Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

viernes, 31 de marzo de 2017

GABRIEL RAMOS ZEPEDA (México, México DF, 1952)


BENEFICIOS DE LA ESCRITURA PARA SANAR TU INTERIOR SEGÚN LA PSICOLOGÍA

La creación artística es una cualidad que posee el ser humano, basta con observar la Historia de la Humanidad para darnos cuenta que siempre hemos tenido la necesidad de comunicarnos, actividad que el arte cubre de manera única y diferente; comenzamos con representaciones pictóricas en las cavernas; posteriormente se dio origen al lenguaje y  se creó el alfabeto. Después de esto, las formas de comunicación han evolucionado, se han transformado y cambiado, siempre teniendo como eje central un tema: la expresión de aquello que vive dentro de nosotros, y  tal vez sea la escritura el medio al que más recurrimos.

Escribir tiene muchos beneficios, entre otros, podemos encontrar que obliga a verbalizar lo que nos ocurre, tanto de manera externa como en nuestro interior. Al plasmar estos pensamientos pasan de ser abstractos a tomar forma y nos permite tomar distancia de la situación, al mismo tiempo que esto nos ayuda a reflexionar y a tratar de encontrar solución a los problemas que se nos presentan.

    La escritura terapéutica nos brinda la posibilidad de acceder a nuestro potencial natural creativo, así como a descubrir nuestras emociones y pautas de pensamiento inconscientes. Con lo anterior se contribuye a reducir el estrés mental, reforzar la autoestima e incluso a fortalecer el sistema inmunológico. En definitiva, se pueden conseguir beneficios tanto a nivel psicológico como a nivel físico en general.

  Se pueden diferenciar tres procesos en la realización de esta terapia:

Preescritura 

Durante esta primera etapa el terapeuta asesora al receptor de la terapia para encontrar los medios y  formas de desarrollar su trabajo de escritura.

Escritura

Es el proceso de escritura en sí mismo, el cual configura la catarsis, donde el receptor de la terapia libera sus emociones y pensamientos en el papel.

El proceso o lectura 

Este punto consiste en analizar e interpretar lo escrito.

Durante los tres procesos mencionados tienen lugar actividades terapéuticas como el ordenamiento, la identificación, el reconocimiento y la regulación de lo que sentimos y pensamos. Encontramos funciones relacionadas con la reflexión y autorregulación emocional que nos permiten, como testigos, observar nuestros propios miedos, obsesiones, fobias, traumas, prejuicios, valores, etc.

Escribir experiencias traumáticas, un diario personal, nuestros sueños, poemas, relatos, una carta imaginaria a un amor del pasado o la simple escritura automática e instintiva nos pueden ayudar a saber más de nosotros mismos, a cambiar patrones de pensamientos, a transformar lo negativo en positivo, a realizar nuestra creatividad e imaginación dando forma a la experiencia, dándole, en resumen, sentido ético y estético a nuestra vida.

Uno de los mayores beneficios que tiene la escritura terapéutica es el desbloqueo emocional. Al igual que cuando hablamos, al escribir realizamos un ejercicio cuya dirección va de adentro hacia afuera, de esta manera liberamos lo que llevamos dentro, efectuamos un desbloqueo emocional muy intenso, ya que nos adentramos en regiones de la mente que necesitaban un lenguaje para ser manifestadas y, por consiguiente, reconocidas. Al hacer consciente lo inconsciente logramos sanarnos; lo que antes era un miedo irracional o una acción neurótica y compulsiva puede convertirse en un hecho cuyas causas quedan desveladas y así accedemos a comprender el origen latente del bloqueo.

Algunos ejemplos de grandes autores que resolvieron, a través de la escritura, padecimientos y situaciones traumáticas son:
   
Jorge Luis Borges

El escritor argentino escribió su relato “Funes el memorioso” a consecuencia de un problema de insomnio. Borges confesó que –tras escribir ese texto- se liberó del insomnio. Utilizó la escritura como una vía de autoterapia mediante la cual logró dar salida a las causas que producían su trastorno del sueño.

Isabel Allende

La escritora chilena cuenta que su novela “Paula” le ayudó de manera significativa a sobrellevar el dolor que le causó la enfermedad terminal de su hija, pues lo único que le permitió no hundirse en la depresión y la tristeza fue escribir lo que le sucedía en ese momento y hablar de su vida, de Paula y de todos los dolores y emociones que vivía durante esa terrible experiencia.

Dorothy Allison

 Esta escritora estadounidense, cuyos textos se basan en temas como abuso sexual, abuso infantil, acoso escolar, feminismo y lesbianismo, contó que su texto “Bastardo fuera de Carolina” (Bastard out of Carolina) está basado en la historia de cómo ella fue abusada a los cinco años por su padrastro.

Junot Díaz

El escritor dominicano y estadounidense, ganador del premio Pulitzer y autor de “Drown”, señala que escribir le permitió volcar en ella las pérdidas que vivió a causa del colonialismo, la migración, la pobreza y el dolor por la enfermedad de su hermano.

Jay Neugeboren

 El autor de “Imagining Robert: my Brother, Madness and Survival” relata cómo la escritura lo ayudó a entender sus sentimientos en relación a la enfermedad mental de su hermano.

James Ellroy

El autor de las novelas en las que se basan los éxitos cinematográficos “L.A. Confidential” y “La Dalia Negra” , confesó que se convirtió en escritor debido al asesinato de su madre.

Kenzaburo Oe

El segundo japonés ganador del premio Nobel de literatura, en 1994, fue profesor visitante de El Colegio de México de marzo a julio de 1976. En la novela “A Healing Family”, describe la difícil situación por la que pasó su familia a partir del nacimiento de su hijo discapacitado Hikari.

Alice Walker

 La escritora afroamericana y ganadora del premio Pullitzer, encontró el alivio a sus profundas depresiones producidas por la ceguera parcial que su hermano padece a causa de un accidente del cual sus padres la responsabilizan.

Janet Frame

La novelista, escritora de cuentos y poeta neozelandesa tuvo una infancia marcada por la forma violenta en que su padre la trataba, sufrió la muerte por ahogo de dos hermanas y estuvo mal diagnosticada de esquizofrenia, el cual la llevó a estar ocho años internada y recibir más de 200 tratamientos de electroshock. Continuamente escribía hasta que un día tuvo la oportunidad de enviar su trabajo a un concurso. Este hecho no permitió que fuera sometida a una lobotomía, ya que ganó el primer premio.

Imre Kertész

 Este escritor húngaro, sobreviviente a los campos de concentración en la Segunda Guerra Mundial, fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura en el 2002. Sin duda, la escritura lo ayudó a decantar todo lo que tenía en su interior después de dicha experiencia: “No poseo otra identidad que el escribir”, confesión que dejó claro ese hecho.

También los poetas Joan Margarit, Antonio Machado, José Ángel Valente, Jorge Manrique, entre otros, utilizaron la escritura para salvarse a sí mismos de su propio sufrimiento ante la muerte de un ser querido. En definitiva, experiencias traumáticas y padecimientos que son enfrentados en el papel, comprendidos y liberados.

La escritura expresiva no sólo ayuda a los pacientes de algunas dolencias graves, sino que beneficia a personas con traumas psicológicos. Las palabras plasmadas permiten comunicarnos con los demás y también con nosotros mismos. Esta práctica alivia de alguna manera los dolores del cuerpo y cierra las cicatrices del alma.

**
A veces sólo necesitamos tomar un pedazo de papel, un lápiz y permitir que nuestro ser interior se exprese a través de las palabras, por esa razón te compartimos  razones para escribir todos los días y cambiar tu vida.

