Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

martes, 31 de enero de 2017

MARÍA CRISTINA RAMOS (Mendoza, San Rafael, 1952)


ALARMA

Una caravana de baldosas inició la fuga. Los baldosones, más lentos, algunos con alguna fractura, las siguieron. Después, una guarda de azulejos remontó vuelo y unos mosaicos antiguos eligieron la cabalgadura de los zócalos para ganar el horizonte.
Cuando llegó el equipo para la demolición, ya casi no quedaba nadie.

De: "La secreta sílaba del beso” (2011)

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Hoy te recomendamos leer a OLIVERIO GIRONDO.
Recorrer su obra te dará placer.

lunes, 30 de enero de 2017

FEDERICO CAPELLI (Mendoza, San Rafael, 1972)


SUCCIÓN Y EXPULSIÓN DEL BICHO

Y aunque lo lleve a la muerte el intento
honrará a las moscas que custodien su carne
al carburo del burro que lo cargue en su lomo
mientras le siguen creciendo la barba y las uñas.
Y aunque le lleve este intento la vida
te seguirá peinando
con la palabra cardamomo
muy aromatizada
te nombrará en un susurro
no hablará de tu cuerpo
con la palabra alambre
muy torcido y oxidado
olvidado en un baldío
lamido por un perro.
Te recordará bien
brillando en un espejo
cuando hable de tus talones
y de cómo los días siguen a los días
y de cómo se duplican las cosas
cuando nombrándote en un silencio
te viste y te desviste
usando más de dos palabras.
Y seguirá así
hasta encontrar el punto
que termine de desvestirte
dejándote desnuda 
lamiendo los bordes
a los que se atreve la tinta
y la boca se le pondrá negra.
Querrá seguir en vano
con la sílaba evaporada
se irá desvaneciendo
dejando un charco barroso
como esos días de lluvia
y el hastío de las cosas.
Y aunque lo lleve a la muerte este intento
honrará a los nadie en su entierro
a los que se esfuerzan con el llanto
y con el filo oxidado de la pala.

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Hoy te recomendamos leer a OLGA OROZCO.
Recorrer su obra te dará placer.

domingo, 29 de enero de 2017

ALEJANDRA PIZARNIK (Buenos Aires, 1936-1972)

 
LA CARENCIA

Yo no sé de pájaros,
no conozco la historia del fuego.
Pero creo que mi soledad debería tener alas.

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Hoy te recomendamos leer a ERNESTO SÁBATO.
Recorrer su obra te dará placer.

sábado, 28 de enero de 2017

RICARDO ALBERTO BUGARÍN (Mendoza, General Alvear, 1962)


ADVERTENCIA

Jonás le andaba con ganas a la ballena y su mamá le decía: mirá, Jonasito, esos bichos son muy traicioneros. Mucho gorgoritos por la cabeza, mucho vaivén con las olas, pero en cuanto más, zas, te dan un bocanazo. Y no agregó nada más porque, en cuanto se dio vuelta, Jonás ya no estaba.

De: “Benignas insanias” (2016)

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Hoy te recomendamos leer a NORAH LANGE.
Recorrer su obra te dará placer.

viernes, 27 de enero de 2017

LAURA ELISA VIZCAÍNO (México, México DF, 1984)

 
RESENTIMIENTO

En la última noche de carnaval la gente estaba más loca que nunca, los bailes eran seductores y el pudor había sido enterrado por completo. Mientras tanto, en lo alto del universo, Baco consolaba a Cristo:
-Tranquilo, en unos días es tu fiesta.

De “CuCos” (2015)

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Hoy te recomendamos leer a FEDERICO ANDAHAZI.
Recorrer su obra te dará placer.

VUELVE EL CINE A LA BIBLIOTECA


CINECLUB LIBERTARIO presenta:
DOMINGO DE TERROR! 

Desde Venezuela llega: "La casa del fin de los tiempos" del director Ruddy Rodríguez. 



Domingo 29 / BIBLIOTECA SARMIENTO / 21:30 h.

Te esperamos


jueves, 26 de enero de 2017

JAVIER PÍCCOLO (Mendoza, 1984)

 
MASTOIDITIS

El hombre murió
De mastoiditis
Imaginé que se había convertido
En mastodonte
Claro, esos bichos
Se extinguieron hace mucho
Era inevitable que muriera.


AUTORES RECOMENDADOS 26


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Hoy te recomendamos leer a ANA MARÍA SHUA.
Recorrer su obra te dará placer.

miércoles, 25 de enero de 2017

AUTORES RECOMENDADOS 25


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Hoy te recomendamos leer a JULIO CORTÁZAR.
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martes, 24 de enero de 2017

DIEGO J. SAÑUDO (España, Burgos, 1981)

Todos miraban al pequeño sin llegar a creerlo.
-Bang- gritó el niño apuntando con su índice a un joven que se tambaleó y cayó muerto.

De: “Juego de niños” (2016)

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Hoy te recomendamos leer a CRISTINA BAJO.
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lunes, 23 de enero de 2017

CLAUDIA MASÍN (Chaco, Resistencia, 1972)

RESISTENCIA

Nací en una ciudad rodeada por defensas de tierra.
Montañas de utilería para que cuando llueva,
el río, en su crecida, no invada nuestras casas
y arrase la ciudad. Pero se ha tenido la precaución
de construir murallas precarias, abiertas. Para mantener
al enemigo vivo. Los que hemos nacido en Resistencia
tenemos para qué levantarnos cada mañana:
quien tiene a qué temer ya no está solo.
Aquí, el uniforme de guerra incluye botas de lluvia
amarillas. Nos sentimos impermeables
cuando caminamos por las calles, cómplices
como sobrevivientes de un desastre secreto.
Una vez, la lluvia nos sitió por tres días y tres noches.
Los chicos soñábamos con la amistad del agua,
salir descalzos a la invasión, cada gota
un disparo fresco en el pecho. Pero permanecíamos
tras las trincheras, cristales dibujados al vapor
con nuestros nombres. Casa del agua.
¿Un barco ebrio? No, mi casa era un blanco quieto.
Guardado en una botella, como una cabaña de los Alpes,
una miniatura olvidada en un estante.
Soñé entonces con construir un arca, pero no llevaría
animales sino palabras. Las elegiría al azar, por capricho.
Por la música que despedían de sí al ser dichas.

