LA MUERTE
I
No hay sitio que la muerte silenciosa
no recorra veloz con pasos ciertos;
nada su marcha detener consigue,
y nosotros también estamos muertos.
II
Ella con mano fuerte ha colocado
su sello aterrador en nuestra frente;
en todo lo que pasa por el mundo
está la marca sepulcral latente.
III
Cuando han muerto el placer y la esperanza
aléjase el temor del pecho herido;
después que ya esa deuda se ha cumplido
el polvo llama al polvo y nos alcanza
de la fosa el abrazo entumecido.
IV
Todo cuanto queremos en el mundo
lo mismo que nosotros desaparece;
esa es la ley tirana que nos rige.
¿No es cierto que el amor también perece
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