 
Nota: el autor del presente trabajo de divulgación es escritor y  Licenciado en Psicología Educativa por la Universidad Nacional Autónoma de México.

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jueves, 30 de marzo de 2017

SUSANA LOBO (Córdoba, 1947)


DEVENIR

Hoy llueve en las estaciones del alma.
Hojas amarillas
se arrinconan en la niebla.
Hoy llueve
en el invierno del presente
cuando el vidrio del pasado
dibuja el rostro de mi madre.
Hoy llueve
y mis pies, clavados en el tiempo,
llevan astillas en la orgía del fracaso.
 
En la casa
los ojos sin fondo del futuro
espían
las huellas de mis pasos.

De: “Pastor del desierto” (1992)

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miércoles, 29 de marzo de 2017

GINÉS CUTILLAS (España, Valencia, 1973)


EL ORÁCULO
 
El cursor parpadeaba delante de mí inquiriendo la pregunta, el aburrimiento hizo el resto. Escribí en el buscador «sentido de la vida», y allí que devolvió un solo resultado, escueto, preciso, unívoco, absurdo, como no podía ser de otra manera.
         A continuación se me ocurrió otra pregunta, «¿cómo desaparecerá la Humanidad?». Y otra vez un solo resultado con toda clase de detalles: fechas, términos científicos de sismología, nombres de plagas, efectos climatológicos con su explicación detallada y animaciones de distinta índole, siempre con fuego por todos lados.
         Aliviado al ver que el Fin del Mundo no me alcanzaba, hice una búsqueda, digamos, más mundana: «¿Me engaña Lidia?». Junto a la respuesta toda clase de detalles de fechas y horas, duraciones, enlaces a perfiles de redes sociales de al menos ocho hombres distintos, cuatro de ellos vecinos, y lo más humillante: enlaces a posturas del Kamasutra, a saber, el pájaro prisionero, el puente de madera, el escandinavo, el visitante, defensa amorosa, dulzura oriental, la cruz noruega… En fin, treinta y nueve posturas acompañadas de sus treinta y nueve videos extremadamente explicativos. También un enlace a los toros de lidia.
         Hace dos semanas que escribí la última pregunta en el buscador. Todavía no he reunido el valor suficiente para asomarme a la pantalla.
 
De: “Vosotros, los muertos” (2016)

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NÉLIDA CAÑAS (Córdoba, Arroyo Cabral, 1949)


ANTEOJOS OSCUROS

ahora que uso anteojos oscuros
y puedo mirar sin que me vean
y llorar sin que tampoco me vean
soy todavía la impúdica observadora
y la desolada niña de las fotos 
que siempre parece a punto de llorar

ahora puedo comprarme 
una pequeña escultura en onix
o una rama tallada
y llenar un vaso con agua
para las violetas del jardín
o glasear las verduras
que comeré junto a los que amo

ahora que sé que voy a morir
cuando mi tiempo se cumpla
y tal vez ni siquiera lo sospeche
ahora es cuando sé que la vida
es triste y hermosa
y a veces cabe
en un vaso sencillo de agua clara

De: “Mariposas de Pekín”(2012)


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Hoy te recomendamos leer a EDGARDO COZARINSKY.
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lunes, 27 de marzo de 2017

NICOLÁS PEÑA POSADA (Colombia, Bogotá, 1991)


Salto. Estoy fuera.
En la otra orilla.
Llueve un poema en la noche. 
Hay un tigre interrogándome. 
Pero no quiero hablar.
Algunas veces la soledad es esto.
Montones de tierra. Agua. 
Hojas que se ahogan en silencio. 
Unas garras que me acechan.
Una bestia que me espera.
Que transita por la piel y pregunta.
Mientras uno calla.
Calla y está a punto de ser devorado.

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domingo, 26 de marzo de 2017

IDEA VILARIÑO (Uruguay, Montevideo, 1920-2009)


CUANDO UNA BOCA SUAVE BOCA DORMIDA BESA
 
Cuando una boca suave boca dormida besa
como muriendo entonces,
a veces, cuando llega más allá de los labios
y los párpados caen colmados de deseo
tan silenciosamente como consiente el aire,
la piel con su sedosa tibieza pide noches
y la boca besada
en su inefable goce pide noches, también.
Ah, noches silenciosas, de oscuras lunas suaves,
noches largas, suntuosas, cruzadas de palomas,
en un aire hecho manos, amor, ternura dada,
noches como navíos...
Es entonces, en la alta pasión, cuando el que besa
sabe ah, demasiado, sin tregua, y ve que ahora
el mundo le deviene un milagro lejano,
que le abren los labios aún hondos estíos,
que su conciencia abdica,
que está por fin él mismo olvidado en el beso
y un viento apasionado le desnuda las sienes,
es entonces, al beso, que descienden los párpados,
y se estremece el aire con un dejo de vida,
y se estremece aún
lo que no es aire, el haz ardiente del cabello,
el terciopelo ahora de la voz, y, a veces,
la ilusión ya poblada de muertes en suspenso.

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Hoy te recomendamos leer a ROBERTO JUARROZ.
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sábado, 25 de marzo de 2017

RAÚL TAMARGO (Buenos Aires, 1958)


LOS HERMANOS

La esperó a la salida del hotel y la mató con un solo disparo. En la celda comprendió que había confundido los hechos con los actores. Ahora, sus entrañas serían víctima, no solamente de la traición sino también de la culpa. Era joven y el tiempo de la cárcel se le presentó moroso. Con un trozo de elástico de la cama sobre su cuello, abrevió el camino.
Su hermano, de muy distinto temple, lo sobrevivió sesenta años sin que ocurriera en su vida nada destacable después de delatar a su cuñada.

De: “El hilo del engaño” (2014)


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viernes, 24 de marzo de 2017

MARÍA NEGRONI (Santa Fe, Rosario, 1951)

 
HAIKU

¿qué pensás del atardecer?

a lo mejor mañana alcanzaremos el sol
en el jardín de lo indeleble

no es fácil saber morir
de flores inesperadas


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jueves, 23 de marzo de 2017

MARCELO BIRMAJER (Buenos Aires, 1966)


LOS HORNEROS

El invierno caía furioso sobre el bosque y un hornero, aterido, con las alas mojadas, buscaba refugio. Se había pasado el verano cantando con la cigarra, loco de amor por ese bicho vagabundo.
Con un ala endurecida golpeó la puerta de la casa de otro hornero.
Éste le abrió y le contestó con el argumento de las hormigas:
-Tendrías que haber construido una casa, como yo. Si hubieras construido, no estarías muriéndote de frío.
El hornero paria, sabiendo que su colega no le abriría, replicó:
-Necio. Mientras tú hacías esa mísera casita de barro, yo construía el frío. Sí, durante el verano, construí el frío. Y por eso ahora me quedo a morir acá, en mi casa.
Y el otro cerró la puerta.

De “Fábulas salvajes”

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miércoles, 22 de marzo de 2017

ILDIKO NARSS (Jujuy, Río Blanco, 1976)


EL LLANTO
Mi mamá lloraba a la orilla de la cama mientras yo tenía que conjurar el sueño y dormir. No sabía, entonces, las palabras de consuelo y ella dejaba que las lágrimas le cayeran por la cara y le mojaran las piernas.
Ella permanecía mansa ante lo salvaje del llanto. Y yo oscilaba entre la vigilia y la pena.
Así crecimnos.