¿No es más importante preservar la belleza que la especie?.
Zarparía en silencio hasta que la tierra
se perdiera de mis ojos por la distancia y el diluvio.
¿Noé sabría de su audacia al huir?. Soldado que huye
sirve para huir de la próxima batalla.
¿Y si escribir no fuera temblar en la tormenta sino
- a lo sumo- presumir bajo el alero?
¿Y si la crecida de las aguas no existiera?
Un mito. La fundación de algo. De una ciudad: Resistencia.
Construida para ofrecerse a un ataque imaginario,
a una corriente asesina que no existe. Acuario seco
en que los peces sofocados resistimos
hasta que las agallas sangran. Nunca fue cierto
que en las guerras se venciera por un arte sutil
de resistencia.

De: “Geología”  ( 2001)

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Hoy te recomendamos leer a JORGE LUIS BORGES.
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MARCELO LUIS DUGHETTI (Córdoba, Villa María, 1970)


hija
yo no puedo salvarte de nada
pero te prometo un paraguas roto
un poema a media mañana
la soledad de la única flor de la enredadera
la canción con la que te acuné
los feriados al sol leyéndote cuentos
la mamadera tibia 
los caramelos de menta
mi abrazo que es como la flor de esa enredadera
una oración
el arroz pasado con aceite normal según vos
cualquiera que no sea de oliva
las aceitunas de la pizza que pedimos los viernes
los automóviles con patentes impares
el color rojo
la lluvia en las mañanas del sábado
los grillos en la caja de fósforos
los caminos que siempre van a Roma
y los otros que nunca se sabe
bueno 
que duermas bien
te extraño 
mayo se ha perdido
junio es un animalito suelto en el patio.


domingo, 22 de enero de 2017

GIGLIOLA ZECCHIN (CANELA) (Italia, Vicenza, 1942)

  
CARELOLAS

a mi madre 

agridulce y ladrona 
buscando palabras 
como botones perdidos 
dijo 

hijos míos 
lo bello cambia 

la sangre se busca en los espejos 
nacen mártires en cada batalla 

tan peligroso es todo 

y repartió el silencio 
con su misma cuchara 

De: “In movimiento”

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Hoy te recomendamos leer a LUISA VALENZUELA.
Recorrer su obra te dará placer.

sábado, 21 de enero de 2017

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Hoy te recomendamos leer a ISIDORO BLAISTEN.

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NIRA ETCHENIQUE (Buenos Aires, 1926-2005)

 
DORMIR CONTIGO
 
Dormir contigo era
la víspera de reyes.
Una ansiedad en la boca del estómago
y un gusto a barro por las uñas.
Un cumpleaños siempre, cada noche,
un par de zapatos puesto en la ventana
 
Dormir contigo.
Dormir contigo era
vigilar la oscuridad en las baldosas,
la mezquina sombra de los árboles,
el interminable amanecer que se estancaba
y alejaba la noche y me alejaba.
 
No importaban las mesas,
en copas con que me bautizabas
en los estaños viejos de tu almagro,
no importaban los naipes
el tute burlón que desafiaba
la sorpresa caduca de unos ojos
entintados en vino.
Íbamos enfermando el día,
murmurándole un réquiem a la tarde,
atravesados de dolor y espuma,
millonarios de amor, locos de versos,
drogados de gardel o de rivero,
viajeros de taxis desolados,
caminadores fuertes del tabaco,
 
Yo miraba en el fondo de tus ojos
la gran cama poblada como el mundo,
un incendio de clavos y de alambres,
un espacio de vidrio y lunas rojas,
un pedazo de estrella calcinada
la fractura con lágrimas de un árbol.
 
Muchas veces corrió, mojada y turbia,
enemiga del agua, rencorosa
de los trenes que apenas se movían
de las altas escaleras frías
del antiguo ascensor que carraspeaba,
del minuto de fósforo en la esquina;
enemiga, enemiga de las horas,
de la piedra, del viento, del amigo,
del teléfono, el diarero, las noticias,
enemiga del tiempo sin tu boca.
Dormir contigo.
Dormir contigo era
depositar mi sangre de muchacha
junto a tu sangre simple de muchacho,
los besos que me dabas entre sueños
mirándome sin verme.
 
Entonces yo miraba la ventana,
la luz que llegaría
y el sonido de la calle comenzaba a dolerme.
 
Luego había cosas que hacer como sonámbulos,
enlazar piedritas con relojes,
engañar la vida de algún modo,
volver a ser humano humanamente hablando.
Había que acechar los minuteros
y sonreir y pulirlos con ternura
y enfrentarse a paredes y agonías
y armar mecanos, piezas sueltas,
corazones en islas solitarias,
manteca sin papel,
papel sin letra,
despareja canción
cereza rota,
un otoño con plomo en las entrañas
o un verano de cal ue nos quemaba,
pero había después, dormir contigo,
caer en la tormenta de tu almohada,
hallar la paz, la lluvia, los naufragios
los barcos que anclaban y partían
y soplaban su olor de chimenea
y el sándalo, el cognac, las pasajeras
violetas y algún frasco con lilas.
 
Dormir contigo.
Dormir contigo erea
saber que nunca moriría.

viernes, 20 de enero de 2017

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Hoy te recomendamos leer a SILVINA BULLRICH.
Recorrer su obra te dará placer.

FELIPE R. NAVARRO (España, Málaga, 1969)


UN MODELO
Estimado Señor Edward Hopper:

Visité su exposición en el Arts Center el pasado sábado. Sin embargo, no le dirijo estas líneas para hablarle de pintura. No entiendo de pintura. Me importa una mierda la pintura, francamente.

