AHÍ HUBO ALGUIEN
Desprendido del himacio avanzaste hacia mí. Tus manos se entretuvieron con mis cabellos mientras quitabas mi tolia. Mis manos recorrieron tus hombros y se apropiaron de tu fíbula. Sentí como las tuyas, con hambre detenido, recorrían el camino que desliga el amado peplo de mi cuerpo. Avanzamos. Tu jitón fue desvaneciéndose en el juego de mis manos y al caer el cíngulo quedó toda tu belleza liberada. Acercándonos aún más, nos tomamos de las manos en una especie de eteriedad sublime y deleitada. Liberados tus pies y olvidados mis bauquides, avanzamos. Un ave solitaria, desde algún lugar, con su canto nos acompañaba. Nos amamos como no se puede amar. Sentí la intensidad de tu mirada. Sentiste la profundidad de la mía. Hicimos de nosotros dos, el gozo y la plegaria. Con los siglos el friso se ha ido desgranando. Nuestro mármol no ha soportado el trajinar de las tierras. Para los demás, somos conjeturales y estamos datados. Recién un niño, acercándose al vidrio, nos señala y dice: ahí hubo alguien.
De “Bonsai en compota” (2014)
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