Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

domingo, 7 de febrero de 2016

PIERRE AUTIN-GRENIER (Francia, Lyon, 1950-2014)


CRUELDAD
 
Ángeles de verdad no habíamos visto nunca hasta esa mañana de mistral en la que Madeleine encontró uno, enredado entre los barrotes de la verja de entrada como atrapado entre las mallas de una red. Repetidas veces advertí que ese cerco era una verdadera trampa para cualquier cosa que vuele. Si hubiese sido por mí, hace ya buen rato que habría sacado esa cerca y mandado la casa al medio del campo, ¡libre! Pero Madeleine siempre pretextó que entonces nuestro bullterrier ejecutaría verdaderas razias en los gallineros y conejeras de las granjas de los alrededores, y así, el alambrado quedó. ¿Es, sin embargo, razón suficiente que este perro tenga instintos de pantera negra para emparedarnos cual salvajes detrás de nuestra muralla? 
El caso es que nos encontramos con este ángel a cuestas con pinta de alucinado y como bola sin manija, por cierto muy maltrecho por su desconcertante aventura. Una vez que lavamos sus peores heridas con agua oxigenada y que las desinfectamos luego, lo frotamos con ungüento calmante; también tuvimos que fabricar un tabique para sostener una de sus alas, muy seriamente dañada. Madeleine fue quien tuvo luego la idea de apartarlo en el desván donde, a salvo de todo peligro, podría poco a poco recuperar sus fuerzas. Lo hizo, realmente, bastante rápido. Hace no más de dos días, lo vimos animarse a salir e ir a sacudirse un instante al patio, bajo el templado sol de diciembre. Aunque todavía algo diáfano de aspecto, nuestro ángel, evidentemente, recobraba vida. 
Pero, ¿qué diabólica inspiración nos llevó, esa mañana, a irnos a pasar el día a la ciudad, dejar el tragaluz del desván abierto y a nuestro ángel, abandonado a su suerte con sólo una palangana de agua fresca y un poco de comida? Ceder al capricho de Madeleine de pasear por la ciudad sin para nada prever ni un segundo el drama que sobrevendría, fue mostrarse, ciertamente, flojo. ¿Pero acaso tenemos siempre la presciencia de las catástrofes que nos habitan? 
Así que, al volver de nuestra escapada al anochecer y al constatar la desaparición de nuestro protegido, sólo nos bastó un minuto para imaginar lo peor... Descubrimos efectivamente a nuestro ángel bien al fondo del jardín, entre las garras del Bull que, tras haberle devorado la mitad del cráneo, se entretenía con él como si se tratase de una vulgar ave, con malévolo placer hacía crujir con sus dientes sanguinolentos el frágil esqueleto; ¡ese perro estaba ensañado como un demonio con el cadáver del pobre ángel! Ante el espantoso espectáculo nos vimos forzados a admitir que, a imagen y semejanza del hombre, las bestias también muestran a menudo una crueldad inaudita entre ellas.
 
De “No soy un héroe” (2015)

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