Me suena haberles visto a usted y a su mujer de compras en la tienda de comestibles de David Spellman. El mismo David fue quien me dijo que era usted un pintor famoso, y me dio su dirección. También me lo ha dicho mi jefe. Mi jefe es el dueño de la gasolinera que está a la salida de Eastham. Creo que incluso alguna vez les he puesto a usted y a su mujer gasolina, me parece que tienen un Buick.

Estuve viendo su cuadro Eastham Outskirts. También se ha fijado en él mi jefe. A mi jefe le gusta la pintura. Él me había hablado de ese cuadro. Por eso he ido a verlo. El del cuadro eres tú, James, me dijo mi jefe. Un hombre con la ropa de trabajo sentado mirando la carretera y fumando junto a los surtidores. No te pago para que te sientes a incendiar mi gasolinera, James, me dijo mi jefe. Y me ha despedido. Por eso el sábado fui a ver su exposición, aunque solo busqué ese cuadro para verlo. No debía haberme pintado de ese modo, Señor Hopper. USTED NO TENÍA DERECHO A PINTARME. David Spellman me dio su dirección, pero mi mujer me ha hecho prometer que no me metería en más problemas de los que ya tenemos. No tengo trabajo y Jenny no hace más que llorar. Ojalá se muera, Señor Hopper, ojalá arda su casa con usted y todos sus cuadros de mierda dentro. Muérase.

De: "Hombres felices" (2016)

jueves, 19 de enero de 2017

ELENA ANNÍBALI (Córdoba, Oncativo, 1978)

LA NIÑA DE APRENDER
hola, niña de aprender
así te llamaban, deolinda,
los que iban a coger con tus trece años
con la piel intacta de noche y tierra
con tus zapatillas de ir a la escuela
¿te acordás lo que me contaste
atrás del ombú?
mi mamá se sube a la cama
y me dice que los toque ahí
te movías como una serpiente
sobre la arena
brillante y ronca de haber fumado
toda lumbre oscura
a la hora de convidarme
las frutas
el jugo caía, dulce y fresco,
sobre las rodillas de vos
de mí
y nos reíamos al abrirnos
las blusas
y mostrarle los pechos nacientes
al sol
todo era una hora
donde la muerte comenzaba
a besarnos los ojos
De: “Tabaco mariposa” (2009)


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Hoy te recomendamos leer a HÉCTOR TIZÓN.
Recorrer su obra te dará placer.

miércoles, 18 de enero de 2017

SERGIO PEREYRA (Mendoza, Rivadavia, 1974)


HAMLET A LA HORA DEL DESAYUNO
Si alguien se interesara
por el estado de mis asuntos
de seguro el pudor contestaría
«bien, estoy bien», ahora
cuando soy yo quien se lo pregunta
no puedo afirmar semejante cosa
curiosamente tampoco lo contrario
días en piloto automático
que atentan contra mi más hondo
deseo: que cada hora clave
su dardo en la memoria, merezca
un renglón en la libreta
de los recuerdos del porvenir
la consecuencia, por conocida
no menos amarga, es el abatimiento
su abismo, y aunque sé además
que debo ser más sólido que los vientos
de las rachas adversas
no ignoro que ni un diagnóstico experto
garantiza resultados
entonces, tal una espina
en mi cabeza se clava el cómo
cómo ser en el hoy.
De: “Hamlet a la hora del desayuno” (2016)


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Hoy te recomendamos leer a ANGÉLICA GORODISCHER.
Recorrer su obra te dará placer.

martes, 17 de enero de 2017

PAULINA VINDERMAN (Buenos Aires, 1944)

LA DAMA DEL MEDIODÍA (poema sin adjetivos)
a Edgar Bayley
La dama con sombrero de paja
camina desde el sol
hasta mi mesa en la arena.
No puedo ver sus ojos ni sus manos
pero sé que el mar
se incluye en su vestido
y su cintura se balancea
como las olas de aquella tarde.
Había roto mis uñas buscando almejas
sólo para dejarlas otra vez en su lugar
y no había tenido fuerzas de construir castillos.
(La gaviota había muerto,
era plumas y pico en la brisa de las seis).
La vida no es más que eso, pienso,
la lucha para no ahuyentar para siempre
a la dama del mediodía
—vestido de mar, balanceo de cintura—
sin siquiera haber reparado en sus pies.
                                                 
De: “Rojo junio” (1988)

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Hoy te recomendamos leer a MANUEL PUIG.
Recorrer su obra te dará placer.

lunes, 16 de enero de 2017

PABLO NERUDA (Chile, 1904-1973)

 
ODA A LA SANDÍA

El árbol del verano 
intenso, 
invulnerable, 
es todo cielo azul, 
sol amarillo, 
cansancio a goterones, 
es una espada 
sobre los caminos, 
un zapato quemado 
en las ciudades: 
la claridad, el mundo 
nos agobian, 
nos pegan en los ojos 
con polvareda, 
con súbitos golpes de oro, 
nos acosan 
los pies 
con espinitas, 
con piedras calurosas, 
y la boca 
sufre 
más que todos los dedos: 
tienen sed 
la garganta, 
la dentadura, 
los labios y la lengua: 
queremos 
beber las cataratas, 
la noche azul, 
el polo, 
y entonces 
cruza el cielo 
el más fresco de todos 
los planetas, 
la redonda, suprema 
y celestial sandía. 
Es la fruta del árbol de la sed. 
Es la ballena verde del verano.

El universo seco 
de pronto 
tachonado 
por este firmamento de frescura 
deja caer 
la fruta 
rebosante: 
se abren sus hemisferios 
mostrando una bandera 
verde, blanca, escarlata 
que se disuelve 
en cascada, en azúcar, 
¡en delicia!

