Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

jueves, 19 de noviembre de 2015

GABRIELA CHIAPA (General Alvear, Mendoza, 1984)

ETÉREO

Bajo los efectos de algún alcohol que fue acumulando en su cuerpo, esa noche todos los sentidos se extremaron de una forma casi inexplicable. Sentado en su cama, espalda contra la pared, un vaso de vodka en la mano y la música invadiendo la habitación, iluminada apenas con la luz de un velador; en medio de ese íntimo escenario estaba él, absorto en sus pensamientos, solitario.
Ella lo observaba desde un rincón, el más oscuro, al que no llegaba ni siquiera un haz de luz. Como todas las noches, sentada en ese rincón, apoyando sus manos sobre sus rodillas y su carita transparente y soñadora, se quedaba horas a su lado, como cuidándolo, con la intención de acercarse y tocar su frente para correrle un mechón de cabello que siempre le caía en forma de onda. Pero con cada movimiento de él, más se arrinconaba y más pequeña intentaba ser. Tal vez era miedo a ser descubierta, tal vez era miedo a ser temida, pero ella era feliz solo estando cerca.
Despacito, poco a poco se fue moviendo de su rincón, siempre lejos de la luz. Los minutos parecían eternos y sus movimientos eran tan lentos que tardo casi una hora hasta que llegó a los pies de la cama, siempre con los ojos fijos en él. Se asomo un poco por sobre la punta de la cama, sus ojitos brillaban de ansiedad, podía sentir su respiración tan cerca pero aun seguía con miedo. No sabía bien que era lo que pretendía hacer pero al menos dio ese paso que largo tiempo había soñado. No se hubiese animado a tanto si él no hubiese tenido los ojos cerrados.
El aire era liviano para ella, se movía a su antojo, pero en ese momento la ansiedad la apabullaba tanto que hasta creyó estar respirando. Milenios siendo ella misma parte del aire y ahora era lo que mas le faltaba.
Él se levantó, se fue de la habitación. Que desesperación le dio a ella ver que se alejaba, tanto esfuerzo y todo parecía en vano. Las lágrimas que no tenía se agolparon en los ojos y con mucho esfuerzo se paró y fue a sentarse en la cama, en la esquina que quedaba entre la almohada y la pared. Se quedo suspirando, con la mirada perdida hacia abajo, hundió la cara en una remera que él había dejado sobre el colchón, aspirando cada gota de su perfume, de ese aroma que la hacía sentir tan extraña. Y así estaba sumergida en su propio suspiro cuando se abrió la puerta de golpe y entró él y por un instante el mundo pareció frenarse. Fijos, inmóviles, fueron segundos en que su mente quedó en blanco sin saber que hacer, era tarde para escapar. Lo vio ir directo a sentarse en una silla, tomar la guitarra y comenzar a sacarle sonidos lagrimeantes. Con cada rasguido sentía vibrar su cuerpecito, con cada nota se olvidaba del tiempo y de la brecha que los separaba. Ahí estaba él, en frente, como si estuviera tocando solo para ella, para adueñarse de su alma. 
No era miedo lo que sentía, el miedo dejo paso a una extraña sensación de bienestar que nunca había sentido tan profunda y tan verdadera. Podía decir que era amor, ese mito que le contaban los dioses cuando era pequeña, podía decir que era el aire que la hacia invisible a los ojos de él que le daba fuerzas para seguir contemplándolo sin reservas, podía decir tantas cosas pero lo cierto era que no quería alejarse un instante de ese rincón tan cercano a él. 
Fue hipnotizándose con esa melodía que creaban los dedos de su intérprete. Los átomos que la formaban comenzaron a vibrar y chocar entre sí, un estado de adrenalina que la llamaba a dejar fluir sus sentimientos. Comenzó a brillar, y brillaba y vibraba en una conmoción de notas y de aire corriendo por sus cabellos… por sus pies… ya no sabia por donde pero el aire se adueñaba de ella y esa luz… ¿de dónde venía esa luz? ¿Por qué se atrevía a brillar? Es que se estaba volviendo materia. Eso que supuso que era amor la estaba transformando. Era una mezcla extraña entre la saturación del aire que él exhalaba lleno de humo de su cigarro, las notas musicales que sus dedos no dejaban de hacer llorar en su guitarra y se adueñaban de su cerebro, las incontenibles ganas de hacerse ver, de dejar que él viera en sus ojos esa admiración que ella no dejaba de sentir y que hacia que no se fuera de su lado. Cerró sus ojos por un instante dejando que se metiera por su piel esa magia, una magia que no era la de ella, era la de la música, la del amor, la de la pasión. 
Llevó sus manos débiles hacia su cara y la toco… si, pudo tocarse, pudo sentirse viva, pudo sentir que era piel, que era cabello, que eran ojos de verdad. Y sintió, sintió todo su ser transformado en mujer. Y sonrió por ello y sus músculos se movieron. Dolía, por que nunca lo había hecho pero le gustó tanto. Sus dedos se movían y podía dejar de ser aire, toco sus pies, subió sintiendo los poros de sus piernas, la tersura de sus muslos, subió recorriendo cada pequeño átomo de su cuerpo, y encontró su pecho… y algo raro se estremecía en él. Latía… descontroladamente latía, era ella que estaba viva, que era real. 
En ese momento se dio cuenta de que si era real, él podía verla. Desesperación, miedo, alegría, todo se mezclaba en ella ahora y no podía dominar eso nuevo que se adueñaba de su mente. El silencio se quedó prendido de los labios de los dos. 
 
