CABOS SUELTOS
El traje era auténtico, la sangre de verdad, el orificio de entrada en paralelo al de salida, el arma una 9 milímetros, los testigos rigurosamente elegidos, el juez, de amplia reputación pero sobornable (empleando ciertas sutilezas administrativas, se entiende), las coartadas intachables y la ejecución limpia y casi aséptica. Lástima lo de la víctima, errada: un tipo desconocido que pasaba a la hora menos indicada por allí: siempre hay un cabo suelto que te lleva al traste el crimen perfecto.
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