¡Cofre de agua, plácida 
reina 
de la frutería, 
bodega 
de la profundidad, luna 
terrestre! 
¡Oh pura, 
en tu abundancia 
se deshacen rubíes 
y uno 
quisiera 
morderte 
hundiendo 
en ti 
la cara, 
el pelo, 
el alma! 
Te divisamos 
en la sed 
como 
mina o montaña 
de espléndido alimento, 
pero te conviertes 
entre la dentadura y el deseo 
en sólo 
fresca luz 
que se deslíe, 
en manantial 
que nos tocó 
cantando. 
Y así 
no pesas, 
sólo
pasas 
y tu gran corazón de brasa fría 
se convirtió en el agua 
de una gota.


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Hoy te recomendamos leer a MARÍA GRANATA.
Recorrer su obra te dará placer.

domingo, 15 de enero de 2017

SANDRA CORNEJO (Buenos Aires, La Plata, 1962)

 
UN ABEDUL
 
Un abedul
cuando llueve,
una arboleda que aclara
al arañar la pista
y desciende el avión en un aeropuerto
donde las mujeres beben vodka
a las seis de la mañana hora local
                       
Era acogedor el frío
aunque temible
Cantabas en mi idioma
pero con otro acento
Afuera la hilera de abedules
los aviones solos sobre el cemento mojado
                       
Detrás de las cabinas
los soldados
te miraban cantar
                       
Algunas veces, por un instante
la historia debería sentir compasión
y alertarnos    
 
De: “Sin suelo” (2001)

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Hoy te recomendamos leer a JUAN DRAGHI LUCERO.
Recorrer su obra te dará placer.

sábado, 14 de enero de 2017

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Hoy te recomendamos leer a MARÍA ESTHER DE MIGUEL.
Recorrer su obra te dará placer.

EDGAR ALLAN GARCÍA (Ecuador, Esmeraldas, 1958)

 

OBITUARIO

Él tomó el diario y leyó -o creyó leer- su propio obituario. No supo si enojarse o reír. Estos estúpidos, pensó. Intentó levantarse. No pudo.

 

CRUELDAD

De todas las posibilidades de abandono, ella escogió la más cruel: se quedó a vivir con él.

 

 

viernes, 13 de enero de 2017

BETTINA BALLARINI (Mendoza, 1960)


DESAYUNO

Encendió temprano
la notebook
sobre su cama
edulcoró
el café con leche
lo revolvió
con la cucharita
abrió los mails
eliminó varios
bebió algo
de café con leche
y apoyó la taza
sobre el plato
mordió la medialuna
cliqueó
responder
y bebió otro sorbo
sonó su teléfono
inteligente
identificó el llamado
no respondió
solo el contestador
automático
adjuntó un archivo
y cliqueó
enviar
entró
a la red social
desconectado
revisó
su perfil
en la red profesional
actualizó
unos datos
cerró
el café con leche
y la medialuna
extrañó un cigarrillo
afuera hacía calor
no llovería
sonó un tuít
y fue
a cepillarse los dientes
con pasta blanqueadora
y me quedé esperando


AUTORES RECOMENDADOS 13


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Hoy te recomendamos leer a ABELARDO CASTILLO.
Recorrer su obra te dará placer.

jueves, 12 de enero de 2017

FERNANDO G. TOLEDO (Mendoza, San Martín, 1974)

 
HISTORIA CORREGIDA
 
Un tren de madera por caso Un tren
Que fuera el obsequio de cumpleaños
Más antiguo encerrado en tu memoria
/Aquella mañana de invierno en casa
De tu abuela junto a la chimenea/
¿Cuántos objetos así necesarios
Que quién sabe por qué no has escogido
Acabaron en el exilio impuro
De tu historia corregida por dentro?
Trenes que pasaron sin detenerse
Astillas que no rozaron la piel
Tanto olvido junto así necesario
Juguetes perdidos y no llorados
Como unas velas extinguidas antes
De que las soplaras Este recuerdo
No es para ti Que los cumplas feliz
Tanto invierno en el espacio vacío
De lo que se escribe y lo que se borra
Aquella película de aventuras
La canción que te regalaba el agua
¿Pero los rostros que desaparecen?
¿Los nombres que faltan lo que ni sabes
Que viste y cuya ausencia te cincela?
Ahora tienes lo que nunca pediste
Una cicatriz de cuándo y heridas
Que esconden las pruebas de haber herido
El piso amarillo de aquel hogar
Tanto frío en lo que siempre perdiste
Y otro poema y una calavera
Para la suerte de ser o no ser.

De: “Secuencia del caos” (2006)

AUTORES RECOMENDADOS 12


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Hoy te recomendamos leer a ALEJANDRA PIZARNIK.
Recorrer su obra te dará placer.

miércoles, 11 de enero de 2017

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Hoy te recomendamos leer a JUAN L. ORTIZ.
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ANA GUILLOT (Buenos Aires, 1953)


mujer 2
 
 a Guadalupe Wernicke
 
la baba de ese beso
la saliva en la espalda
en la vagina
la yerma lasitud
de haberse equivocado
de hombre
los corpiños al borde
de la cama
las enaguas que retienen la seda
no hay canto primoroso
no hay gemido grito rasguño gutural
espasmo
no hay nada
hay la pared y su humedad
como un augurio
el olor hueco de sus crines
sobre el desaguadero
ella tensa las manos
en el hierro
se sujeta de la cabecera
él empuja la queja más dolida
ella hace silencio
los corpiños al borde de la cama
una ladera montañosa
la roca de por medio
(haberse equivocado de hombre)
el hueco de las crines
no hay roce caricia extremaunción
no hay nada de nada
se encoge frugal ella
él avanza las crines y el quejido
taladra la madera del abdomen
los músculos más tiesos
se agigantan
las noches
pesadillas del aire la baba en los pezones
nada de nada
en el vejamen sólido
en el entretejido de las mantas
ella reza para que pase pronto
él oscila las crines
las masa de su cuerpo
no hay más techo no hay sigilo
no hay ternura
no hay nada de nada
ni acaso rebelión
habría
él se come la zarza en ese grito
ella detiene el rezo
él bosteza
ella gira en la cama
el pueblo es un espectro
una calavera amenazante


martes, 10 de enero de 2017

AUTORES RECOMENDADOS 10


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Hoy te recomendamos leer a SILVINA OCAMPO.

