Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

jueves, 1 de noviembre de 2012

PARA COMPARTIR: ANA EMILIA LAHITTE

 

ALTRI TEMPI

Las salas enfundadas como inmensas corolas. y un secreto soleado:

el país de los patios. (Se decía glicina, heliotropo, diamela,

como ahora se dice ADN, sidaico). Aquel cielo privado

con chicos y canarios y huertos y murales de macetas pintadas

era de veras cielo. (Entonces, lo ignorábamos).

Nunca imaginamos que lo fuese, hasta ahora, en que hemos

cumplido nuestros propios infiernos). Aquellos cielos

bajos, a ras de tierra, humanos. Todavía a salvo. Allí donde ser niño

era tener abuelos en la casa y amarlos,

dejándolos vivir libres de vaciaderos de viejos:

adiestrados espectros que siempre se demoran demasiado

en morir y dejar limpio el mundo,

que ya no tiene patios, ni destino, ni tiempo.

Ser niño era pedirles que nos dieran la mano, porque teníamos miedo.

Y volver a pedirles que nos contaran cuentos (que eran verdad,

ahora lo sabemos) Y llorar junto a ellos penitencias y encierros:

“había que educarnos”... (Se decía señor y plegaria

respeto, con limpio olor a incienso y a sopa obligatoria,

a almidones y ungüentos).

Se decía Maestro, y en el cuaderno único cabía el universo.

El padre, con arrestos de patriarca doméstico, “tenía autoridad”

y la madre dulzura, por amor o por tedio.

Lo cierto es que la casa nunca estaba vacía

(la mesa familiar, otra inútil reliquia) y la abuela, el abuelo

-una especie de puerto del buen regreso-

eran sencillamente viejos: con todos los derechos a morir

en su casa, en su cama, en su llaga, en su pulso, en su tiempo.

Sin adiós intensivo. Sin pactos terminales de abandono y silencio.

En fin, sólo fantasmas de cielos y otros tiempos.

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