LA MIRADA DE FRIDA KAHLO
Cuando su hombre no aparece en la cama y ya son demasiadas noches, Frida se agarra los pelos del entrecejo y estira. Las cejas caen sobre la cama, entre las piernas mutiladas. Cientos de hebras azabache, gruesos filamentos negros que ordena por largo y grosor. Clasifica y hace rumas. Pelo a pelo. Después, con la paciencia que no tiene, los une. Así fabrica sus pinceles, solo así sabe pintar la rabia y el deseo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario