Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

lunes, 29 de febrero de 2016

DINA GRIJALBA (México)


GRAMÁTICA ERÓTICA
 
A las escritoras eróticas les fascinan las cópulas verbales, los verbos copulativos, las concordancias, las yuxtaposiciones. Sus personajes siempre están buscando su complemento, en cualquier lugar, tiempo y circunstancia. Quienes buscan objetos, prefieren los directos (son mejores para consolar, dicen) a los indirectos. Algunos son posesivos, otros adoran las interjecciones y las exclamaciones. El vocativo aparece con frecuencia, haciendo alusión al Ser Supremo; más invocado en las camas que en las iglesias.

LECTURA SUGERIDA XXVIIl

 

 


“Martina. montonera del Zonda” de Mabel Pagano

Colección Tiempos Vivos

Javier Vergara Editor-Ediciones B. Buenos Aires, 2000

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 28 de febrero de 2016

JORGE LUIS BORGES (1899-1986)


TEMA DEL TRAIDOR Y DEL HÉROE
 
 So the Platonic Year
hirls out new right and wrong,
Whirls in the old instead;
All men are dancers and their tread
Goes to the barbarous clangour of a gong.

W. B. Yeats: The Tower.

         Bajo el notorio influjo de Chesterton (discurridor y exornador de elegantes misterios) y del consejero áulico Leibniz (que inventó la armonía preestablecida), he imaginado este argumento, que escribiré tal vez y que ya de algún modo me justifica, en las tardes inútiles. Faltan pormenores, rectificaciones, ajustes; hay zonas de la historia que no me fueron reveladas aún; hoy, 3 de enero de 1944, la vislumbro así.

         La acción transcurre en un país oprimido y tenaz: Polonia, Irlanda, La república de Venecia, algún estado sudamericano o balcánico... Ha transcurrido, mejor dicho, pues aunque el narrador es contemporáneo, la historia referida por él ocurrió al promediar o al empezar el siglo XIX. Digamos (para comodidad narrativa) Irlanda; digamos 1824. El narrador se llama Ryan; es bisnieto del joven, del heroico, del bello, del asesinado Fergus Kilpatrick, cuyo sepulcro fue misteriosamente violado, cuyo nombre ilustra los versos de Browning y de Hugo, cuya estatua preside un cerro gris entre ciénagas rojas.

         Kilpatrick fue un conspirador, un secreto y glorioso capitán de conspiradores; a semejanza de Moisés que, desde la tierra de Moab, divisó y no pudo pisar la tierra prometida, Kilpatrick pereció en la víspera de la rebelión victoriosa que había premeditado y soñado. Se aproxima la fecha del primer centenario de su muerte; las circunstancias del crimen son enigmáticas; Ryan, dedicado a la redacción de una biografía del héroe, descubre que el enigma rebasa lo puramente policial. Kilpatrick fue asesinado en un teatro; la policía británica no dio jamás con el matador; los historiadores declaran que ese fracaso no empaña su buen crédito, ya que tal vez lo hizo matar la misma policía. Otras facetas del enigma inquietan a Ryan. Son de carácter cíclico: parecen repetir o combinar hechos de remotas regiones, de remotas edades. Así, nadie ignora que los esbirros que examinaron el cadáver del héroe, hallaron una carta cerrada que le advertían el riesgo de concurrir al teatro, esa noche; también Julio César, al encaminarse al lugar donde lo aguardaban los puñales de sus amigos, recibió un memorial que no llegó a leer, en que iba declarada la traición, con los nombres de los traidores. La mujer de César, Calpurnia, vio en sueños abatir una torre que le había decretado el Senado; falsos y anónimos rumores, la víspera de la muerte de Kilpatrick, publicaron en todo el país el incendio de la torre circular de Kilgarvan, hecho que pudo parecer un presagio, pues aquél había nacido en Kilvargan. Esos paralelismos (y otros) de la historia de César y de la historia de un conspirador irlandés inducen a Ryan a suponer una secreta forma del tiempo, un dibujo de líneas que se repiten. Piensa en la historia decimal que ideó Condorcet; en las morfologías que propusieron Hegel, Spengler y Vico; en los hombres de Hesíodo, que degeneran desde el oro hasta el hierro. Piensa en la transmigración de las almas, doctrina que da horror a las letras célticas y que el propio César atribuyó a los druidas británicos; piensa que antes de ser Fergus Kilpatrick, Fergus Kilpatrick fue Julio César. DE esos laberintos circulares lo salva una curiosa comprobación, una comprobación que luego lo abisma en otros laberintos más inextricables y heterogéneos: ciertas palabras de un mendigo que conversó con Fergus Kilpatrick en día de su muerte, fueron prefiguradas por Shakespeare, en la tragedia de Macbeth. Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible... Ryan indaga que en 1814, James Alexander Nolan, el más antiguo de los compañeros del héroe, había traducido al gaélico los principales dramas de Shakespeare; entre ellos, Julio César. También descubre en los archivos un artículo manuscrito de Nolan sobre los Festpiele de Suiza: vastas y errantes representaciones teatrales, que requieren miles de actores y que reiteran hechos históricos en las mismas ciudades y montañas donde ocurrieron. Otro documento inédito le revela que, pocos días antes del fin, Kilpatrick, presidiendo el último cónclave, había firmado la sentencia de muerte de un traidor, cuyo nombre ha sido borrado. Esta sentencia no coincide con los piadosos hábitos de Kilpatrick. Ryan investiga el asunto (esa investigación es uno de los hiatos del argumento) y logra descifrar el enigma.