De: “Placeres cotidianos” (2007)

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martes, 21 de marzo de 2017

MANU ESPADA (España, Madrid, 1974)

 
HAPPY END (MICRORRELATO NEGRO)

Cuando el marido de Maruja llega del trabajo, le quita el culebrón que está viendo en la tele y mete un DVD. Ella no soporta las películas de cine negro que su esposo le obliga a ver cada tarde, así que se pone el batín azul y sale a la calle en pantuflas, con los rulos recién colocados. Entra en el bar de abajo para tomarse un anisete. El local no tiene halógenos en el techo, como de costumbre. La iluminación es tenue, los clientes se mueven entre sombras, a media luz. Las viejas losetas del suelo han sido sustituidas por un piso de madera noble. Han cambiado el mobiliario de metacrilato por otro de los años cincuenta. La atmósfera está cubierta de una neblina densa. Huele a Malboro. Varios individuos exhalan humo a bocanadas, como si hubieran derogado la Ley antitabaco. Cuatro tipos duros vestidos con gabardinas largas y sombreros de fieltro toman tragos en la barra. Whisky solo con hielo. Un hombre misterioso susurra algo al camarero en la penumbra, y de forma disimulada, le pasa un arma. Maruja se mira en el espejo de una columna. Su batín se ha convertido en un traje de noche, ajustado, con lentejuelas rojas. El vestido llega hasta los tobillos. Unos zapatos de tacón incrementan su estatura en diez centímetros. Se ve estupenda. Sus labios carmesí hacen juego con el cabello, una media melena que hace un momento estaba ribeteada con mechas rubias. “¿What happens here?”, dice Maruja en un perfecto inglés, con una voz tan grave como la vibración de la gruesa cuerda de un violonchelo. Maruja comienza a cantar frente a un micrófono clásico modelo “Shure 55SH”. El público la aplaude con entusiasmo. Con las primeras notas que salen de su prodigiosa garganta, el marido de Maruja regresa al salón con una cerveza y se sienta de nuevo en el sofá, frente a la tele. En la última escena de la película “L. A. Confidential”, su mujer, vestida con un traje de lentejuelas rojas canta el tema Makin' Whoopee. Al finalizar la canción, Russell Crowe estrecha lascivamente a Maruja entre sus brazos. El esposo observa cómo el barman le apunta con un revólver desde el otro lado de la pantalla.

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Hoy te recomendamos leer a GABRIELA MARGALL.
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21 de Marzo DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA


El “Día Mundial de la Poesía”, propuesto en 1999 por la Unesco, se celebra cada 21 de marzo con el propósito de consagrar la palabra esencial y la reflexión sobre nuestro tiempo.
¡Feliz Día a todos los poetas que siguen nuestra página!
¡Feliz Día a todos los lectores que diariamente nos acompañan!

lunes, 20 de marzo de 2017

ESTELA PORTA (San Miguel de Tucumán)

 
RESONANCIAS
             “y soy la mujer en el tiempo”
                                  Lucía Carmona
 
 
resonancias de tu voz de trueno
se agazapan en mis laberintos perplejos
muy adentro
como cuando ulula el viento
y soy tu sangre
tu eco
tu lengua mutilada
tu piel morena   llaga
mujer barro vertical
de esta tierra calchaquí
carne indígena
dormida entre los menhires
hecha ceniza en la brisa
de la tarde de los cuerpos
semilla
para alimentar a los pájaros
de la memoria
vasija de agua
donde flota aún el fuego
de tu historia de diaguita
todavía la piel caliente del yaguareté
la ternura de la llama
aún el fuego
háblame del fuego
 
 
Y SI…
 
y si la lluvia me viste
con sus caireles de agua
y me descuelga azul
por la inocencia de tu mirada virgen
que dice tanta sed
tanta calle en el cuero de tu piel cartón
tanto desatino del destino
quiero lloverte en versos, niño
repiquetearte en palabras
en metáforas calientes de pan real
abrirme gota para que me bebas
y temblemos juntos en cada lágrima
y me rescates de mi abismo sin ojos
experimentar tu charco sin estrellas quiero
tu orfandad de llovizna casta
tu abandono crepuscular
pulverizar la amapola para siempre
antes de tu vuelo
antes de la noche y la piedra blanca
 
  
(De De Tarcos y Gorriones (Poemas a Tafí Viejo),
U. N. T., San Miguel de Tucumán, 2015)


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Joaquín Gianuzzi 

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domingo, 19 de marzo de 2017

REN HANG (China, Jilín, 1988- Beijing, 2017)

 
ROSTRO HERIDO
Los ojos son dos heridas.
Las fosas nasales son dos heridas.
Las orejas son dos heridas.
La boca es una herida.
 
Incluso si muero,
incluso si me convierto 
en un cráneo,
estas heridas
no se van a curar.


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sábado, 18 de marzo de 2017

SUSY DELGADO (Paraguay, San Lorenzo, 1949)

 
MITAKUÑA...
Mitakuña nde eréheva péa,
he’ívami hese itúa.
Eheka vaerãko nde recostaderorã,
he’ívami chupe isy.
Mba’e recostadéro piko Mamita,
nderehénte ojekóva kuimba’e ko’ápegua,
he’i ha’e.
 
MUCHACHA…
Muchacha rebelde en verdad,
–así lo aseguraba su padre–.
Debes buscar alguien en quien apoyarte,
–le decía su madre–.
Qué clase de apoyo, mamita,
si sólo en una se apoyan los hombres de por aquí,
ella contestaba.

De: “Tesarái mboyve / Antes del olvido”, 1987. Texto bilingüe guaraní/español; trad. al castellano de Carlos Villagra Marsal, J. A. Rauskin y la autora.

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viernes, 17 de marzo de 2017

HORACIO -QUINTO HORACIO FLACO- (Venusia, 65-8 a. C.)


ODA IV

Huyeron las nieves, ya vuelven las hierbas a los campos
y a los árboles su cabellera;
la tierra se renueva otra vez y los ríos al decrecer
retornan a sus cauces;
la Gracia con las Ninfas, hermanas gemelas, se atreven
a dirigir desnudas sus coros.
“No esperes nada inmortal”, aconseja el año y la hora
que rapta al vivificante día.
Los fríos se suavizan con los Zéfiros, a la primavera reemplaza el verano,
que a su vez va a morir
cuando traiga sus frutos el pomífero otoño, y pronto
retorna el inerte invierno.
Pero rápido reparan las lunas sus mermas en el cielo;
nosotros, en cambio, una vez que hemos caído
donde el padre Eneas, donde el rico Tulo y Anco,
polvo y sombra somos.
¿Quién sabe si agregarán otros mañanas al tiempo transcurrido hasta hoy
los dioses del cielo?
De las ávidas manos de tu heredero huirá todo lo que amistosamente
diste a tu alma.
En cuanto hayas muerto y Minos haya dictado sobre ti
sus sonoras sentencias,
ni tu estirpe, Torcuato, ni tu elocuencia, ni tu
piedad te devolverán a la vida;
pues ni Diana libera de las tinieblas infernales
al pudoroso Hipólito,
ni Teseo es capaz de romper las leteas cadenas
del querido Perítoo.

