I
Silencio;
y el día amaneció
como mujer que se desnuda,
entre las voces milenarias de las aves.
II
Vos estás sola y libre y fresca como mañana;
yo te lanzo palabras desde mi rincón,
y tejo versos,
como una araña de papel
III
Quise salvar la vida de un insecto
que caminaba por mi mano;
y, sin quererlo, lo maté.
IV
De todas las horas
sólo me queda la mañana.
V
La huella fría,
que contiene tu paso,
tu nada entre la nieve,
nombra tu pie blanco
y se calla tu nombre.
VI
Tan inocentes, tan terribles
son las aves.
VII
Graves palomas pensativas,
cabizbajas, meditan su sombra.
Muda la brisa arruga el agua,
solitario un pez, grande y casi rojo,
salta
y hace un hueco en el silencio.
VIII
Negras siluetas
contra el cielo gris.
Los pájaros a veces saben
que no tienen memoria.
IX
Atardecer.
Noche inmortal.
(Pero sólo tengo palabras por un día,
no son eternos todos los versos;
los hay efímeros:
después de un día se evaporan.)
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