Recorrer su obra te dará placer.


ULISES PANIAGUA (México, México DF, 1976)

BICICLETA

Notimex, 15 de mayo del 2017
Esta mañana, en el Hospital General y con éxito alentador, se llevó a cabo el primer trasplante de bicicleta en un ser humano. El paciente en cuestión, Maxi Ernst (famoso por componer relojes de pulsera), accedió a la entrevista después de una extenuante operación que tomó más de ocho horas. Durante la sesión de preguntas, el paciente no pudo ocultar su júbilo ante el perfecto entendimiento entre manubrio y frenos frontales instalados en su organismo; tampoco dejó de alabar la belleza del grabado en ambas caras de las llantas que conforman la extensión de su cuerpo. El cromado, sin embargo, es para el entrevistado lo más importante, puesto que no comprende –confiesa– como hicieron los doctores para dotar a su piel de un color rojo intenso y pasional. El relojero también agregó que, en cuanto hubiese oportunidad, quisiera dejar la sala de recuperación para dar un paseo por el Parque México, para lucirse ante las bellas modelos argentinas y alemanas que concurren a este espacio. También le encantaría la idea de participar en la próxima exhibición ciclista de Avenida Reforma. Como la operación resultó afortunada, los administrativos del hospital aseguran tener, en lista de espera, entre doscientos y trescientos pacientes, ansiosos por someterse al implante. El costo de la operación oscila entre los dos mil y los dos mil trescientos dólares, de acuerdo al tipo de cambio.

lunes, 9 de enero de 2017

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Hoy te recomendamos leer a ANTONIO DI BENEDETTO.
Recorrer su obra te dará placer.

MARÍA DEL CARMEN MARENGO (Córdoba, Balnearia, 1968)

 
EL CALOR DE NUESTRAS MANOS…
 
El calor de nuestras manos
no alcanza
para protegerte.
 
Venimos hasta vos
a diario
para que tu cuerpo pequeñito
nos dé la vida
que nos falta,
y que nos concedas la gracia
de que el día,
que recién comienza
y ya termina,
vuelva a nacer
mañana.
 
Manos sabias
vuelven a guardarte.
 
Nos vamos
y el corazón
será una tierra de nadie
hasta que volvamos.
  
De: “La vida numerosa” (2014)

domingo, 8 de enero de 2017

RODRIGO REY ROSA (Guatemala, 1958)


LA NIÑA QUE NO TUVE

A los ocho años, había sido condenada a muerte. Una extraña enfermedad, cuyo nombre no quiero repetir, la disolvería en menos de ciento veinte días, según varios doctores. El médico que me dio las malas nuevas lo hizo cuan humanamente pudo, pero eso no bastó. Tuvo que ser cruel, con la crueldad particular que se desarrolla en esa profesión. Le pedí que describiera las etapas de la enfermedad, y él precisó punto por punto -«con un margen de dos o tres semanas»- la descomposición de mi niña. Como, terminada la descripción, él añadió: «Me temo que no hay nada más que nosotros podamos hacer», le dije que si lo que aseguraba no era cierto, yo lo maldecía.

Llegué a casa con pensamientos fúnebres mezclados con accesos de esperanza: pero la niña estaba tendida en su camita, pálida y temblorosa, pues era la hora de los ataques.
La niñera salió del cuarto en silencio, y yo me arrodillé al lado de la niña.

-¿Cómo te sientes? -le pregunté, y le besé la frente.

-Mal -dijo, y agregó-: voy a morirme, ¿verdad? Por un descuido mío, una semana antes ella había leído una carta del doctor acerca de la posibilidad de su muerte.

-No creo -le dije-. De niño yo también estuve muy enfermo varias veces y sobreviví.

-Yo también quiero sobrevivir -dijo con una seriedad conmovedora-. Pero papi, si voy a morirme, si los doctores piensan que me voy a morir, dímelo, no me engañes.

Me miraba fija, intensamente, y no pude mentir.

-Según el doctor que ha estado viéndote, podrías morirte dentro de cuatro meses. Pero yo no le creo.

-¿Cuatro meses? -se puso a contar, primero mentalmente y luego, para asegurarse, con los dedos-. Eso sería en febrero.

Asentí con la cabeza. Tomé su mano, sudorosa, y la apreté. Y ella se quedó dormida, o, con su delicadeza de pequeña, fingió que se dormía.

Al día siguiente me levanté temprano, le hice el desayuno y le preparé el baño. Por la mañana, parecía una niña sana, y por un momento olvidé que había sido condenada. Salí de compras. Era una esplendorosa mañana de noviembre, de modo que, al volver a casa, le propuse que saliéramos a pasear después de comer.

-¿Adonde quieres ir? -me preguntó.

-A donde tú quieras. Dijo inmediatamente:

-A un lugar al que nunca hayamos ido.

Eran tantos los lugares a los que no habíamos ido, pensé. Había sido un error que yo la concibiera, yo, que siempre tuve miedo a la descendencia. Pero no me opuse a los deseos de su madre con suficiente determinación, y la niña nació. Su madre me abandonó hace tres años, y aquí estamos.

Cuando salíamos, al cruzar la doble puerta del vestíbulo, un hombre alto y pálido que aguardaba la ocasión, se introdujo furtivamente en el corredor.

-Un drogadicto -dijo ella, y el hombre pudo oírla.

-Tal vez -dije.

En la calle, me recriminó:

-Claro que era un drogadicto. Por qué dices tal vez.

-Tal vez te oyó.

-Y qué, es la verdad.

-A la gente no le gusta oír lo que uno piensa de ella. Me miró, entre decepcionada y comprensiva, y dijo:

-Supongo que no.

En la esquina del Bowery y la octava, me tiró de la mano.