Texto: en versión de Eduardo A. Molina Cantó

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Hoy te recomendamos leer a MÁRGARA AVERBACH.
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jueves, 16 de marzo de 2017

ESTHER CROSS (Buenos Aires, 1961)


BARÓN DEL ENFISEMA 


Bajé del taxi en la entrada principal. Me abrió la puerta un valet, le di propina con rebaja porque me dijo señora, pisé la alfombra que llevaba al predio pero no estaba la mujer de siempre vendiendo la Rosa. En su lugar había un chico que decía “buenas, vamos, que hay reunión”, con una voz aflautada, parecida a la de ella, casi en su tono. Pensé en llamar a Albano y reportar ese accidente de la cábala pero opté por no asustarlo. ¿Cómo podía afectarle a mi Príncipe del EPOC, Barón del Enfisema, que lo llamara tan pronto y le dijera: “no está la mujer de siempre en el kiosco de la entrada”? Compré la revista y tomé mi camino hacia la luz y el deporte en vez de optar, como la mayoría, por el submundo de las tragamonedas y las ruletas electrónicas. Hasta afuera llegaba el olor a pucho viciado de ese lobby infinito con luz flúo.

En las pantallas de la confitería y las columnas del comisariato repetían los metros finales de la carrera anterior. Me quedé en la zona de la tribuna, para ver si captaba al pasar algún dato relevante, pero no fue el caso:

-Antes se comía bien en Palermo-, decía un señor vestido de tweed bajo el sol agobiante.

-Las porciones de pizza con el vasito de vino-, dijo, y aplaudió al aire.

Seguí camino, recibiendo comentarios como golpes del azar. Prefería que me resbalaran pero el inconsciente es una esponja y la cabeza se resiente.

-En todos estos años sólo vi un jockey que nunca se cayó.

-A veces se caen porque el caballo se quiebra y rueda.  

-Los hacen correr tan jóvenes que en vez de huesos tienen cartílagos. 

-El ruido que hacen al romperse.

-Yo hablaba de otra cosa. Hay un jockey que no se cayó nunca en todos estos años.

Los caballos desfilaban por la redonda. En el centro estaba Cuco, un conocido nuestro. Hablaba con los dueños de un ejemplar. Siempre estaba cerca de los dueños, por eso figuraba en las fotos de los grandes premios del Jockey Club y del bodegón Rodi, en Recoleta. Sonreía como un cuis para compensar que le dijeran Cuco. Fue la segunda vez que quise llamar a Albano y me contuve. Cuando me mandó a jugar también me dijo que me distrajera un poco. Pero entre llamar y no llamar, mandé un mensaje: “Está Cuco”. Albano contestó: “Ojo”. Cuco me saludó con la mano. Abrí la revista para ahuyentarlo. Caí en la página del Diabólico Cronometrista. Me apoyé en la reja, y pasaban los caballos. Cuco no captó mi indirecta y se acomodó a mi lado. Me preguntó por Albano. Le dije que estaba muy bien. “Aparentar normalidad frente a los acreedores”, decreté, inspirada. Pero Cuco dijo:

-Espero que se cure,- y su piedad me dio una pauta de lo mal que estábamos.

Ese día debutaba Going Away, un caballo recién llegado de Brasil, al que nadie le prestaba atención. El favorito era argentino y se llamaba Indy King. Llegaba desfilando en ese mismo momento. Cuco me dijo:

-Ahí viene.

Me puse los anteojos negros porque Indy King brillaba mucho y miraba de reojo, como hacen los caballos potentes y mañeros.

En casa, hacía un rato, Albano me había hablado de los dos: Going Away, Indy King, Indy King y Going Away. La disyuntiva se volvió tan angustiante que entramos juntos en Todopingos.com para dirimirla. La mayoría de los foristas apostaba por Indy King. Ninguno conjeturaba que el brasilero tuviera chances. Going Away ni siquiera existía en el foro. Albano me dijo: “Voy a tirar una botella al mar”. Compartió su pálpito y tecleó:

“Ojo con el brasuca.”

“Que se vaya el Boeing Away de vuelta a su tierra”, le contestó un refinado de la lengua inglesa, y todos siguieron ponderando a Indy King.

No insistimos en el tanteo para no correr la voz. Lo raro fue que los nervios lo reanimaron. El stress lo hizo entrar en foco, y por un momento Albano se olvidó de que se ahogaba.

-La cabeza me marca a Indy King- me dijo- pero Going Away… -y se tocó el pecho a la altura del corazón.

Le pregunté:

-¿Le juego a Going Away?

Me dio nuestra plata y me dijo:

–Confío en vos.

Ahora los candidatos de crin y hueso estaban tan cerca que podía tocarlos cuando pegaban la vuelta. Indy King pasó de nuevo, tranquilo, bufando un poco, y Cuco dijo:

-Ahí tenés al ganador. ¿Te gusta?

–Es precioso.

-¿Pero?- preguntó Cuco.

-No sé… ¿Cómo saber?

-Los caballos son como las mujeres- me dijo. –Tienen que tener clase. Acá ninguno tiene cabeza de elefante, o patas cortas. Por algo llegaron a Palermo. Pero algunos tienen clase. La diferencia es ésa.

En la forma de decirlo, y de mirarme al hablar, había una galantería cifrada, difícil de imputar, terrible por eso. Fue la tercera vez que quise llamar a Albano esa tarde, pero me abstuve. El reporte equivalía a atacar su hombría, su fe en la vida, en el ser humano. Los jockeys y las jocketas salían de la boca de la redonda. Hacían sociales con los dueños de los caballos y los entrenadores antes de montar. Busqué las predicciones del Jockey Enmascarado en la Rosa. En la revista Palermo Rosa hay alguien que en un recuadro, llamado El Jockey Enmascarado, supuestamente da un imperdible a cada reunión. Decía:

“Indy King es la carta fuerte de este premio. El brasilero Going Away viene buscando hazaña”.

Cuco me dijo:

-El Jockey Enmascarado era un clásico antes de que llegáramos a este mundo.

Lo dejé varado entre los estudiosos que analizaban a los caballos y los jockeys en la redonda. Cuco era un tipo conservador: apostaría por Indy King. Es más: yo hubiera apostado todo lo que tenía a que Cuco iba a apostarle a Indy King si alguien hubiera levantado en ese momento ese tipo de apuestas. Cuco no se arriesgaba, por eso era usurero.

Un jockey salió dando pasos rápidos hacia la pista y montó el caballo de un salto. Después estiró la mano para que le alcanzaran el celular. Pasó hablando a mi lado. “Hola”, decía, “te llamo en un rato y arreglamos para la noche”, como si fuera lo más normal del mundo. Le tiró el celular al peón y trotó, galopó, picó, volvió y empezó de nuevo, en un circuito breve, para entrar en calor. Iban y venían los caballos con los jockeys mientras el relator decía sus nombres, tan lindos que daban ganas de ser caballo al escucharlos: Storm Ranger, Escritor Inglés, Ricky Guitar. En ese momento también me dieron ganas de llamar a Albano para compartir la belleza, la luz del sol pegando al bies, el brillo muscular, los números que rotaban en el tablero de apuestas. Pero me abstuve porque toda emoción fuerte podía hacerle mal. Me abstuve porque contarle lo que pasaba era lo mismo que recordarle que no podía verlo. “Andá y distraete un poco”, me había dicho en un tono que era una orden y un pedido, y nos dimos un beso de pasión fatigada. Algunos días nos parecía que el tiempo se estiraba hasta un límite insoportable. Nos quejábamos y la noche se nos venía encima.

