UNA MANERA DE MORIR
Inquieta,
por las noches,
te veía dormir,
murmurar levemente
o darte vuelta;
y ese cuerpo pesado que fue amor
-y era un animal ciego-
alentaba de pronto mi ternura
y te rozaba el pelo
como a los niños solos.
Y quedaba pensando,
más tranquila,
que estabas cerca y vivo,
a pesar de mostrarnos enemigos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario