Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

lunes, 18 de septiembre de 2017

OMAR OCHI (Mendoza, 1988)

 
ESTRATEGIA CERO

  En una montaña de la Antártida, el guerrero enfrentó al legendario monstruo de las nieves. Fue una batalla de una hora. Al principio, la victoria parecía estar en las garras de la bestia blanca y velluda. No obstante, el guerrero sacó de la vaina de su espada un teléfono, fotografió a la criatura, le mostró el retrato y, ésta, al mirarse de frente, huyó aterrada y cayó desde aquella altura hasta la boca de un hombre que siempre les cuenta esta historia a sus hijos.

De: “Sesenta relatos para leer en la fila los desesperados” (libro en proceso de edición)

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Hoy te recomendamos leer a VERÓNICA GERBER.
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domingo, 17 de septiembre de 2017

CRISTINA MATAS CASANOVA (España,Barcelona,Sitges)


FE

Tengo mucho tiempo. Pienso en Dios, en la Biblia. En el horizonte, aparece el Arca de Noé, los cuellos sobresalientes de las jirafas.

Quizá sería bueno encender una hoguera para llamar su atención. No se dice que Noé recogiera a nadie, pero quién sabe, tenemos la eternidad por delante.

De: “Una isla desierta” (2017)

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Hoy te recomendamos leer a ENRIQUE SOLINAS.
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sábado, 16 de septiembre de 2017

DÉBORA BENACOT (Mendoza, 1976)


MALA PRAXIS

A falta de vástagos humanos

adoptamos una lagart-hija

apareció espontánea

regalo de los dioses que soplaron Zonda

vivió un par de meses

en la bacha del patio

allí tenía agua, el amparo de los caños

igual, le hicimos un refugio

con el cartón de una caja

la alimentación intentó ser balanceada

alguna que otra vez, le llevamos larvitas

o pequeñas arañas

incluso dejamos, como cebo, la cáscara amarilla

de una fruta que atrajera otros insectos

era algo tímida,

pobre,

cuando la visitábamos, huía

por eso respetamos su espacio

y la quisimos

con todo nuestro amor

a la distancia

duró lo que duró

hasta que un día

la encontramos

muertita, debajo del cartón

adherida a la pileta, occisa

su fina piel sobre el metal:

sticker del horror

de nuestra inexperiencia

como padres.


De: “Ácaros al sol” (2011)

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Hoy te recomendamos leer a PER FREDERIK WAHLÖÖ.
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jueves, 14 de septiembre de 2017

ROBERTO TCHECHENISTKY (Buenos Aires, 1940)


EL QUÍA

El quía era un tipo común. Petizo y chueco, sesentón, con caripela amarronada de tano del sur coronada con pelo crespo, canoso y abundante. Los que llamaban la atención eran sus ojos negros, que junaban con desconfianza y con bronca. Una bronca que lo envolvía. Una bronca que despuntaba en sus entrañas, que se podía tocar, se podía oler y subía hasta reventar en su mirada.

El quía tenía una historia común. En el ´94 lo cazó la pálida, cuando a la Empresa donde laburaba la compraron los brazucas. Lo rajaron y se quedó de araca, con una merda de indemnización. El boga todavía seguía el pleito para cobrársela. Ahora le faltaban algo menos de cinco años para el jubileo, y paraba la olla con changas o de busca en los trenes.

-No cargués, que estoy en la vía – contestaba el quía cuando lo querían gastar.

El boga le batió que en aquel año yeta, el ’94, “Sandy Jors”[i] había hecho votar una ley que habilitaba al Gobierno para rapiñar los morlacos que le habían sableado en cada quincena para que “cada trabajador argentino reciba un retiro digno en su vejez”, como había dicho El General.

Entre chamuyo y chamuyo, el tordo le garabateó unas instrucciones y la dirección, para hacer el trámite de la “jubilación anticipada”, como dijo que se llamaba y de la cual, le aclaró, por sesenta meses algo le iban a descontar.  El quía lo puso adentro de la carpeta, que sobaqueó al tomársela. ¡Sesenta meses cobrando chauchas! Como frutilla de la torta escuchó, desde la escalera, cuando el boga le gritó que le diera las gracias al Barba si le liquidaban algo más que la mínima.