Indy King y su jockey avanzaban escoltados por el palafrenero. Ya los llevaban a las gateras. Venían a mí, con las expectativas de los burreros impulsando su victoria y la ganancia de Cuco garantizada desde el futuro. “O no, un momento”, pensé, y corrí al ligustro que cercaba la pista, saqué el celular de la cartera y les disparé una, dos, tres, cuatro fotos a Indy King y su piloto. El jockey, furioso, se me vino encima:

-Fotos no- me gritó- que traen mala suerte-. Y me sostuvo la mirada mientras se alejaba, pero el zumbido de la desgracia ya lo rodeaba con su halo fantasma.

Cuco miraba con cara de espanto. Sus ojos de cuis me inculpaban por el crimen fatídico y legal que acababa de cometer delante de todo el mundo. Lo ignoré, amparada por el beneficio de la duda y mis anteojos negros. Fui a la boletería y le jugué a Going Away.

-¿A ganador?-, me preguntó la chica de la boletería, con mirada maternal, aunque podía ser mi hija.

-Sí, a ganador-, le dije, en voz baja.

Después corrí a la gradas. Cada cual combatía la ansiedad de acuerdo a su carácter. La víspera de la carrera es un test psicológico de libre proyección. A mi derecha había un grupo de sujetos caucásicos:

-Las chicas de ahora no secan los platos. Salís, van a tu casa, se quedan a dormir, a veces cocinan, a lo mejor lavan los platos pero te los guardan sin secarlos.

-A mí no me gusta que hurguen en mis cosas. Mejor que ni laven ni sequen nada.

Eso había que soportar mientras la carrera se atrasaba, como de costumbre, aunque todos nos quejábamos como si fuese la primera vez. Albano mandó un mensaje para saber cómo andaba todo. “Going Away, corazón”, le escribí. Me contestó: “Ya pongo Crónica”.

En la pantalla del centro de la pista, se veían los movimientos de los animales y sus pilotos. El número 4 no quería ingresar en gatera. El relator hacía comentarios intrascendentes para no desfasarse con la demora, pero tuvo que cortarla porque largaron.

Los competidores iban muy agrupados. Trató de hacer la delantera por el lado exterior de la pista el competidor Ricky Guitar. Empezó a ganar terreno Escritor Inglés. Por el centro de la pista avanzaba Indy King para tomar la delantera, dejando atrás al resto. Iban en la vanguardia Indy King y atrás abierto, expectante, Going Away. Comandaba la carrera Indy King. Empezó a ganar posiciones y presentarle lucha Going Away. Going Away dejaba atrás al resto y se acercaba a Indy King. Los competidores llegaban a la señal indicativa de los 100 metros finales. Indy King y Going Away luchaban cuerpo a cuerpo. Ya descontaban los últimos 50 metros de la carrera y por el lateral Going Away se imponía con ventaja sobre Indy King. Cruzaron el disco.

Fue Eso. Hay una parte del Evangelio de San Mateo donde los apóstoles miran a Cristo y le reconocen el nivel, lo señalan y dicen que no hay dudas, es el Mesías, es Él, él es Eso. Y ese momento fue así. Un caballo recién llegado de Brasil, ignorado en estas tierras, montado por un piloto brasilero, de perfil bajo. Going Away surgió como un fantasma en los 200 metros finales.

En las pantallas de la confitería y de las columnas del comisariato, Going Away y su jockey reingresaban al trote en el mundo terrenal. Un periodista se acercaba a la gente para hacer preguntas pero todos esquivaron la cámara, el que había perdido por control de daños y el que había ganado, por las dudas. Tocaban We Are The Champions. Cuco ya estaba con los propietarios y el entrenador de Going Away, listo para colarse en la foto con el caballo, la copa, el grupo, el jockey. En el taxi me acordé de lo que nos dijo, una vez, Dante, el encargado de la agencia hípica de la calle Suipacha: “Lo que busca un apostador, en el fondo, es perder”. Lo había dicho para consolarlos porque esa vez habíamos perdido una pequeña fortuna, pero ahora, en el taxi, me dio un poco de tristeza. No mucha, sólo un poco. Podía ser la famosa melancolía del ganador. Era una especie de anhelo irónico, de tristeza apremiante, y entré en casa corriendo, buscando a Albano como si llegara tarde. Estaba recostado en el sillón. Le di un beso y me quedé ahí, en sus brazos; los dos tranquilos

-Viste lo que fue Eso- me dijo, complacido, mientras se llevaba la máscara del nebulizador a la boca, con su gesto elegante de fumar.


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Hoy te recomendamos leer a ALFREDO BUFANO.
Recorrer su obra te dará placer.

miércoles, 15 de marzo de 2017

PEDRO MAIRAL (Buenos aires, 1970)

 
TOCAR A GIMENA

La palabra “tocar” me recuerda a Gimena, mi compañera de colegio, en el viaje de egresados del último año de la secundaria. Y más específcamente en el ómnibus que nos llevaba de vuelta al hotel, después de una excursión al Cerro Catedral, en Bariloche. Mientras los demás se habían deslizado montaña abajo en unos trineos de plástico, los varones más escépticos nos habíamos escondido a fumar y a mear en la nieve, detrás de una cabaña de troncos. Yo fumaba y hacía como que vigilaba que no viniera un profesor, pero en realidad la miraba a Gimena que estaba con un suéter violeta, riéndose y sacándose fotos con las otras chicas.
Cuando nos hicieron subir de vuelta al ómnibus, logré sentarme en el fondo. No la vi venir. La vi cuando me pasó por arriba de las rodillas y se sentó a mi lado, contra la ventana. Me pasó por arriba, de frente, agarrándome fuerte del pelo, con saña y con cariño. Acá tengo que aclarar que Gimena había estado de novia con uno de mis amigos y por eso mismo estaba prohibida para mí. Nos tocábamos muy casualmente, sólo como amigos, pasándonos un brazo sobre el hombro alguna vez, cuando caminábamos todos juntos. Y uno de los últimos días de clase, cuando varones y mujeres cambiamos ropa para salir travestidos al patio, yo cambié ropa con ella. Mis pantalones grises le marcaban el culo redondo y mi corbata le caía en diagonal por la pendiente de sus tetas.
Gimena se desplomó a mi lado. El cotorreo en el ómnibus duró poco. Ya estaba oscureciendo y nadie había dormido más de cuatro horas la noche anterior. Bajábamos por la pendiente y los sacudones del camino de montaña empezaron a arrullarnos. Gimena dijo: “¿Me puedo poner así?”, y, sin esperar que yo le respondiera, recostó su cabeza sobre mi muslo izquierdo. Me quedó el brazo de ese lado en el aire; no sabía dónde apoyarlo. Todo era demasiado comprometedor: su cadera, su panza, hasta su hombro, porque para poner mi mano en su hombro tenía que posar mi antebrazo sobre sus tetas. Así que, alarmado, puse mi mano sobre el apoyabrazos de adelante, pero quedaba tan ridículo que traté de apoyarme en la ventana y entonces Gimena me agarró la mano y me la hizo apoyar, con toda la naturalidad del mundo, sobre la lana violeta de su suéter.
“Tenés las manos calientes”, dijo bajito. Y acurrucó sus dedos fríos en el hueco de mi mano. Yo envolví la suya dándole calor. De golpe entrelazamos los dedos y, de a poco, nuestras manos empezaron a tener vida propia, como dos animales que se estudian y se recorren, como dos perros en la plaza, arrojándose uno encima del otro. Yo no sabía que se podía sentir tanto sólo con la mano. De pronto era todo muy suave: yo le acariciaba el centro de la palma con el pulgar, o ella me recorría los dedos estirados. Y de pronto era fuerte, casi como una pulseada, un forcejeo.
Nadie nos veía. Yo miraba hacia el pasillo. De vez en cuando se levantaba alguien que cambiaba de asiento. Me acuerdo de la sensación de estar como cogiendo, pero sólo con una mano, mientras el resto del cuerpo simulaba estar vestido, discreto y sentado entre los amigos del colegio. Era todo tacto, encendiéndome el cuerpo entero de los pies hasta la nuca. ¿Cómo podían caber tantos besos en una mano? El roce mínimo de sus dedos era la mariposa que del otro lado del mundo provoca el terremoto. Todas mis terminaciones nerviosas parecían estar alertas. El bulto en mi pantalón había crecido hacia un costado. El pelo de Gimena estaba derramado en catarata sobre mi pierna. Entonces, con la otra mano, le pasé los dedos por el pelo. Le toqué suavecito la cabeza.
Las manos entrelazadas se calmaron un poco. Quedaron apoyadas exhaustas en la panza de Gimena. Parece una exageración pero fue así. Faltaba que cada mano se fumara un cigarrillo en la oscuridad del ómnibus. Pero el envión exploratorio seguía en mí. Le toqué el suéter, le recorrí la cintura por fuera del pantalón, las costuras y remaches y bolsillos. Le busqué con el dedo índice la piel de la cintura, apartando capas de ropa. El suéter, y abajo un buzo, creo (iba adivinando como un ciego), y abajo una remera metida en el pantalón. Un poco más cerca de la panza, la remera estaba fuera y por ahí le encontré la piel. Con dos de mis dedos acaricié un centímetro cuadrado de su panza, mientras ella se hacía la dormida.
Fue lo más suave que toqué en mi vida, como mármol blando, como hielo caliente, la panza plana, abajo del ombligo, los cinco dedos tocando su piel, hasta el límite del elástico de su bombacha, un límite infranqueable, el hueso de su cadera, la pelusa casi imperceptible de la piel a lo largo de esa línea, y mi dedo que empujó el elástico, un poco, un dedo debajo de la tensión del elástico, dos dedos, más allá, avanzando, unos pelos más gruesos, y ella de golpe se puso de costado, se ovilló acercando las rodillas al pecho. Dejé la mano del delito sobre su suéter, asustado, casi pidiéndole perdón, y Gimena me la agarró y se la llevó a la boca. Se metió mi dedo en la boca. La boca mojada, la lengua, los dientes. Me chupó dos dedos, me dio como unos mordisquitos primero, hasta que me mordió fuerte. Me hizo doler. Y me siguió mordiendo despacio el pulgar. Después me volvió a agarrar la mano y la apretó contra ella, como cerrando el asunto, hasta que encendieron las luces del interior del ómnibus y hubo unas quejas de los encandilados y nos soltamos
. Cuando llegamos al hotel, ella me volvió a pasar por arriba y al oído me dijo “¡shhh!”, para que todo quedara en secreto entre nosotros. Yo cumplí, porque esta es la primera vez que lo cuento. Lo demás fue tristeza. Gimena se arregló con mi amigo antes de que terminara el viaje.


