Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

domingo, 10 de mayo de 2015

RICARDO ALBERTO BUGARÍN (General Alvear, Mendoza, 1962)

AVENTURAS Y DESVENTURAS DE LOS CUENTOS DE PRÍNCIPES Y PRINCESAS
 
Desviándose de los caminos que cruzan el condado, tomó por el atajo y se internó en el bosque. Su fiel osezno lo guiaba en vuelo rasante. Más allá de las primeras vertientes, descendió hacia la izquierda, y apeándose de su bisonte miró en derredor por si encontraba alguna huella.
Desembarazándose de su carcaj bruñido, de su daga de rica empuñadura y de su apreciada mandolina, se desprendió la capa de ricos detalles en marabú y, preparando la jofaina, acicaló su figura procurando borrar los efectos del camino. Se quitó los botines para no hacer ruido y se adentró en la espesura. 
Un mundo de musgos y de helechos dificultaba el trayecto. La penumbra, a veces, agigantaba la ansiedad por el encuentro. Avanzó cuidadosamente. Era sabedor, de todos modos, que las historias de príncipes y princesas tienen final feliz en todos los cuentos.
Caminó orientado por el canto del verderón y a la vuelta de un abeto halló la cérvida presencia. Era sabedor, también, que en las historias de príncipes y princesas hay presencias encantadas que dan muy buenas sorpresas.
Se detuvo a observar la juvenil figura que pastaba. Vio los ágiles remos, la piel lustrosa, la firme alzada. Sopesó las aventuras y desventuras que traería el eventual futuro. Eligió aguardar silente y expectante.
El cervato se acercó. Observó la grácil figura, la esbeltez del porte, la redondez del tórax, la flexibilidad de los brazos, la estrecha cintura y la ductilidad de las piernas. 
El príncipe observó el  acercamiento del cervato. Vio como colocándose en dos patas recorrió con sus manos la redondez de sus hombros. Sintió el descender de esas manos, suavemente, y la manera como, con cierta gracia, iban desprendiendo la botonadura de su jubón escarlata. Vio la hombría de su pecho quedar al descubierto. Sintió las manos llegar hasta la línea de sus calzas y vió como el cervato detuvo su mirada en la notaria aptitud de la sección pubiana. Mientras el príncipe azorado vivía este milagro, la cérvida presencia se fue mudando y quedó convertido en un fuerte mancebo en plena cúspide de inexperta adolescencia.
El príncipe levemente retrocedió. El joven se le quedó mirando. Ahí fue cuando el príncipe volvió a recordar que en las historias de príncipes y princesas las presencias mágicas suelen acarrear innúmeras sorpresas.
El verderón seguía cantando. El mundo de musgos y de helechos continuaba acechando. En alguna parte el bisonte aguardaba junto a la jofaina, al carcaj bruñido, a la capa con marabú, a la daga de rica empuñadura, a la apreciada mandolina y a los botines desabotinados. También el fiel osezno aguardaba para volver a remontar vuelo y guiar a su amo a la feliz morada.
El joven mancebo se inclinó y con acento provenzal pronunció estas escasas palabras: soy a vos señor, para lo que gustéis. El príncipe lo miró y, en acotado flamenco. respondió: ya conozco el cuento.
 
De “Bonsai en compota” (2014)

No hay comentarios:

Publicar un comentario