


PARA DORMIR A UNA VAQUITA

Duerma la vaquita 
de la primavera, 
que trepa las hojas 
de la enredadera.
Verdes son las hojas, 
verde la escalera,
por si cae rodando, 
por si se cayera.
Por si se cayera 
en una vereda
que lleva a la puerta,
la puerta de afuera,
la que da a la calle,
la que da al jardín
adonde florece
la flor del jazmín,
que tiene una hamaca
que nadie tejiera 
con agua de sueño,
con agua viajera,
para la vaquita 
de la primavera.

DIFUSIÓN CULTURAL: SÁBADO AL NATURAL


AVISTAJE DE AVES
RECORRIDO CULTURAL - CHARLA - FOTOGRAFÍA

Una sugerencia diferente para el próximo sábado.
A través del Plan de Gestión de El Trapal, desde la Dirección de Gestión Ambiental de la Municipalidad de General Alvear se informa que se ha invitado al Club de Observadores de Aves de Potrerillos que vendrá a dar una capacitación, con el fin de que se pueda crear un Club de ese tipo en Alvear, el sábado 19 de noviembre a las 15:00h. El curso estará dirigido al público en general: fotógrafos aficionados, prestadores de servicios, profesores, estudiantes, curiosos de la naturaleza y del patrimonio alvearense.
Se sugiere: llevar libreta, binoculares, cámara fotográfica, ropa de colores claros.
Mayores informes: dirigirse a la Dirección de Gestión Ambiental -a cargo del señor Carlos Pía- en la Municipalidad local.

lunes, 14 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXXI


Raíz Salvaje. El cántaro fresco” de Juana de Ibarbourou
Ilustración de tapa Silvio Baldessari
Colección “Biblioteca Clásica y Contemporánea”
Losada. Buenos Aires. 1971

MARIO BENEDETTI (1920-2009)

 
TODO LO CONTRARIO

-Veamos –dijo el profesor-. ¿Alguno de ustedes sabe qué es lo contrario de IN?
-OUT – respondió prestamente un alumno.
-No es obligatorio pensar en inglés. En Español, lo contrario de IN (como prefijo privativo, claro) suele ser la misma palabra, pero sin esa sílaba.
-Sí, ya sé: insensato y sensato, indócil y dócil, ¿no?
-Parcialmente correcto. No olvide, muchacho, que lo contrario del invierno no es el vierno sino el verano.
-No se burle, profesor.
-Vamo a ver. ¿Sería capaz de formar una frase, más o menos coherente, con palabras que, si son despojadas del prefijo IN, no confirman la ortodoxia gramatical?
-Probaré, profesor: “Aquel dividuo memorizó sus cógnitas, se sintió fulgente pero dómito, hizo ventario de las famias con que tanto lo habían cordiado, y aunque se resignó a mantenerse cólume, así y todo en las noches padecía de somnio, ya que le preocupaban la flación y su cremento.”
-Sulso pero pecable –admitió sin euforia el profesor.

domingo, 13 de noviembre de 2016

LECTURA SUGERIDA CCLXX


“Cuando éramos felices” de Isidoro Blaisten
Colección “Biblioteca Breve”
Seix Barral. Buenos Aires. 1992

ALFONSINA STORNI (1892-1938)

 
DOS PALABRAS

Esta noche al oído me has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas. Palabras
que de viejas son nuevas.
 
Dos palabras tan dulces que la luna que andaba
filtrando entre las ramas
se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras
que una hormiga pasea por mi cuello y no intento
moverme para echarla.
 
Tan dulces dos palabras
que digo sin quererlo -¡oh, qué bella, la vida!-
Tan dulces y tan mansas
que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman.
 
Tan dulces y tan bellas
que nerviosos, mis dedos,
se mueven hacia el cielo imitando tijeras.
Oh, mis dedos quisieran
cortar estrellas.

sábado, 12 de noviembre de 2016

CINECLUB LIBERTARIO


Cineclub Libertario presenta:
NOVIEMBRE con CINE ARGENTINO

Este domingo 13  a la hora 20: “El ciudadano ilustre“ dirigida por Gastón Duprat y Mariano Cohn, con guion de Andrés Duprat y protagonizada por Oscar Martínez junto a la actuación de Andrea Frigerio, Dady Brieva y Belen Chavanne, entre otros.

La película se presentó en la sección oficial de la 73ª edición del Festival de Venecia, donde Oscar Martínez ganó la Copa Volpi al mejor actor y el Premio del Jurado Joven. También ha sido galardonada con el Carmel a la mejor película en el Festival Internacional de Haifa. Fue seleccionada para representar a Argentina en la categoría de Mejor película de habla no inglesa de la 89.ª edición de los Premios Óscar y a nominada, también, a los Premio Goya (España).

Los esperamos.