MI ABUELO FRANCISCO
Me entregaron los restos del abuelo Francisco,
huesos reducidos en una caja de lata
(qué livianos
luego de asumir tantos caminos)
y los llevé a su nuevo domicilio
en el nicho uno de la columna familiar.
Pero antes quise mirar qué había hecho
el tiempo con sus despojos.
Abrí la tapa y vi, a flor,
nos pocos dientes amarillos
como mordiendo aún la fruta de la vida;
y un fémur de azotar caminos,
y una mano desarmada
que no alcanzó a rasguñar fortuna.
Entonces dejé la caja en paz,
y cerrando el nicho
dije permiso abuelo vendré luego,
entraré despacio a mi regreso
para dormir cerquita de su cariño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario