NIÑOS ENVUELTOS
La costumbre de conservar los niños envueltos en vinagre asusta a los niños propiamente dicho que, cuando van a dormir, se imaginan sumergidos en un frasco y tienen pesadillas. En generaciones anteriores, cuando la ingestión de niños envueltos no podía diferirse porque no existía la receta que permite enfrascarlos, los niños podían constatar de inmediato con todos sus sentidos, incluido el del gusto, que la designación “niños envueltos” no se refería a ellos y sólo daba cuenta del humor de algún antecesor, aunque ¿por qué ese humor había sido preservado a lo largo de las generaciones?
Hoy los adultos les explicamos a los niños que los niños que se apilan unos sobre otros bajo el líquido no son más que un relleno de carne rodeado por hoja de repollo. Ellos nos creen o creen creernos pero alguno, el hijo del farmacéutico, les revela la existencia de fetos encerrados en frascos con formol en las vitrinas. Todavía les decimos que no es lo mismo, todavía levantan sus caritas para oírnos pero basta que un solo adulto, un solo instante, flaquee en su convicción, para que nuestra palabra caiga.
ME ENTRAÑA
A veces te extraño, me dice eso. A veces te extraño y a veces te entraño, me dice y me mete dentro de sí, por esa abertura que eso tiene allí mismo donde los seres humanos tienen el ombligo. Te entraño, y eso emite prolongaciones que me hacen entrar mientras yo me preservo inerte, todo blanco y sin forma. Adentro, les aseguro, no hay miedo. El miedo es cuando estoy afuera y eso me dice: A veces te extraño.
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