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Hoy te recomendamos leer a MARÍA TERESA ANDRUETTO.
Recorrer su obra te dará placer.

martes, 14 de marzo de 2017

RAQUEL VÁZQUEZ (España, Lugo, 1990)


PROMESA PARA HORAS OSCURAS
 
Desplegaré los brazos,
rezumaré un par de alas tratando de salvarte,
y si esto fuera imposible,
             tan sólo
tendería mi mano para caer contigo.
 
De: “Luna turbia” (2013)

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Hoy te recomendamos leer a MARTÍN GARDELLA.
Recorrer su obra te dará placer.

lunes, 13 de marzo de 2017

DAVID VIVANCOS ALLEPUZ (España, Barcelona, 1970)

 
ROMPECABEZAS
 
Sacó una bolsa de plástico transparente de la caja y la abrió. Dejó caer la cascada de piezas encima de la mesa de trabajo. Primero de todo agrupó las que delimitaban el contorno. Los bordes lisos las definían. Y así las fue encajando una a una. Cuando lo tuvo perfilado, separó las demás por colores para facilitar la tarea. Ensambló luego las piezas de la cara; del torso, el vientre, la espalda y los brazos, con sus manos; del sexo; de los glúteos, las piernas y los pies. Una vez completo el puzle, le aplicó con un pincelito la cola que también venía en la caja y esperó a que se secara.

Cuando la criatura estuvo lista, le insufló la vida con un soplo de su propio aliento. No es bueno que el hombre esté solo, se dijo después, y se concentró en la manufactura de una compañera a partir de una costilla que le extrajo de cuajo a su creación original.

Desde ese feliz día, el doctor Frankenstein se recrea, complacido, viendo pasear a sus dos enamorados cogidos de la mano, cada atardecer, a la orilla del lago de los nenúfares donde acostumbraba a jugar la hija del molinero.

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Hoy te recomendamos leer a ESTHER CROSS.
Recorrer su obra te dará placer.

domingo, 12 de marzo de 2017

ANGIE PAGNOTTA (Godoy Cruz, Mendoza, 1987)


VERSIONES SOBRE EL RÍO

A mi Fogwill de Boedo, Tommy.
 
De pronto me despierto del coma. El olor a encierro me ha curado. Veo mis manos y noto que no tengo más que vendas que cubren cada centímetro de mi piel hasta dejarla inmóvil o eso pienso al intentar moverlas. Miro a la derecha y veo un botón sobre una mesita de roble repintada de blanco aceituna. Con las manos así no puedo hacerlo; no puedo extender mi brazo hacia la mesa. Desisto. Grito, pido ayuda. Grito lo más fuerte que puedo a la espera de una esperanza absolutamente inútil: que una enfermera me asista. Imagino que estoy en un Hospital público de pésima atención pero después de unos segundos miro a mi alrededor y noto que soy el único en la habitación y veo, además, un led a medio prender del que no escucho el sonido, ¿esto anda, o no? Pienso, me digo. Sigo mirando la habitación y las paredes están plastificadas, como laqueadas, cubiertas con un empapelado que a mi gusto es horrible pero que, sin embargo, noto que combina con las sábanas que tengo y el tapizado del sillón de corderoy que está a mi costado. La enfermera no llega. Sigo mirando mis vendajes, trato de recordar y no puedo. Miro mis manos firmes, tiesas, tullidas ¿qué me pasó? Nadie aparece. Miro las ventanas para ver si es de día o de noche pero no logro distinguirlo. No tengo nada cerca que me diga nada, pero tengo conectados unos tubos y unos cables que, presumo, son vitales. Nadie viene. El techo es bastante alto y aunque no puedo ver bien porque siento la espalda cansada, la cama está bastante alta del piso. Delante de mí veo un escritorio con un pequeño ramo de fresias. Pienso entonces que las fresias solo se venden en primavera pero no puede ser septiembre, era verano. Recuerdo algo vago, extraño, lento. Me veo embarcado. Me veo naufragando en el Río de La Plata. Sigo solo. Naufrago. El río nunca estuvo tan picado. Es de noche y estoy en el río. Hace frío, bajo a las cuchetas a buscar un abrigo. Estoy perdido en mi cabeza. La enfermera no viene. Grito de nuevo pero, ¿me escucharán? En la televisión veo algo del Papa y de una visita a Cuba. Estoy naufragando, de nuevo. Vuelvo a la cubierta del barco, ¿o eso fue antes de bajar? Nadie viene. Náufrago. Veo el rostro mudo de Melisa. La veo en el puerto, caminando por el muelle o, más que verla, siento su pelo perderse en el viento y entonces veo el contorno de sus ojos. Veo sus ojos llevándose todo el río. La veo. Nadie viene. Ya no grito. Salgo del río pero el viaje termina, otra vez, termina; no hay terreno donde anclar.