– ¿Por qué no vamos a Times Square?

Tomamos el subterráneo en Astor Place, con su telón de fondo kitsch. Abajo, en el andén, una bandada de poetas daba un tono intelectual y hasta elegante a ese agujero del grand gruyere. La cosa sería evacuar la ciudad, demolerla por completo de una sola vez, darle la espalda al sitio y reintegrarse a la realidad.
Subimos al tren, ingresamos en el túnel. El carro dio un bandazo, y los pasajeros que estaban de pie fueron lanzados unos contra otros, pero los cuerpos con caras grises se mantuvieron de pie, con un movimiento pendular, como si colgaran de sus ganchos en un matadero prolongado. Cadáveres de todas las edades.

El cemento era tan duro en la calle 42 y el aire helado hería de la misma manera que diez años atrás, cuando caminé por primera vez en esta ciudad, pero el lugar había cambiado.

En la antesala de la muerte, hubiera sido de esperar que cada quien buscara el placer del prójimo como el suyo propio, pero suele ocurrir lo contrario. Así, en lugar de un jardín de las delicias de fin de siglo, la ciudad era una morgue suprema.

Dimos una vuelta por Times Square. Y así, entre aquel torbellino de gente muerta y un ejército de criaturas de Wait Disney, perdimos una de las ciento veinte tardes que le quedaban a mi niña.

Volvimos a casa decaídos al atardecer. Llegué al séptimo piso como siempre, sin aliento. Las luces de un pequeño rascacielos entraban, en lugar de la luz de las primeras estrellas, por un ventanastro en el otro extremo de nuestro apartamento. Me acerqué a la ventana. Era como arena erizada al lomo de un imán, aquel paisaje.

Preparamos juntos la comida y cuando nos sentamos a comer ella me dijo:

-Perdimos el tiempo esta tarde. Debí quedarme leyendo o estudiando. No tengo tiempo que perder.

-Pero linda, hacía un día hermoso.

-Sí, lo sé. Sé que tratas de hacerme feliz porque tengo poco tiempo. Pero no trates demasiado, ¿está bien?

Me quedé callado un momento, mientras ella miraba por la ventana el pequeño rascacielos.

-Claro, preciosa -dije después-. Perdona, pero nadie es perfecto -me encogí de hombros, y creo que, si hubiera tenido rabo, lo habría escondido entre las piernas.

Ella cerró los ojos, y luego me miró de una manera extraña. Me atemorizó.

-Papi -me dijo-, antes de morirme, quiero saber lo que es el sexo.

Levanté las cejas y tragué saliva y se me cortó la respiración. Habría oído algo en la escuela, pensé, era lo natural. Me pregunté fugazmente si no habría fantasmas pornográficos flotando todavía por la calle 42. Recordé al ratón Mickey, a Pluto, a Clarabella.

-Sí, mi niña -dije con una sonrisa confundida-, un día de éstos te lo explicaré.
-¿Me lo prometes?

Asentí con la cabeza.

-No -insistió-, quiero que lo digas. Dije que se lo explicaría. Miré el reloj que estaba sobre el televisor.

-¿Cuándo? -preguntó.

-Ya son la siete, cómo corre el tiempo -le dije-. Desde luego, hoy no.

Hizo una mueca.

-Sí -dijo-, ya lo sé, comienzo a sentir los temblores. La acompañé a su cuarto, le puse el pijama y la acosté. Le di a tomar sus medicinas: tantas gotas de esto, tantas de aquello, tantas de lo otro.

-La luz -dijo.

Apagué la luz, y nos quedamos juntos en la penumbra esperando los ataques.


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sábado, 7 de enero de 2017

PÍA BARROS (Chile, Melipilla, 1956)

Si 
A MODO DE MORDAZA

Sé que lo encontraron con un papel en la boca, como a manera de mordaza, con el barro enturbiándole los rasgos y la mirada azul ya sucia de ver su propia sangre derramada.
Fue un drogo que pensó que estaba borracho y algo podría esquilmar de sus bolsillos, pero hasta los angustiados se ponen respetuosos con la rigidez de la muerte, y pidió a los vecinos que avisaran que había un finado obstaculizando el paso, y algún niño podría no verlo en mitad de la lluvia y después tener pesadillas por haberse tropezado con un cadáver.
Aún el asombro le raspaba las comisuras de la boca abierta, por donde un hilillo de saliva se confundía con los regueros de lluvia que caía leve, limpiándole el barro.
Pero si estiran el papel arrugado, podrán ver que es un billete de los grandes, más bien un puñado de billetes grandes taponándole palabras que ya no puede decir.
Tenía puesto aún el traje oscuro con el que se lucía los domingos en la misa, el traje de los discursos y los funerales, con el que salía en las portadas de político bueno. Las mismas portadas que dirán que hemos perdido a un hombre justo.
Pero revisen más abajo, entre sus piernas, para que vean la mordida. Miren bien, no estará en los noticieros, ahora, antes de que sea tarde, la huella de unos dientes pequeñitos, porque la Chana tiene todavía los dientes de leche, y una rabia sorda por las historias acumuladas de todas las niñas del barrio. El fajo que le pagó el senador lo hicimos un puño de papel, y se lo pusimos en la boca entre todas, porque así nos habíamos sentido siempre y queríamos que el supiera lo que sentíamos: un puñado de billetes a modo de mordaza.

De: “Ropa usada” (2000)

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Hoy te recomendamos leer a ñ BIOY CASARES.
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viernes, 6 de enero de 2017

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Hoy te recomendamos leer a ELVIRA ORPHÉE.
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HORACIO CASTILLO (h) (Buenos Aires, La plata, 1968)


NIÑO SONRIENDO EN UNA FOTOGRAFÍA
Cada tanto volvemos sobre el viejo álbum,
confirmamos nuestros recuerdos, asentimos con las imágenes
la continuidad entre este tiempo y el otro.
La fotografía coagula en su enigmático magma de colores
un instante del que ahora, extrañamente, somos espectadores.
Aun así nos llama la atención la unidad del conjunto,
porque de esa playa, de esa arena, de ese niño corriendo,
nada recordamos, entonces viene y nos atormenta la pregunta,
porque verdaderamente, hoy, no sabríamos reproducir esa sonrisa, ese gesto,
como si nos faltara el músculo correspondiente a la felicidad
o los argumentos para rebatir el error.
De “Ánima cruda” (2016)

jueves, 5 de enero de 2017

MARINA ALESSIO (Buenos Aires, 1980)


FELIZ

Acabo de ver una camisa de hombre cayendo por el aire desde la ventana
Caía desde un piso muy alto de un edificio muy alto
La tiró una esposa enojada
o se cayó de una soga
¿Será feliz la camisa como las banderas?
Porque ayer me dijeron eso, que las banderas son felices
Me lo dijo alguien que se ató un mantel al cuello y corrió por un bosque
y se sintió bandera
o se sintió feliz
o percibió la felicidad de su mantel que se sentía bandera

Salgo al balcón
y pienso que si me tirara yo también podría ser feliz
pero miro para adelante y veo a la camisa
tirada en el techo de un galpón bajito y feo
inmóvil, sin vida
Miro para abajo y pienso 
que si me tirara de un cuarto piso 
mi felicidad duraría muy poco
y después quedaría como la camisa
tirada inmóvil y sin vida
entonces vuelvo a entrar
me siento frente a la computadora
y entiendo
que para ser feliz hay que estar 
atada a un cuello o a un palo.

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Hoy te recomendamos leer a MANUEL MUJICA LAINEZ.
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miércoles, 4 de enero de 2017

JORGE LUIS BORGES (1899-1986)


POEMA CONJETURAL
 
El doctor Francisco Laprida, asesinado el día 22 de setiembre de 1829
por los montoneros de Aldao, piensa antes de morir:
 
Zumban las balas en la tarde última. 
Hay viento y hay cenizas en el viento, 
se dispersan el día y la batalla 
deforme, y la victoria es de los otros. 
Vencen los bárbaros, los gauchos vencen. 
Yo, que estudié las leyes y los cánones, 
yo, Francisco Narciso de Laprida, 
cuya voz declaró la independencia 
de estas crueles provincias, derrotado, 
de sangre y de sudor manchado el rostro, 
sin esperanza ni temor, perdido, 
huyo hacia el Sur por arrabales últimos. 
Como aquel capitán del Purgatorio 
que, huyendo a pie y ensangrentando el llano, 
fue cegado y tumbado por la muerte 
donde un oscuro río pierde el nombre, 
así habré de caer. Hoy es el término. 
La noche lateral de los pantanos 
me acecha y me demora. Oigo los cascos 
de mi caliente muerte que me busca 
con jinetes, con belfos y con lanzas. 
Yo que anhelé ser otro, ser un hombre 
de sentencias, de libros, de dictámenes 
a cielo abierto yaceré entre ciénagas; 
pero me endiosa el pecho inexplicable 
un júbilo secreto. Al fin me encuentro 
con mi destino sudamericano. 
A esta ruinosa tarde me llevaba 
el laberinto múltiple de pasos 
que mis días tejieron desde un día 
de la niñez. Al fin he descubierto 
la recóndita clave de mis años, 
la suerte de Francisco de Laprida, 
la letra que faltaba, la perfecta 
forma que supo Dios desde el principio. 
En el espejo de esta noche alcanzo 
mi insospechado rostro eterno. El círculo 
se va a cerrar. Yo aguardo que así sea.
 
Pisan mis pies la sombra de las lanzas 
que me buscan. Las befas de mi muerte, 
los jinetes, las crines, los caballos, 
se ciernen sobre mí... Ya el primer golpe, 
ya el duro hierro que me raja el pecho, 
el íntimo cuchillo en la garganta.

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Hoy te recomendamos leer a BEATRIZ GUIDO.
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martes, 3 de enero de 2017

DANA LIMA (Mendoza, General Alvear, 1988)


 
Si soy sincera debería admitir

que no tengo nada para escribir,

sé que lo prudente seria evitar el decir por decir

solo tomar un puñado de lo necesario

como si fuera arroz,

lavarme la cara con agua limpia

y mirar los perros en el patio

hasta que el día oscurezca,

es que tengo un incendio adentro

aunque por fuera no se vea el humo

(mañana barreré las cenizas)

el silencioso pasar de lo que crece,

podría nombrar una mesa a la luz del sol

el pan con su cáscara suave

un plato de comida humeante

los restos de vino en un vaso

la sal y la albahaca desprendiendo

aromas que me recuerdan

el pelo de mi madre,

solo estoy nombrando cosas cálidas

y sin embargo,

no hablo de nada.


De “Cardumen” (poemario en proceso de edición)

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Hoy te recomendamos leer a MARCO DENEVI.
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lunes, 2 de enero de 2017

JAVIER MARTÍNEZ (España, Sevilla, 1971)

MI PADRE
 
Mi padre. Gordo y sudoroso.
Con mi hermana chica en un brazo
y un muslo de pollo en la otra mano.
Aunque no se note mi madre tiene cogido de la oreja a Joaquín.
Para que se esté quieto.
Mi hermano Carlos no sonríe para que no se le vea la ortodoncia.
Y siguiendo la estampa familiar
a Raquel sentada se le ven las bragas.
Sólo falto yo.
Que hice la foto.
 
Mi hermana chica se casó y se largó.
Vive en una zona turística. Allí se esterilizó
y depiló con láser sus ingles.
Lo mejor que oí decir de ella es que tiene un amante diez años
más joven que la amante que se echó su marido.
A mi hermano Carlos ya le quitaron la ortodoncia
pero algo de aquellas burlas hace que apenas pase por casa.
Y Joaquín, que ya cumplió los cuarenta,
come allí todos lo días.
Y Raquel sigue enseñando sus bragas
en un local más allá de la Avenida de la Paz.
Lleva a cuestas esa felicidad de la que no piensa demasiado.
 
