Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

lunes, 9 de junio de 2014

CARO FERNÁNDEZ (Mendoza, 1973)


La idea de un metegol internacional era original y hubiese dado resultado si no fuera por la firma española que lo auspiciaba. El toro en medio del campo de juego tenía la mala costumbre de pinchar todas las pelotas.
 
Siempre la misma pesadilla: yo con el corazón destrozado y vos alejándote por ese puente. Te veo caer sobre las vías, arrastrarte malherido y el maldito tren que no viene.
 
De una larga trayectoria familiar dedicada a la vitivinicultura, Armando Correa respetó las costumbres familiares. Su herencia más preciada era un viñedo de cien años que mantenía intacta la rusticidad de los viejos tiempos. Sin tecnológicos sistemas de riego ni tela antigranizo, la vid crecía fuerte y sana. El secreto estaba en maltratarla, tal como le había enseñado su abuelo. Seis veces al año, Correa, azotaba, insultaba y hasta cacheteaba a los leñosos tallos, vigorizando a la planta a fuerza de resistencia.

Falleció durante la celebración de sus cincuenta años, en el instante en que brindaba con el centenario vino.  El deceso fue inmediato, murió  de una  patada al hígado.
 
 Como todos los años, llegan en masa a observar el fenómeno. Pocas veces en la vida se acercan tanto a la costa. Existen diferentes versiones de por qué ocurre. Es probable que algo llame su atención, tal vez sea instintivo o una especie de ritual. Por momentos causa estupor, quizá asco, pero el avistamiento procura traspasar la barrera y saciar esa sed morbosa propia de un acontecimiento sin precedentes. Aunque, en la mayoría de los casos, las ballenas aplauden, se asombran, miran de reojo y se llevan una foto de los humanos como recuerdo.
 

Lo nuestro rompe con la gramática tradicional, viola las leyes de la sintaxis y supera la lingüística clásica. La elipsis ya es explícita y el sujeto tácito salta a la vista. Tus ganas riman con las mías y aunque no seamos unimembres, nada separa nuestros núcleos que se funden en el contexto narrativo del asunto. A veces confundo los pronombres, sin saber hasta dónde llego yo, sin ser vos o nosotros y me brotan los posesivos celosos, dominantes, autoritarios, aplastando con dureza cualquier sinónimo imprudente, para que seas mío, solamente mío sin ningún circunstancial de compañía.

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