De: “Memoria de lo posible” (2017)

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Hoy te recomendamos leer a ALBERTO GIRRI.
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sábado, 11 de marzo de 2017

HORACIO REGA MOLINA (Buenos Aires, San Nicolás de los Arroyos,1899-Buenos Aires, 1957)


LA LETANÍA DEL DOMINGO

Como es día domingo, por la ciudad me pierdo.
Busco una calle muerta para mi poca fe.
La calle tiene un nombre que ahora no recuerdo
porque en un mismo sueño lo supe y lo olvidé.
La calle es como un niño que por la vez primera
busca sin esperanza un juguete perdido.
Su manera de hablar fue antaño mi manera
y su cabeza rubia, yo también la he tenido.
Tristeza del domingo. La soledad me agobia
y de improviso siento la pena singular
de que, sin conocerla, yo he tenido una novia
que en este mismo instante me ha dejado de amar.
La calle se ha llenado de parejas furtivas...
Un ómnibus vacío compendia mis dolores,
y siento que las únicas manos caritativas
son las manos de bronce que hay en los llamadores.
El domingo es el drama del hastío y del ocio,
es un palo vestido con cintas y sonajas.
Deseo madrileño de poner un negocio
con un billar de lance y un mazo de barajas.
Es como esos jardines que hay en los hospitales.
Es la vulgar cadencia de una música en boga.
Tiene las etiquetas y los sellos usuales
de un frasco destapado que contuvo una droga.
Es, en cualquier esquina, el bastón y el sombrero
de un burgués que se mira los botines lustrados,
y la satisfacción de un sobrio jardinero
que anda por una calle con árboles podados.
Aparece, indeciso, al fin de la semana,
cual de una bocamanga la mano de un enfermo.
Y es también un hortera con alma veneciana
que va a remar, de tarde, al lago de Palermo.
Si adquiriera, de pronto, contornos personales,
con la necesidad de ganar su peculio,
sería un vendedor de tarjeta a postales
en un librería del Paseo de Julio.
Es uno de los días más trágicos y crueles.
Triste como un desfile de Ejército y Armada.
(Hay también otro ejército con muchos coroneles,
y es el de Salvación, que no ha salvado nada.)
Domingo, el almanaque te anuncia al rojo vivo
pero tú necesitas un color con sordina,
como un farol chinesco, será decorativo,
pero la luz que arroja no viene de la China.
Yo lo suprimiría, sin cargo de conciencia,
suprimiría el día y el hombre endomingado.
Pero es fatal, como esa ridícula frecuencia
con que se da un tropiezo en un patio alfombrado.
También suprimiría la calle, en la que exponen
los árboles urbanos su edilicio follaje.
¿Qué será de la calle cuando ellos la abandonen
para formar, más lejos, otro nuevo paisaje?
Guiñándome su ojo de vidrio en la capota
pasa un coche vacío, reumático, terroso,
la luna, sobre el cable de una esquina remota,
ha colgado su antiguo letrero luminoso.
Y el domingo es como una lata de caramelos
que en el atardecer ha sido terminada.
La calle se proyecta, entre los rascacielos,
como una galería de ciudad sepultada.
Entonces interpreto, bajo la trapisonda
de las calles lascivas y la innúmera gente,
los ojos enlutados de la mujer que ronda
y atisba, tras los vidrios del cafetín, un cliente.
El domingo, en estado comatoso y de fiebre
me ve, sin domicilio, caminar con desgaire;
he sido mi arquitecto, mi albañil y mi orfebre
mas la ciudad no admite castillos en el aire.
Pero qué importa, en medio de gritos y de fugas,
Ya la edificación, sin ruido, se desploma,
y en un encogimiento de pliegues y de arrugas
la ciudad se desinfla como un globo de goma.


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Hoy te recomendamos leer a SYLVIA IPARRAGUIRRE.
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viernes, 10 de marzo de 2017

ANA EMILIA LAHITTE (La Plata, Buenos Aires, 1921-2013)

AUTORETRATO
Me miro en el espejo.
Una mujer avanza
desnuda
sin heridas aparentes.
Es una hembra espléndida
en épocas de celo
tal vez. 
Pero ya muerta.
En carne y sombra altiva
despoja sus silencios.
En silencio
un idioma de albatros
la sustenta.
Se yergue luego
intacta
con dignidad de hiedra.
Y asomada
a sus muros
de lumbres y soledades
espera.


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Hoy te recomendamos leer a OSCAR HERMES VILLORDO.
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jueves, 9 de marzo de 2017

HERNÁN SCHILLAGI (San Martín, Mendoza, 1976)

 
LITERATURA MÉDICA

la letra chica con sangre encuentra
los efectos secundarios de una lectura prohibida
porque «si vas a tomar algo no se te ocurra
leer las contraindicaciones» nos dijeron
pero la ciencia es el otro nombre de la curiosidad
una historia natural de los errores 
para que cada página circule como una cápsula
en la salvaje geografía de nuestro cuerpo
y se disuelva por cada duda cada sombra
hasta poblar de palpitaciones espasmos 
paranoia a ese libro que siempre hemos perseguido
y nunca hemos habitado

De: «Castillos sonoros» (inédito)


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Hoy te recomendamos leer a JULIA PRILUTZKY FARNY.
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miércoles, 8 de marzo de 2017

VIOLETA PARRA (Chile, 1917-1967)

AMIGOS TENGO POR CIENTOS

Amigos tengo por cientos 
para toda mi delicia 
yo lo digo sin malicia 
con verdadero contento 
yo soy amiga del viento 
que rije por las alturas 
Amiga de las honduras 
con vueltas y torbellinos 
amiga del aire fino 
con toda su travesura. 
Yo soy amigo del fuego 
del astro mas relumbrante 
porque en el cielo arrogante 
camina como su dueño 
amigo soy del ruiseñor 
relámpago de la luna 
Con toda su donosura 
alumbra la mar furiosa 
y amigo de las frondosas 
obscuridades nocturnas. 
Amigo del solitario 
lucero de la mañana 
y de la brisa temprana 
que brilla como un rosario 
amiga del jardinario 
del arco de las alianzas 
Amiga soy de confianza 
de nubes y nubarrones 
también de los arreboles 
en todas las circunstancias. 
Amigo soy de la lluvia 
porque es un arpa sonora 
de alambres y de bordonas 
que tuntunean con furia 
amigo de las centuria 
de los espacios tesoros 
Y de los cerros sonoros 
que guardan los granizales 
amigo de los raudales 
que entonan su lindo coro. 
Amiga de la neblina 
que ronda los horizontes 
cordillerales y montes 
con su presencia tan fina 
la nieve por blanquesina 
poblados y soledades 
Bonanzas y tempestades 
son mis amigos sinceros 
pero mi canto el primero 
de todas mis amistades.

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Hoy te recomendamos leer a ALEJANDRO BENTIVOGLIO.
Recorrer su obra te dará placer.

martes, 7 de marzo de 2017

NOVEDADES BIBLIOGRÁFICAS – Marzo 2017-


Biblioteca Sarmiento informa la incorporación de material bibliográfico de acuerdo al siguiente detalle:

Donación Sra. Silvia Benchimol:

La sra. Silvia Benchimol, en carácter de co-autora, ha donado a nuestra Biblioteca la obra “Diccionario de las Artes Plásticas en Mendoza 1900-1995” de Marcelo Santángelo, Luis J. Quesada y Silvia Benchimol.

