MARIANA SOUZZO (Buenos Aires, 1982)
ROBERTO
Ya tendrías que haber arreglado el refrigerador
que te llevaste de mi casa hace algunas semanas
un dolor comenzó a estrujarme el alma
por las noches, cuando intento el sueño
mi heladera a punto de morir
me persigue rengueando por la habitación
cuando venía a visitarte pasé por la casa
donde Leonardo solía vivir antes de mudarse a España
su padre me dijo que él y su esposa
se habían marchado ayer
algo muy importante ha quedado sin ser dicho
deberías comprender, estoy sufriendo
me sentiría más aliviada si ya la tuviera conmigo
sé que tu socio se fue de vacaciones
estás solo y sin la camioneta
las cosas se han puesto difíciles, este asunto
se vuelve cada vez más y más importante
supongo que no hay manera de que me traigan
el aparato en los próximos días
los que me rondan rumorean
y yo sospecho que es totalmente cierto
que como no le encontrás arreglo
la abandonaste sin remordimiento
junto a otras chatarras descompuestas
soy una persona sensible, es verdad
me había encariñado con aquella cosa blanca.
resplandeciente, que me vendiste en octubre
pero estuve pensando y tal vez
deberías darme otra heladera
esa que me mostraste de color marrón y congelador
de ser así tendríamos que hablar
del reintegro en dinero que me harías
porque la otra tenía freezer
Roberto, esto no solo me quita el sueño
también deteriora mi salud
no me mires de esa forma
y comprendé porqué un sábado por la tarde
encendí una vela perfumada
y me recosté para ver como el sol
desaparecía entre los edificios de enfrente,
pensaba: esta es la primer gran pérdida
que sufro desde que me mudé
la vida en el departamento no es complicada
ordeno las mismas cosas día tras día
solo me esfuerzo porque todo lo que hay adentro
tenga algo que ver conmigo y el ambiente
pero desde que dejaste alojado en la cocina
aquel armatoste ocre, despintado
algo luce verdaderamente mal
reconozco que tuviste un lindo gesto
aquello que sentí como un premio consuelo
me ayudó a pasar lo peor del verano
al menos pude conservar el agua fresca
pero ya no puedo verla, mis ojos la esquivan
como si ella cargara con la culpa, además
me recuerda que para trabajar sos bastante lento
son las siete, supongo por tu seña
que ya querés bajar la persiana, yo también debo partir
unas amigas me esperan para ver un video
brincaría de alegría si esta semana
aparecieses por mi casa
casi como si no te esperase me darías una sorpresa
al traerme algo blanco, brillante, otra vez resplandeciente.
CAROLINA ESSES (Buenos Aires, 1974)
MÁS DE BUCÓLICO PAISAJE
La mujer sonríe, echa la cabeza para atrás
extasiada. El hombre mira a cámara, sostiene un bebé.
Se adivina el follaje de un parque
el clic de una máquina digital en automático.
Convivo con el gesto desproporcionado
de una mujer que no conozco.
La foto, –un amigo de la infancia que está enfermo
y vive en Paris- dice mi marido
deambula por la casa
como un espejo deformado de nosotros tres.
Ramas que se arquean sobre nuestra calle
inundan el barrio de una sombra apacible.
Los rayos llegan a destiempo
como empeñados en caer siempre
un poco por detrás nuestro.
No es el ritmo, ni el carácter de la marcha
sino la pregunta
¿cuál de nosotros se extravía
cuál muere, cuál es el que nos prolonga?
GABRIELA SACCONE (Rosario, Santa Fe, 1961)
¿POR QUÉ, SI LA GOTA RESBALA...
¿Por qué, si la gota resbala
de hoja en hoja, suave,
hasta caer, entre muchas otras,
al pie de la higuera,
incluso si la rama se mece
y facilita a cada gota su caída,
el alma busca en la máxima quietud
la rama torcida y la hoja más áspera?
ELENA ANNIBALI (Oncativo, Córdoba, 1978)
LOS ALBAÑILES ME GUSTAN
llegan en bandada, un día,
al terreno baldío, al gran hueco,
con su música de cuarteto
en las radios
llegan gritando, llegan
puteando al trompa,
codiciándole la mujer que nunca vieron,
llegan para lastimarse,
para caerse de los andamios,
para romperse la médula jugando
a los angelitos,
llegan para ponerle el hombro
al asunto
y el asunto es acarrear tierra,
arena, agua, cemento,
el asunto,
lo que los cogotudos de la zona
dirían business, es
hacerlo 8, 10, 12 horas seguidas,
con el sol bravo de la siesta,
hacerlo, con el viento sur
del invierno,
hacerlo cansados, poner
ladrillo sobre ladrillo,
sin llorar histéricos por ninguna
cuestión metafísica, porque el tiempo
que les sobra del día
-y siempre son miguitas-
hay que usarlo
para comer,
para bañarse,
para hacerle el amor a la mujer y mirar
cómo crecen los hijos
me gustan, los albañiles,
me gustan
porque todavía tienen tiempo
de gritarnos obscenidades a las mujeres,
de sonreírnos en la vía pública,
de hacernos saber que nos ven,
que nos escuchan el taconeo,
que se fijaron
en el brillo del pelo
me gustan porque cuando se van,
donde había un vacío,
de pronto hay una casa,
una casa armoniosa y a prueba
de tormentas,
es justo recordar de quién fueron las manos,
es justo
ANDREA OCAMPO ( Avellaneda, Buenos Aires, 1968)
SI AL MENOS…
Si al menos
estos años hubieran merecido
la paciencia o
la esperanza y no calcular cuántas
horas de insomnio van
del sarcasmo a la depresión
y entender que cuando
la vida pierde
todo sentido, aún quedan
las electrodomésticos.