Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

sábado, 27 de agosto de 2016

DINA GRIJALVA (México, Ciudad Obregón, 1959)


ÁGAPE ARABESCO

Amanda arma un ágape abundante. Ayer abrió la alcancía, acudió al abarrote y al almacén a abastecer la alacena. Apuntó: aceite, achicoria, aceitunas, acelgas, arvejas. Adornó la antesala con azucenas, anémonas y alelíes. Afuera avistó los árboles de amapas, las azaleas y los arbotantes con arabescos. Afanosa, agenció los arreglos adecuados. Alquiló adornos y aseó la alberca, apenas amanecía.
Asisten astrónomos, académicas, argonautas, árbitros, albañiles, alquimistas y antropólogos antropófagos. Abelardo Arlistán y Adán Acosta –apuestos argentinos- aterrizan en avión. Al inicio se abrazaron: americanos, asiáticos, africanos, altivos alemanes, antipáticos antisemitas y atléticos árabes. Arriban en auto y aparcan allí: anglicanos, ateos, autistas, andaluces, antillanos y argelinos. Al alba la autovía arroja artistas aniñados, adolescentes afectuosas, adultos apocados y ansiosos ancianos.
Al amanecer: avena, albaricoque y arándanos azucarados. Al almuerzo, en el armonioso antecomedor de azulejos azul añil, los aperitivos: anís, amaretto y amontillado. Antipasto al iniciar: alcachofas acitronadas, alubias, arroz con azafrán, almejas ahumadas y auténtico atún. Arde el anafre y se asa la arrachera; al acabar, la amable Ana apaga la llama. Adir y Adrián atacan ávidos los alambres adobados; Alicia, el abulón al ajillo y las almendras. Amalia ama amasar albóndigas a la albahaca; la angelical Angélica adora las acelgas con aderezo agridulce; agregan atoles con aromas afrutados y agua de arrayán. La azafata, de abrigo de ante aterciopelado y arracadas aceradas, añadió aliño ácido y alcaparras al aguacate. El abad agarra alas de aves al achiote. Alarde de lo acre, agrio, ácido agridulce, agringado. La arqueóloga agripada abomina del ají y del ajonjolí. Aspirantes a ascetas y anoréxicos amarillentos acuden al agua y al apio.
Algunas se atracan de alfajores, algodón de azúcar y albaricoques en almíbar. Agustín ama las alegrías de amaranto.
La apasionada anfitriona añade arrobada alcohol en abundancia: alambiques de aguardiente, aguamiel, ajenjo, ambrosía. Auténticos arrabaleros y abrigados aristócratas apuran alucinados los aperitivos. Amodorrados, los abstemios se aburren.
Arlen arriba al atardecer: abrigo armani ámbar y aretes anaranjados. En la algarabía achispada de la asamblea aflora el afecto; pero, al apagar el aire acondicionado y los abanicos, el antes agradable ambiente se agrió y aguafiestas amargados adictos al alboroto arman un alarmante argüende atroz, la amistad acaba: astrofísicos atacan a astrólogos; aprovechando el ajetreo, apátridas arrinconan a adivinos. Amoratados, asustados, amedrentados y amenazados, los alquimistas acampan afuera; asombrados aprecian los astros.
Al anochecer, adentro, aflora la afición a la amapola, la adormidera y los afrodisíacos. El arzobispo y la arquidiócesis no admitirían algunos actos aquí aparecidos. En las alcobas y en las antecámaras, algunas y algunos amigos se acuestan en alfombras y almohadas. ¡Aleluya!, ¡aleluya!. Se aman arrebatadamente hasta la alborada.
 
De “Goza la gula” (2012)


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