         Kilpatrick fue ultimado en un teatro, pero de teatro hizo también la entera ciudad, y los actores fueron legión, y el drama coronado por su muerte abarcó muchos días y muchas noches. He aquí lo acontecido:
         El 2 de agosto de 1824 se reunieron los conspiradores. El país estaba maduro para la rebelión; algo, sin embargo, fallaba siempre: algún traidor había en el cónclave. Fergus Kilpatrick había encomendado a James Nolan el descubrimiento del traidor. Nolan ejecutó su tarea: anunció en pleno cónclave que el traidor era el mismo Kilpatrick. Demostró con pruebas irrefutables la verdad de la acusación; los conjurados condenaron a muerte a su presidente. Éste firmó su propia sentencia, pero imploró que su castigo no perjudicara a la patria.

            Entonces Nolan concibió un extraño proyecto. Irlanda Idolatraba a Kilpatrick; la más tenue sospecha de su vileza hubiera comprometido la rebelión; Nolan propuso un plan que hizo de la ejecución del traidor un instrumento para la emancipación de la patria. Sugirió que el condenado muriera a manos de un asesino desconocido, en circunstancias deliberadamente dramáticas, que se grabaran en la imaginación popular y que apresuraran la rebelión. Kilpatrick juró colaborar en ese proyecto, que le daba ocasión de redimirse y que rubricaría su muerte.

         Nolan, urgido por el tiempo, no supo íntegramente inventar las circunstancias de la múltiple ejecución; tuvo que plagiar a otro dramaturgo, al enemigo inglés William Shakespeare. Repitió escenas de Macbeth , de Julio César. La pública y secreta representación comprendió varios días. El condenado entró en Dublin, discutió, obró, rezó, reprobó, pronunció palabras patéticas, y cada uno de esos actos que reflejaría la gloria, había sido prefigurado por Nolan. Centenares de actores colaboraron con el protagonista; el rol de algunos fue complejo; el de otros, momentáneo. Las cosas que dijeron e hicieron perduran en los libros históricos, en la memoria apasionada de Irlanda. Kilpatrick, arrebatado por ese minucioso destino que lo redimía y que lo perdía, más de una vez enriqueció con actos y con palabras improvisadas el texto de su juez. Así fue desplegándose en el tiempo el populoso drama, hasta que el 6 de agosto de 1824, en un palco de funerarias cortinas que prefiguraba el de Lincoln, un balazo anhelado entró en el pecho del traidor y del héroe, que apenas pudo articular, entre dos efusiones de brusca sangre, algunas palabras previstas.

         En la obra de Nolan, los pasajes imitados de Shakespeare son los menos dramáticos; Ryan sospecha que el autor los intercaló para que una persona, en el porvenir, diera con la verdad. Comprende que él también forma parte de la trama de Nolan... Al cabo de tenaces cavilaciones, resuelve silenciar el descubrimiento. Publica un libro dedicado a la gloria del héroe; también eso, tal vez, estaba previsto.



LECTURA SUGERIDA XXVI

 


“Entre actos” de Virginia Woolf

Traducción de Andrés Bosch

Título original: Betwen The Acts

Colección Biblioteca Virginia Woolf

Lumen. Barcelona, 2009

 

sábado, 27 de febrero de 2016

MARIO LEVRERO (Uruguay, Montevideo, 1940-2004)


LXXXI

 
Nunca pudimos hacerle entender al idiota cómo son los conejos muertos.
—Tiene orejas largas —le decíamos, y traía un burro.
—Es pequeño —y traía una pulga.
—Es del tamaño de un perro chico —y traía un perro chico.
—Es un roedor —y traía una rata.
—Vive en el bosque —y traía una víbora.
—Tiene cuatro patas —y traía una mesa.
—Se desplaza por medio de saltos —y traía un canguro.
—Es blanco y tierno, simpático y sensual, de tacto suave y cuerpo palpitante —y trajo a su primita Águeda, con el corazón atravesado por un certero flechazo.
 
De “Caza de conejos”



LECTURA SUGERIDA XXV

 

 


“El lienzo de Tintoretto” de Hierry Maugenest

Traducción de María José Furió

Título original: Venice.net

Grijalbo. Buenos Aires, 2006

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

viernes, 26 de febrero de 2016

ALBERTO BENZA GONZÁLEZ (Perú, Lima, 1972)


FIRMAMENTO
 
Despertó en la colina. Era de noche y se dio con la sorpresa de que en el firmamento había dos lunas llenas. Al lado de una de ellas distinguió su planeta Tierra.


LECTURA SUGERIDA XXIV

 

 

Muñequitachocadora” de Eliana Drajer

Colección El suri porfiado/Poesía

El suri porfiado. Buenos Aires, 2010

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 25 de febrero de 2016

PATRICIA ESTEBAN ERLÉS (España, Zaragoza, 1972)


CELOSÍA

La hermana Luisita nos mandaba al confesionario cuando nos portábamos mal. Le decíamos que íbamos a ser buenas como ángeles de retablo a partir de entonces, que por favor no. Pero ella era inflexible, al confesionario, decía, hijas bastardas del diablo. Y marchábamos temblando a la capilla del colegio, con ella siguiendo nuestros pasos como un perro negro. Y abríamos la puerta de celosia y aspirábamos el olor a muerto de cera y palo y se hacía de noche allá dentro. Nunca nos sentábamos en la silla, porque la hermana Luisita nos ordenaba desde fuera que nos quedásemos de pie, como Cristo cuando le azotaron. Y así, agruárdabamos hasta que el aire comenzaba a oler a azufre y nos anunciaba que llegaba nuestro padre, el demonio, que asomaba sus ojos amarillos a las rendijas, nos decía cuánto se alegraba de vernos y empezaba a confesar, uno a uno, todos sus pecados.

LECTURA SUGERIDA XXIII


“Los que llegamos más lejos” de Leopoldo Brizuela

Obra de portada: “Juncos (2002) de Darío Arce

Alfaguara. Buenos Aires, 2013

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 24 de febrero de 2016

EUGENIO MANDRINI (Buenos Aires, 1936)


METAS
 
Se detuvo agitado, aguardando a que llegara el hombre que venía detrás de él, y cuando lo tuvo a su lado, le preguntó si era él quien desde siempre lo perseguía sin tregua. El otro asintió en silencio y durante un largo momento permanecieron frente a frente, como leyéndose la historia, inmóviles y sin pronunciar palabra, ni sílaba o letra, hasta que el miedo de terminar así, como petrificados en el tiempo, les hizo iniciar una misteriosa amistad que se arraigó de manera tan profunda y se diría tan encarnada, que parecieron fundirse entre sí, olvidando desde entonces, como mandato de amnesia, la meta que les hiciera encabritar la sangre y latir el corazón con estrépito mientras fueron uno, el perseguido, y el otro, el perseguidor. Murieron sin apuro. También sin dicha, sin asombro y sin luz. Secos.


LECTURA SUGERIDA XXII

 

 

“Sentido y sensibilidad” de Jane Austen

Traducción de Ana María Rodriguez

Colección Clásica

Debolsillo. Buenos Aires, 2010

 

 

 

 

 

 

 

 

 

martes, 23 de febrero de 2016

RAÚL BRASCA (Buenos Aires, 1948)


EL POZO
 
A Cristina Fernández Barragán In memoriam
Hacía tres minutos que cavaba en la arena cuando el pozo le tragó la palita. Desconcertado, el chico miró a la madre. La mujer lo vio hundirse, corrió, alcanzó a tomarle las manos aterrada, y se hundió con él. Los otros bañistas aún no habían reaccionado y el pozo ya devoraba una sombrilla. Se miraron con estupor, vieron que ellos mismos convergían hacia allí, y por un instinto soterrado desde siempre que se acababa de revelar, intuyeron que no podían salvarse. Era tan natural como el ocaso: el mundo se revertía. Muchos trataron de huir, despacio, con la misma aprensión sin esperanza de los animales que buscan esconderse de la tormenta. Pero la arena se deslizaba más rápido y todos terminaron cayendo mansamente. A su turno, se derrumbaron en el pozo casas, ciudades, montañas. Del mismo modo que la mano invisible da vuelta la manga de una camisa, una fuerza poderosa arrastraba hacia dentro la piel del mundo poniéndolo del revés. Y cuando los últimos retazos desflecados de mares y tierras fueron engullidos, el pozo se consumió a sí mismo. No dejó siquiera un hueco fugaz en el espacio, tan sólo quedó el vacío, homogéneo y silencioso, la inapelable evidencia de que el mundo había sido el revés de la nada.


LECTURA SUGERIDA XXI



“Las Hortensias y otros relatos” de FelisbertoHernández

Prólogo de Julio Cortázar

Colección Latinoamericana

El Cuenco de Plata. Buenos Aires, 2013

 

 

 

lunes, 22 de febrero de 2016

HILARIO ASCASUBI (Córdoba, 1807-Buenos Aires, 1875)

La refalosa 
 
Mira gaucho salvajón
que no pierdo la esperanza
y no es chanza
de hacerte probar que cosa
es «Tin Tin y Refalosa»
ahora te diré como es:
escuchá y no te asustés
que para ustedes es canto
más triste que viernes santo
Unitario que agarramos 
lo estiramos o paradito nomás
lo agarran los compañeros
por supuesto, mazorqueros
y ligao con maniador doblado
ya queda coco con codo
y desnudito ante todo
¡Salvajón!
Aquí empieza su aflicción
luego después a los pieses
un sobeo en tres dobleces
se le atraca
y queda como una estaca
lindamente asigurao,
y parao lo tenemos
clamoriando y como medio chanceando
lo pinchamos y lo que grita
cantamos «la refalosa y tin tin»,
sin violín.

Pero seguimos al son
de la vaina del latón
que asentamos el cuchillo y le
tantiamos con las uñas el
cogote.
¡Brinca el salvaje vilote
que da risa!
...............
Finalmente:
cuando creemos conveniente,
después que nos divertimos
grandemente, decimos que al salvaje
el resuello se le ataje;
y a derecha 
lo agarra uno de las mechas
mientras otro lo sujeta
como a potro de las patas
que si se mueve es a gatas
Entretanto nos clama por cuanto santo
tiene el cielo;
pero ahí nomás por consuelo
a su queja
abajito de la oreja
con un puñal bien templao
y afilao
que se llama quita penas
le atravesamos las venas
del pescuezo
¿Y que se le hace con eso?
larga sangre que es un gusto,
y del susto
entra revolver los ojos
...............
¡Que jarana!
Nos reímos de buena gana
y muy mucho
al ver que hasta les da chucho;
y entonces lo desatamos
y soltamos;
y lo sabemos
parar para verlo
refalar ¡en la sangre!
hasta que le da calambre
y se cai a patalear,
y a temblar
muy fiero, hasta que se estira
el salvaje; y lo que espira
le sacamos una lonja que apreciamos
el sobarla y de manea
gastarla De ahí se le cortan las orejas,
barba, patillas y cejas;
y pelao lo dejamos
arumbao,
para que engorde algún chanco,
o carancho.
...............
Con que ya ves, Salvajón
Nadita te ha de pasar
Después de hacerte gritar
¡Viva la Federación!

