EL DON DE ENROJECER
Me gustan las mujeres que enrojecen.
Tanto cromática
poética
como políticamente.
Para empezar me gustan porque son
la única prueba contundente
de que aún hay vida
en mi huraño corazón.
No es que aborrezca
a las féminas azules
grises o celestes.
Es simplemente que en nada
se comparan
a las que tienen
el don de enrojecer
que equivale nada menos
a reinventar cada mañana la utopía
multiplicar los panes y los sueños
y poner las cosas más calientes
tanto romántica
poética
como políticamente.
Me gustan las mujeres que enrojecen
pues aquellas hembras
que aún suelen sonrojarse
son la última trinchera que nos queda
en la lucha contra el neo desamor.
Cuando te tornas mi bien
del verdadero color de las estrellas
quisiera entonces tantas cosas
y entre ellas
ser peregrino en tu piel
cuando anochece
comer tus besos
uno a uno
lentamente
curar tu soledad
e incluso a veces
quisiera simplemente
amarte
amor
cuando enrojeces.
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