ÁGAPE ARABESCO
Amanda arma un ágape abundante. Ayer abrió la alcancía, acudió al abarrote y al almacén a abastecer la alacena. Apuntó: aceite, achicoria, aceitunas, acelgas, arvejas. Adornó la antesala con azucenas, anémonas y alelíes. Afuera avistó los árboles de amapas, las azaleas y los arbotantes con arabescos. Afanosa, agenció los arreglos adecuados. Alquiló adornos y aseó la alberca, apenas amanecía.
Asisten astrónomos, académicas, argonautas, árbitros, albañiles, alquimistas y antropólogos antropófagos. Abelardo Arlistán y Adán Acosta –apuestos argentinos- aterrizan en avión. Al inicio se abrazaron: americanos, asiáticos, africanos, altivos alemanes, antipáticos antisemitas y atléticos árabes. Arriban en auto y aparcan allí: anglicanos, ateos, autistas, andaluces, antillanos y argelinos. Al alba la autovía arroja artistas aniñados, adolescentes afectuosas, adultos apocados y ansiosos ancianos.
Al amanecer: avena, albaricoque y arándanos azucarados. Al almuerzo, en el armonioso antecomedor de azulejos azul añil, los aperitivos: anís, amaretto y amontillado. Antipasto al iniciar: alcachofas acitronadas, alubias, arroz con azafrán, almejas ahumadas y auténtico atún. Arde el anafre y se asa la arrachera; al acabar, la amable Ana apaga la llama. Adir y Adrián atacan ávidos los alambres adobados; Alicia, el abulón al ajillo y las almendras. Amalia ama amasar albóndigas a la albahaca; la angelical Angélica adora las acelgas con aderezo agridulce; agregan atoles con aromas afrutados y agua de arrayán. La azafata, de abrigo de ante aterciopelado y arracadas aceradas, añadió aliño ácido y alcaparras al aguacate. El abad agarra alas de aves al achiote. Alarde de lo acre, agrio, ácido agridulce, agringado. La arqueóloga agripada abomina del ají y del ajonjolí. Aspirantes a ascetas y anoréxicos amarillentos acuden al agua y al apio.
Algunas se atracan de alfajores, algodón de azúcar y albaricoques en almíbar. Agustín ama las alegrías de amaranto.
La apasionada anfitriona añade arrobada alcohol en abundancia: alambiques de aguardiente, aguamiel, ajenjo, ambrosía. Auténticos arrabaleros y abrigados aristócratas apuran alucinados los aperitivos. Amodorrados, los abstemios se aburren.
Arlen arriba al atardecer: abrigo armani ámbar y aretes anaranjados. En la algarabía achispada de la asamblea aflora el afecto; pero, al apagar el aire acondicionado y los abanicos, el antes agradable ambiente se agrió y aguafiestas amargados adictos al alboroto arman un alarmante argüende atroz, la amistad acaba: astrofísicos atacan a astrólogos; aprovechando el ajetreo, apátridas arrinconan a adivinos. Amoratados, asustados, amedrentados y amenazados, los alquimistas acampan afuera; asombrados aprecian los astros.
Al anochecer, adentro, aflora la afición a la amapola, la adormidera y los afrodisíacos. El arzobispo y la arquidiócesis no admitirían algunos actos aquí aparecidos. En las alcobas y en las antecámaras, algunas y algunos amigos se acuestan en alfombras y almohadas. ¡Aleluya!, ¡aleluya!. Se aman arrebatadamente hasta la alborada.
De “Goza la gula” (2012)
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