ELLOS NO TUVIERON ELECCIÓN
Ronald Christopher Edwards, conde de Cheddington, dijo:
- Una vez al trimestre llevamos una corona de flores en memoria de los millones de animales que han sufrido por nuestro país. La depositamos en el monumento erigido en Park Lane. Ellos no tuvieron elección, se llama. Todo un símbolo. Ocho millones de caballos fallecieron en la I Guerra Mundial. ¡Y cuántos perros, delfines, leones marinos y elefantes! Solo en la II Guerra Mundia el ejército británico condecoró a treinta y dos palomas, dieciocho perros, tres caballos y un gato. Todos ellos recibieron la medalla Dickin, el equivalente de la Cruz de la Victoria. Dos casos llaman la atención. Uno el de la paloma María de Exeter que voló de vuelta al Reino Unido tras resistir el ataque de halcones alemanes. Otro, el de los caballos Peter y Silvia, que se quedaron sin medalla. Peter murió en combate, pero, Silvia, que, estuvo en nuestras filas, fue repudiada y condenada a morir de hambre. Algo habría que hacer para reivindicarla. Ambos eran andaluces, de esa inteligente y fina raza. Se habían crado felices por los cálidos campos del sur de España. Muy jóvenes todavía, fueron vendidos. Silvia, al ejército británico; Peter, al alemán. Su vida empeoró, no tanto por la dureza de sus nuevos entornos, como por la fuerte añoranza que sentían el uno del otro. Cuando estalló la guerra, y fueron llevados al frente, su instinto les hizo vislumbrar la oportunidad de reencontrarse. Un encuentro, sin embargo, desgraciado. El teniente inglés que montaba a Silvia, mató a Peter, el potro de sus amores. Quizás disparó al oficial alemán que lo montaba, nunca lo sabremos. Pero su disparo hirió de gravedad al caballo, que, al caer, ocasionó la muerte del jinete. La yegua Silvia, enloquecida, se volvió entonces contra quien la montaba, logró derribar al teniente inglés y lo mató a coces.
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