ALFABETO
Casi india, casi vieja,
piel golpeada por soles despiadados,
se sentaba en el borde de la silla
pidiéndome perdón por su ignorancia.
Prendíamos la lámpara como un símbolo.
En su mano ensanchada
toda callosidad era un agravio
para el lápiz tan fino,
para el inmaculado campo del cuaderno.
Horas tras horas mi empecinamiento
le metía palabras en la boca.
Los dedos se ablandaban
y la eme fue madre
y la ce campo
y la pe pasto, potro, puño, pelo.
Un día tomó el diario,
infantilmente desmenuzó las sílabas,
mordió vocales en un rompecabezas deslumbrante.
Le temblaron en el final los labios.
La abracé, agradecida.
Nunca se imaginó que aquel día me hizo lámpara.
NORA LARRANDART
Nota: El texto seleccionado fue tomado del Suplemento “Clarín cultura y nación”, Diario Clarín, Buenos Aires, 28 de Julio de 1983.
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