Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

domingo, 7 de agosto de 2016

EDGAR ALLAN GARCÍA (Ecuador, Esmeraldas, 1958)

 
TÍO TIGRE Y LAS OVEJAS
  
Tío Conejo estaba feliz, había llegado el tiempo de la cosecha de zanahorias y tan ocupado estaba sacándolas de la tierra, que no se dio cuenta de que Tío Tigre lo acechaba de cerca. Tras los arbustos se había escondido Tío Tigre a la espera de una oportunidad de atrapar a Tío Conejo y hacerle pagar por todas las veces en que había sufrido por su causa.
En eso, Tío Conejo desenterró una zanahoria enorme, más grande que todas las anteriores, una zanahoria como para ponerla en un museo de zanahorias, pensó mientras daba saltos de alegría. Tío Conejo estaba tan emocionado con el descubrimiento que Tío Tigre aprovechó para dar un brinco desde un arbusto y caer sobre él. Con una garra Tío Tigre apretó el cuello de Tío Conejo y le dijo: "de esta sí que no te salvas."
-¿Apostamos?, murmuró Tío Conejo. 
-¿Qué?
-Nada, solo dije que sonamos.
-Sonamos no, sonaste tú, que te voy a dar un mordisco tan grande que no te va a quedar cabeza con la que pensar, rugió Tío Tigre.
-Eso sí que está bueno, exclamó entonces Tío Conejo, mirando hacia arriba.
-¿Te gusta lo que te voy a hacer? No creí que estuvieras tan loco, sonrió Tío Tigre. 
-No me refiero a mí, dijo Tío Conejo, sino a esas ovejas tan gordas que están allá arriba.
-¿Dónde?, quiso saber Tío Tigre.
-Esas, dijo Tío Conejo y señaló algo que estaba en la parte más alta de una colina que tenía las laderas peladas.
-No veo nada. 
-¿No las ves? Será que te estás quedando ciego, Tío Tigre, en serio.
-Es que no se ve nada desde aquí, solo esa cosa gris. 
-No es una "cosa gris", es una oveja especial, una oveja gris, ni blanca ni negra, gris, la de mejor calidad porque engorda que es un contento y...
-Nunca había escuchado de ovejas grises, dijo extrañado Tío Tigre. 
-¿Tienes internet?, preguntó entonces Tío Conejo. 
-¿Qué es eso?, frunció el ceño Tío Tigre.
-Nada, olvídalo, es un asunto... un servicio que aparece en otros cuentos más modernos, disculpa, me traspapelé. 
-¿Más modernos?, no entiendo nada.
-Olvídalo Tío Tigre, este es un cuento de la selva, no hay internet.
-Bueno, entonces volvamos a lo de la oveja gris.
-Exactamente, son exquisitas, me han dicho, ¿no has probado ninguna?
-Ninguna.
-Bueno, en lugar de comerte a este conejo flaco y viejo, lo que debes de hacer es trepar allá arriba y comerte una suculenta oveja gris. 
-Esa ladera está muy empinada, protestó Tío Tigre.
-¿Pero no eres acaso un cazador experto?, ¿un animal feroz al que nada detiene cuando va tras su presa?, preguntó con sorna Tío Conejo.
-Es que últimamente me he sentido mal, se quejó Tío Tigre, muchos gases, no he podido dormir bien, me levanto tres veces por noche al baño y...
-Ya, ya, no me cuentes más, protestó Tío Conejo, no quiero saber tus detalles íntimos.
-¿Me harías un favor?
-Depende.
-¿Depende de qué?
-De que me sueltes el cuello y me devuelvas mi zanahoria gigante.
Tío Tigre lo soltó y Tío Conejo cayó como un saco de zanahorias, a punto de ahogarse.
-Ya está, dijo Tío Tigre, ahora lo que te voy a pedir es que...
-Ya sé, dijo Tío Conejo, que te ayude a subir hasta allá, ¿verdad?
-No, más bien que tú subas y me lances una.
-¿Tú sabes todo lo que pesa una oveja gris? 
-Solo la espantas hasta que caiga y listo.
-¿Te crees que es fácil espantar a una oveja gris con esta cara de ángel que tengo?
-Por favor...
-¿Escuché bien?
-Hazlo por mí... por nuestra amistad...
-Ay, mira Tío Tigre, ni por ti ni por nuestra amistad que no existe, lo voy a hacer para que me dejes en paz.
En seguida Tío Conejo se puso en marcha, mientras Tío Tigre aplaudía de alegría. Al fin se iba a comer una oveja gris.
Tío Conejo trepó por la empinada ladera y, una vez que estaba arriba gritó:
-¡Tío Tigreeee!, ¡ahí va la ovejaaaa!
Tío Tigre abrió los brazos y sacó las garras para atrapar tan suculento bocado, pero al ver que venía una mole a mucha velocidad, dudó.
-¿No es esa una roca?, preguntó.
-No seas tonto, gritó Tío Conejo, es una gorda oveja gris que parece roca. 
Tío Tigre abrió los brazos y pummmm trasssss pululúnnn ayayayyyy es lo que se escuchó a dos kilómetros a la redonda. Tío Tigre, una vez más había sido engañado por el astuto Tío Conejo, que muerto de la risa fue a contar a los demás animales, que Tío Tigre había abrazado una roca y estaba con la lengua afuera, tirado en la montaña.
Por suerte, la tierra estaba blanda, que si no, el pobre Tío Tigre se acababa de descalabrar. Cuando recobró el conocimiento, solo pudo mascullar:
-Apenas me recupere, va a ver ese Tío Conejo, y se volvió a desmayar.
 
De: “Cuentos de Tío Tigre, Tío Conejo y Juan Bobo” (2016)


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