POTESTAD DE LA NIEBLA
No es solamente el rostro de la noche,
su columna ferviente, enamorada
de los profundos atrios
y húmedas baldosas que florecen.
No es el miedo tan sólo
del oscuro viajero de la lluvia
que se ha parado al borde del desierto
y ha perdido su árbol,
mientras bajan del tiempo, de repente,
los remotos estadios del silencio.
Niebla,
cadáver de la luz,
antípoda del trueno,
sonámbula leyenda del olvido.
Es a veces también
duro oficio del sol.
REFERENCIA
Quedar así,
determinando el cielo de todos los veranos
como una referencia milenaria.
Bordear el silencio
y dejarlo dormido porque es tan viejo
que solo tiene vida cuando duerme.
Pero quedar, quedarse.
Permanecer asido a los crepúsculos
como un brujo del clima,
vigilando el origen de la savia
y los aconteceres de la lluvia.
Morir es traicionar al nacimiento.
INDICIO
Estas reminiscencias de cenizas
que pugnan el retorno a la madera
andan desamparadas bajo una luna de agua.
Aquí está la frontera de árbol y el aroma.
Más allá discurrieron
los tardos ríos de la madrugada
crecidos de fogatas medulares.
Pero los desterrados regresarán un día
a asombrarse en los cántaros más altos de la tierra?
Por este cuerpo anduvo alguna boca antigua:
todavía
puedo oir el tumulto de un verano
que se resiste a sepultar sus pájaros.
ENRIQUE GAMARRA
Nota: Los textos seleccionados fueron tomados del suplemento “Clarín cultura y nación”, Diario Clarín , Buenos Aires, 30 de Junio de 1981.
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