PILETA DE AGUA
Escucha, amor mío, estas palabras sinceras
pronunciadas por la intimidad de un alma dolida
antes que la tormenta descienda, el relámpago ruja,
y el corazón inquieto de pronto se rinda.
Escucha estos versos que duelen en vano.
Antes de aquel combate fatal, no pude darte
un velo, ni un anillo o una prueba,
como así lo hicieran tus antecesores; algo que algún día
te recuerde a mí cuando el mal azote,
cuando los niños jadeen y las mujeres lloren.
Ahora, en el campo, la muerte recuesta cuerpo por cuerpo,
siervos y nobles. Diseminados en la confusión.
La noche cae. Un rayo de pronto ilumina.
Mientras, el enemigo de antaño cuelga a las últimas víctimas,
y las interminables heridas remojan la lluvia…
¿Debería encontrarme entre ellas y junto
al brillar de tus ojos, amor mío? Y así, desde una pileta,
como señal simple de paz eterna,
¿caería el agua sobre las heridas que se pudren abiertas?
¿Se derramaría una gota para sanar el dolor?
Espero. Nadie a la vista. El día se desvanece.
La noche que vierte penumbra y horas tardías.
No hay estrella en el cielo que brille de pronto.
Espero. Nadie a la vista. Con un llanto profundo
e interminables heridas que remojan la lluvia.
Nota: Milan Rakic, poeta serbio nacido en 1876 y reconocido como uno de los mejores de su época. Conocido por ser el maestro de los endecasílabos y dodecasílabos en Europa del Este, Rakic es recordado por su poesía que concibe a la muerte y al amor como entes interdependientes. Así mismo, siempre mostró una fuerte obsesión con el término “inexistencia”, cuestionándose constantemente si es ésta una vida real, o simplemente producto de un sueño. Su carrera como poeta y diplomático terminó con una muerte repentina en 1938, falleciendo después de habérsele realizado una intervención quirúrgica en Zagreb. En palabras de los miembros de la Real Academia Serbia, el legado de Rakic es pequeño en número de páginas, pero enorme en riqueza.
La presente versión en español pertenece del poeta Javier Gutiérrez Lozano.
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