LA INVITADA DE HONOR
Cuando mi coche falló a la salida de ese pueblito sin nombre tuve que tocar en la primera casa con ventanas iluminadas que encontré. Me abrió una anciana vestida de luto. "Pase, la estábamos esperando. Perdonará que hayamos empezado sin usted", me dijo caminando delante de mí por un pasillo estrecho hasta una sala en el fondo, en semioscuridad y habitado por viejitas con rebozo rezando el rosario. Hice amago de sentarme atrás en una silla que vi vacía. "No, hágame el favor; sin modestias, usted es la invitada principal". Así que tomé mi sitio en el lugar de honor, dentro del féretro en medio de la sala donde lo había dejado el encargado de la funeraría local horas después del accidente de carretera
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