LECTURA SUGERIDA XX



 

“Prosa completa” de Alejandra Pizarnik

Edición a cargo de Ana Becciu

Prólogo de Ana Nuño

Colección Palabra en el Tiempo

Portada: foto de Alejandra Pizarnik en Buenos Aires (1965) de Daniela Haman, cedida por Antonio Beneyto

Lumen-Sudamericana. Buenos Aires, 2010

 

 

 

 

 

 

 

domingo, 21 de febrero de 2016

MARTÍN GARDELLA (La Plata, 1973)


PEQUEÑA GUÍA PARA CONSERVAR LA BUENA SUERTE
 
Para asegurarse una vida sin desgracias, usted no debe cruzarse con un gato negro, pasar por debajo de una escalera, romper un espejo, barrer de noche, cortar una cadena de la felicidad, levantarse con el pie izquierdo, coleccionar caracoles de mar, abrir un paraguas dentro de la casa, sentarse a una mesa de trece personas, brindar con agua, derramar la sal, ver a la novia antes de la ceremonia, ni leer este instructivo.
De “Los chicos crecen” (2015)

LECTURA SUGERIDA XIX

 

 


“Los reyes. Dos juegos de palabras” de Julio Cortázar

Colección Biblioteca Julio Cortázar

Alfaguara. Buenos Aires, 2011

 

 

 

sábado, 20 de febrero de 2016

NICOLÁS GUILLÉN (Cuba, Camaüey, 1920-La Habana, 1989)


UN POEMA DE AMOR
 
No sé. Lo ignoro.
Desconozco todo el tiempo que anduve
sin encontrarla nuevamente.
¿Tal vez un siglo? Acaso.
Acaso un poco menos: noventa y nueve años.
¿O un mes? Pudiera ser. En cualquier forma,
un tiempo enorme, enorme, enorme.

Al fin, como una rosa súbita,
repentina campánula temblando,
la noticia.
Saber de pronto
que iba a verla otra vez, que la tendría
cerca, tangible, real, como en los sueños.
¡Qué explosión contenida!
¡Qué trueno sordo
rodándome en las venas,
estallando allá arriba
bajo mi sangre, en una
nocturna tempestad!
¿Y el hallazgo, en seguida? ¿Y la manera
de saludarnos, de manera
que nadie comprendiera
que ésa es nuestra propia manera?
Un roce apenas, un contacto eléctrico,
un apretón conspirativo, una mirada,
un palpitar del corazón
gritando, aullando con silenciosa voz.

Después
(ya lo sabéis desde los quince años)
ese aletear de las palabras presas,
palabras de ojos bajos,
penitenciales,
entre testigos enemigos.
Todavía
un amor de «lo amo»,
de «usted», de «bien quisiera,
pero es imposible»... De «no podemos,
no, piénselo usted mejor»...
Es un amor así,
es un amor de abismo en primavera,
cortés, cordial, feliz, fatal.
La despedida, luego,
genérica,,
en el turbión de los amigos.
Verla partir y amarla como nunca;
seguirla con los ojos,
y ya sin ojos seguir viéndola lejos,
allá lejos, y aun seguirla
más lejos todavía,
hecha de noche,
de mordedura, beso, insomnio,
veneno, éxtasis, convulsión,
suspiro, sangre, muerte...
Hecha
de esa sustancia conocida
con que amasamos una estrella
.