DESCONOCIMIENTO
—Una vez que haya salido —le dijo el funcionario—, no podrá volver hasta cumplido el plazo.
—¿El plazo? ¿De cuánto tiempo?
—Depende. Años, muchos años.
—Pero, todos van tan entusiasmados que me muero por probar, por saber cómo es…
—Si es ese su verdadero deseo, bajo su propio riesgo, lo agrego a la lista de espera.
Él asintió, feliz.
Y el otro:
—Le advierto que deberá pasar por nueve meses de incubación.
Y vinieron la larga espera, y los nueve meses de acuoso encierro.
Hasta que por fin salió al mundo.
Fue bebé, niño, adolescente, hombre. Fue cadáver.
Y, una vez vuelto a la nada, pensó: ¡he perdido tanto tiempo!
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