La obra es una edición del Gobierno de Mendoza, Ministerio de Cultura, Dirección de Patrimonio Cultural y Universidad Champagnat bajo la responsabilidad de edición de Regina Aguero(2015) que en 600 páginas da testimonio de la actividad de las artes plásticas en nuestra provincia. Es de destacar la sección Láminas que reproduce a color 30 obras de artistas mendocinos.

El material mencionado ya ha sido técnicamente procesado e ingresado a nuestro Fondo Bibliográfico y se encuentra a disposición de los lectores.

 

 

 

JUAN CARLOS ONETTI (Uruguay, Montevideo, 1909-España, Madrid, 1994)

 
Y EL PAN NUESTRO

Sólo conozco de ti
la sonrisa gioconda
con labios separados
el misterio
mi terca obsesión
de desvelarlo
y avanzar porfiado
y sorprendido
tanteando tu pasado
 
Sólo conozco
la dulce leche de tus dientes
la leche plácida y burlona
que me separa
y para siempre
del paraíso imaginado
del imposible mañana
de paz y dicha silenciosa
de abrigo y pan compartido
de algún objeto cotidiano
que yo pudiera llamar
nuestro.

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Hoy te recomendamos leer a CLAUDIA PIÑEIRO.
Recorrer su obra te dará placer.

lunes, 6 de marzo de 2017

ALEJANDRA PIZARNIK (Buenos Aires, 1936-1972)


AL DESPERTAR
a León Ostrov
 
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y se ha volado
y mi corazón está loco
porque aúlla a la muerte
y sonríe detrás del viento
a mis delirios
 
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo
 
Ya no baila la luz en mi sonrisa
ni las estaciones queman palomas en mis ideas
Mis manos se han desnudado
y se han ido donde la muerte
enseña a vivir a los muertos
 
Señor
El aire me castiga el ser
Detrás del aire hay monstruos
que beben de mi sangre
 
Es el desastre
Es la hora del vacío no vacío
Es el instante de poner cerrojo a los labios
oír a los condenados gritar
contemplar a cada uno de mis nombres
ahorcados en la nada.
 
Señor
Tengo veinte años
También mis ojos tienen veinte años
y sin embargo no dicen nada
 
Señor
He consumado mi vida en un instante
La última inocencia estalló
Ahora es nunca o jamás
o simplemente fue
 
¿Cómo no me suicido frente a un espejo
y desaparezco para reaparecer en el mar
donde un gran barco me esperaría
con las luces encendidas?
 
¿Cómo no me extraigo las venas
y hago con ellas una escala
para huir al otro lado de la noche?
 
El principio ha dado a luz el final
Todo continuará igual
Las sonrisas gastadas
El interés interesado
Las preguntas de piedra en piedra
Las gesticulaciones que remedan amor
Todo continuará igual
 
Pero mis brazos insisten en abrazar al mundo
porque aún no les enseñaron
que ya es demasiado tarde
 
Señor
Arroja los féretros de mi sangre
 
Recuerdo mi niñez
cuando yo era una anciana
Las flores morían en mis manos
porque la danza salvaje de la alegría
les destruía el corazón
 
Recuerdo las negras mañanas de sol
cuando era niña
es decir ayer
es decir hace siglos
 
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
y ha devorado mis esperanzas
 
Señor
La jaula se ha vuelto pájaro
Qué haré con el miedo.


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Hoy te recomendamos leer a JUAN JOSÉ SEBRELI.
Recorrer su obra te dará placer.

domingo, 5 de marzo de 2017

ARIEL MAGNUS (Buenos Aires, 1975)

 
MATEMÁTICA DEL ÉXITO Y EL FRACASO

El hijo de M. llega llorando de la escuela. Desaprobó un examen de matemáticas y ahora siente que es un fracasado y hace todo mal. M. lo consuela explicándole que fracasado no es aquel al que le sale todo mal (“Ese es un exitoso del fracaso, hijo, alguien que se jacta de su ruina”), sino aquel que, habiendo intentado sin éxito lo que le gusta, acaba haciendo lo que no, y triunfa. “Si a vos no te gustan las matemáticas, ¿de qué te preocupás? Nadie fracasa en lo que no le importa tener éxito.”


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Hoy te recomendamos leer a ALICIA DUJOVNE ORTÍZ.
Recorrer su obra te dará placer.

sábado, 4 de marzo de 2017

MARÍA POLYDOURI (Grecia, Kalamata, 1902-Atenas, 1930)


SOY LA FLOR
 
Soy la flor que apacienta al sigiloso y oculto gusano.
No me somete el rigor del estío, como a las otras,
ni de mi cara mustia, de uno en uno, han de caer los pétalos.
Aunque los buenos hados y los malos me tiendan su celada,
como si fueran mariposas en torno, lo que siento es un vaivén.
 
 
Soy la flor que apacienta al sigiloso y oculto gusano.
El mal nativo anida en medio de mi alma.
Y soy la vida, y soy el caos, y nada espero de la suerte bufa.
Alzo mi cuerpo esbelto y bello y no habrá quien pueda emularme.
Mas cuando enseñe a las estrellas mis heridas, ya estaré muerta.

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Hoy te recomendamos leer a FABIÁN SEVILLA.
Recorrer su obra te dará placer.

viernes, 3 de marzo de 2017

NICOLÁS PEÑA POSADA (Colombia, Bogotá, 1991)


Eran las tres de la mañana.
En Manglar la hora de los muertos
eran todas las horas.
Mi madre dormía sola
─como siempre─
en el cuarto de paredes negras
comidas por el gorgojo
y los cantos del bosque mutilado
que entraban sin pedir permiso.
Mi padre debía ser por esa época
el corazón negro de un girasol 
o quizá la rama de un árbol
sostenida por las raíces
viejas de la guerra.
Un perro comenzó a ladrar
y ya se sabía
que íbamos a ser nosotros 
los que tendríamos que escondernos
y pedirle a Dios que nos cuidara.
Pero ya estaba la historia del pueblo
trazada en una cartografía de espinas
lejos de su alcance
lejos de su omnipresencia
lejos de su bondad y su mirada de halcón.
Y fue así como decidí cubrirme
detrás de las manos
detrás de los ojos de pescado
detrás de la piel de tierra sombría
como si todavía estuviera jugando 
con mis hermanos a las escondidas
mientras esperaba el 1,2,3
y de seguido mi nombre pronunciado 
como un largo día de lluvia.

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Hoy te recomendamos leer a EUGENIA ALMEIDA.
Recorrer su obra te dará placer.


jueves, 2 de marzo de 2017

YURENA GONZÁLEZ HERRERA (España, Canarias, Santa Cruz de Tenerife, 1980)


CLAVE DE MAESTRO
 
 La escribió misteriosa, enigmática, sin la clave que la desentrañara. La escribió como el huevo que al romperse perdía su magia, como el cuerno del unicornio en forma de ojo cerrado. Porque es lo que quiso que sintieras. Que no estaba allí para que lo entendieras, para que escarbaras en sus estratos. Ninguno de esos animales, martirios, misterios, asombrosos, ninguna de esas personas, máquinas, aberraciones, metamorfosis e inminencias aterradoras fueron creadas para que siguieras viviendo con serenidad tras su observación. Porque aquel retablo colgado en la pared era un portal. Y seguís pensando que El Bosco era un genio de la pintura, pero lo es de la arquitectura, aquí, a este lado.