– ¡Si me la hubiera juntado yo en efete! ¡Leyes de mierda!, todo por ser derecho.  En este país, hasta hoy, se labura en grone, y la joda sigue igual.  Aquel exMinistro garca se las piró del país, bien forrado. Ya lo dijo allá por el ´30 Discépolin, cuando yo ni siquiera había nacido, ”Todo sé igual, nada es mejor…”.

La reunión en el bufete lo había dejado hecho pelota. Siguió carburando que, con aquella ley, la guita que se había hecho humo era un toco. Ciento ciuncuenta lucas era el número que cantaba la carpeta en la que había encanutado toda su historia de laburante. Treinta y pico de años, ¡carajo!, y el Turco junto con el turro pelado ese se habían pasado todo por el upite. Se acordó cuando en la tele lo vió al dolape lagrimeándole a una veterana que le tiraba la manga para los Pami Boys. Pero ”la papa” se la morfó,  y  nunca le pudo rascar un mango.

– Cach’en dié!, me garcaron. Mejor me largo a chorear.

Esa cantilena le martillaba la sabiola, y sentía al bobo que se le quería pìantar del pecho. Lo decidió. Desde lo del tordo se tomó el subte y fue hasta Constitución a ver a un gomía que era de la pesada de Villa Diamante. Lo encontró y le mangueó un fierro a cambio de una gruesa de alfajores Jorgito, los que él vendía como busca. El punto agarró viaje, e hicieron el cambiazo en el biorsi de la Estación al otro día muy temprano. El flaco le advirtió.

– Ojo al piojo, que ir de caño no es joda – y le regaló un cargador lleno. – De buena onda, por cábula – le batió. En el bondi, yendo a hacer el trámite que le había indicado el boga, acarició el bufoso guardado en el bolsillo de la parka.

-‘Tamadre, ¿parka? Si uso campera…¿¡Parca!?

Se le apareció la huesuda al toque. Creyó que se estaba pirando. La vio patente y sintió como lo chapaba de la mano y lo arrastraba hacia ella, abrazándolo con fuerza, hasta que lo rozó la tela de la mortaja negra. Se le vino la noche.

El colectivo frenó de golpe. Se le cayó la carpeta, pero se despabiló y la cazó al vuelo. Se bajó justo frente a la puerta del edificio. Era grande y de bronce y le pareció la cueva misma de Alí Baba y, brillando adentro, las ciento cincuenta lucas. Tenía la boca seca. Entró y sacó número. Junó el numerador electrónico y relojeó su papelito. Faltaban tres, y le tocaba a él.

Ahí nomás dio la vuelta y rumbeó para la salida. Mientras se iba, cazó la carpeta con las dos manos y la hizo bolsa. Tiró los papeles en el canasto, y con el pelpa de las instrucciones que le había dado el tordo hizo una pelotita arrojándola al piso, adonde no llegó porque la pateó al voleo.

– Anticipada, las pelotas. Esta jubileta roñosa me va a hacer crepar en cuotas. Si la Parca se me aparece cuando estoy de caño, que venga de una.

El quía estaba contento. Ya no junaba con bronca, ni el bobo le golpeaba el pecho.

Saliò a la avenida y caminó oliendo a la primavera. Iba silbando bajito.

 
[i] ”Sandy Hors”: Del inglés “Sunday Horse”: Domingo Cavallo

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Hoy te recomendamos leer a LAIA JUFRESA.
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miércoles, 13 de septiembre de 2017

VANESSA PÉREZ MORENO (Venezuela, Maracaibo, 1992)

 
Carta 1

Encenderé una vela para decirte adiós, papá.

Tus memorias desmembradas ya han huido. Tu piel de pino envejeció. No quedan rastros. Papá, tu niña linda se ha perdido. Me convertí en una mujer que sangra y grita, que se toca y se presiona y se disfruta. Una mujer que no camina ya de espaldas. Papá, vivo en una casa que me habla, que me insulta y me hiere y me desarma. Una casa que es pasado y sólo casa. Papá me enamoré en una ciudad que no me pertenece, una ciudad de aire, de ruido y de baile. Ciudad que significa sólo un hombre, un hombre que no eres tú, pero me quiere. Así ves, papá, cómo he crecido, ya tengo pechos y orgasmos y ambiciones. Soy exactamente eso que nunca has visto.

Soy más que una extranjera enamorada
veo más allá de los libros y las tallas
soy más que las ciudades y las máscaras.


Soy, ese puente en el que te has ido.


De: “Vientos de Mayo” (2015)

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