Mi madre vive sola sin demasiada pena
y mi padre murió hace ya años
infartado por una avalancha de colesterol.
La de veces que le gritaba que dejara de comer
como si fuera un agujero negro.
 
Aún hablamos sólo de él
cada vez que un pedazo de familia se encuentra.
No es posible renegar de aquella masa de grasa y conservantes
a la que mi madre insistía en que llamáramos padre.
 
Pero si algo consiguió en su vida, fue sólo a su muerte,
cuando pudo poner por una vez a toda la familia de acuerdo,
de acuerdo en que su vida fue aquella foto.
Desenfocada.
Mal encuadrada.
Mi hermana chica en un brazo
y un muslo de pollo en la otra mano.
Incapaz de decidirse entre darle un beso a la niña
o pegarle un bocado a la comida.
Siempre entre la familia y la carne
el viejo gordo bastardo.

De: “Carne humana” (2016)

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Hoy te recomendamos leer a LUISA MERCEDES LEVINSON.
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domingo, 1 de enero de 2017

INÉS ACEVEDO (Buenos Aires, Tandil, 1983)


EL PERRO CANELA

El segundo día en Bariloche antes de irse a dormir la embarazada agradeció a Dios. No podía creer una felicidad tan completa: en tres semanas tendrían su primer hijo. 
El bebé era motivo de frecuentes incomodidades físicas, que se habían continuado más allá del tercer mes. Mareo, náuseas y vómitos. Diarrea, pero también estreñimiento. Su cuerpo se había vuelto incomprensible y egoísta, pero a ella no le importaba nada, y se dejaba acariciar por todas las personas seducidas por su panza, que era algo extraordinario. Redonda, como la de todas las embarazadas, pero tan elegante como “el micro reflejo de un copo de nieve”, le había dicho su novio, con quien formalizaría la relación luego del nacimiento. 
De pronto, un ruido en la puerta, el perro queriendo entrar, la despertó de un ensueño.
Se levantó descalza. Saltó de alfombra en alfombrita hasta la puerta, y al pasar cerca de la estufa sintió en la planta del pie la temperatura tibia del mármol blanco y vio el reflejo del fuego. Le abrió la puerta al perro y no pudo refrenar el deseo de quedarse cerca del calor del hogar. El perro la siguió y se sentaron juntos al lado del cajón de leña. 
Era un perro de raza color canela, y estaba muy celoso de su embarazo, tanto que se había escapado dos veces. Primero lo encontraron con la lastimadura de una pelea callejera, y ahora lo había atropellado una moto, por eso tenía la pata de adelante entablillada y rengueaba. La embarazada miraba los tizones. Estaba hipnotizada por el color rojo de una chispa. Pero el perro empezó a lloriquear, y eso significaba que quería oír su voz, así que ella dijo:
-¿Querés que te cuente el cuentito de las buenas noches? Ok. Erase una vez una chica que vivía en la Luna. Tenía una casa blanca, con cortinas blancas, sillas blancas y cuatro camas blancas. Tenía tres mascotas: tres perros de color blanco. Todas las tardes sacaba los perritos a pasear, y cuando se iba el sol se sentía muy triste, porque veía brillar de lejos un planeta que no conocía. Y siempre pensaba: “¿cómo será ese planeta? ¿Habrá gente como yo, que vive feliz y juega a lo mismo que yo juego de día? ¿Y de noche? ¿De noche dormirán, igual que yo?” Y sus preguntas la llenaban de curiosidad. Y cada vez tenía más ganas de venir a conocer la Tierra. Después entraba a la casa y preparaba las camitas para ella y los perritos, y dormían hasta el amanecer, todos juntos en el mismo cuarto. Hasta que un día vio venir de lejos una nube gigante que aterrizó cerca de su casa. Una bola blanca con dos patas bajó de la nube y rebotó en el piso, vino saltando hasta ella y la señaló con agitación. En su mano derecha tenía una cámara de video. Esa fue la primera imagen que se vio de la Luna: la chica en camisón y sus tres perritos en pijama. 
El astronauta los invitó, y ella y sus tres perritos estuvieron encantados de venir a conocer la Tierra. Llegaron. Pronto los perros vieron que en la ciudad había muchos amigos y se escaparon de su dueña. Enseguida los astronautas se emborracharon con champagne, y la chica de la luna quedó abandonaba en la cama gigante de un hotel. Resistiendo a las insistencias de un conserje por convertirse en su primer amigo humano, se hizo de noche para ella, y sin fuerzas para buscar a sus tres amigos trató de dormir, pero no pudo. Sentía que había demasiada luz en su pieza. Fue a la ventana y vio que la luna estaba redonda. ¿Me habré olvidado la luz prendida? pensó. 
¡No había considerado que el viaje pudiera representar la pérdida de sus tres amigos! Ese día decidió quedarse en la tierra para encontrarlos. Y todas las noches de luna llena les pide a los perros del mundo que llamen a sus amigos blancos para que vuelvan con ella. ¿Te gustó? Bueno. Ahora a dormir, y nada de ladrar, ¿ok?, dijo la embarazada, y se zambulló en la cama y se quedó dormida. 
Insatisfecho, el perro canela bostezó. Tenía insomnio y estaba en celo. A la luna, que siempre le había interesado, ahora ni la miraba. Era invierno y hacía frío. La mejor opción para él era quedarse adentro. Sin embargo cazó el picaporte de un salto y salió afuera, al corredor.
Se hundió en la nieve rengueando en dirección al bosque, de donde venían ladridos, ruidos familiares. El olor de los pinos se empezó a mezclar con el de algunas hembras, y él aceleró el paso. Pero cuando estaba en el centro del boque el viento a favor trajo otro olor a sangre, familiar y electrizante, que lo detuvo. Prestó atención con las orejas, su nariz se dilató. El olor venía de la cabaña y significaba que su amiga estaba en problemas.

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