Por poco se le cae la guitarra y el cigarrillo encima, se quedo estupefacto mirando lo que acababa de surgir en un rincón de su cuarto, justo encima de su cama. ¿Alucinación? No podía ser. Mientras mas la miraba mas seguro se sentía de que lo que se encontraba frente a él se parecía a un ángel, solo que mas cercano, mas real. Pero algo extraño tenía, algo que hacía sentir que la conocía, que sabía quien era, aún sin saber perfectamente quién era. Sobre todo esos ojos, que lo miraban tan profundo. 
Estaba desnuda, pálida a la luz de la lámpara de noche del escritorio, con el miedo aferrándose a sus carnes. Se notaba en los labios el terror que sentía, y el, sin saber por que, sin emitir palabras se le acercó. Olía a primavera. Era tan perfecta. Supo entonces que la había soñado, que esa mujer había estado en sus sueños desde siempre. Igual a como se le presentaba en ese instante, con su piel tersa, esas mejillas sonrosadas y el cabello que le cubría los seños cayéndole en ondas hasta la cintura. Por alguna razón se le antojo que brillaba y que esos ojos eran un lago transparente donde pudo mirarse por largo rato. 
La miró hasta que el deseo supero sus fuerzas, hasta que ese aroma lo embriagó aún más, hasta que le ardía el cuerpo de curiosidad, hasta que no aguanto que sus dedos le ordenaran tocarla. Lentamente acercó su mano a sus mejillas, sentía de ella una tibia emanación de calor, temblaba su mano, temblaba su cuerpo, le temblaba el alma. Y la toco. Pero no la toco. Sus dedos no sintieron esas mejillas. Era como si su mano fuese de aire. Intento tocarla nuevamente, tal vez los nervios le jugaron una mala pasada. Y nuevamente aire, nada, ni siquiera sintió un roce. Desesperación, terror. Se miro las manos y no las vio, se sintió ligero como el aire, no tenia carne ni huesos, no tenia calor ni pesadez. Era parte del aire, movía sus brazos como si no los tuviera. 
Salto de la cama aterrorizado y choco contra la pared, la traspasó en un pestañeo y se encontró en otro lugar. No podía entender que era lo que sucedía a su alrededor, miles de personajes extraños lo miraban de lejos y seguían su paso, o su vuelo. Era parte de la brisa, se movía con la brisa en su cuerpo. 
Por un momento el pánico lo dejo sin pensamiento, hasta que comenzó a recordar. El volaba, hacia arriba, hacia los costados, no existía nada que lo detuviera, y hacia piruetas en el espacio. Conocía esas caras, percibía esos aromas como familiares, todo a su alrededor era su mundo, los recuerdos se le agolpaban en la memoria. 
¿Y ella? Si, ya lo recordaba, ella era por quien velaba todos los días y sus noches, cuidando su respiración, espantando sus temores, y por una noche, tan solo por una noche, ella pudo verlo sin ser parte de un sueño que hilvanaba noche a noche donde él era su poeta, su músico, quien componía por amor a ella en una habitación vacía, a la luz de algún velador con un vaso de vodka en la mano.


 

No hay comentarios:

Publicar un comentario