Mi fortuna
Los etruscos leían el futuro
en las tripas de las aves
A veces
cuando termino de bañarme
pego un salto
un pequeño salto
Y mientras estoy en el aire
pienso
que así
limpio y desnudo y volando
no cargo con nada
de la tierra que acabo de abandonar
Pienso que soy entonces
si bien estoy algo crecido
igual al que nací
Pero luego
recuerdo mis dientes de porcelana
y el plomo en las muelas
recuerdo los puntos que no fui a sacarme
del pulgar izquierdo
recuerdo sobre todo la moneda de un peso
que me tragué hace poco
y que debe estar echando mudas suertes
a cada salto mío.
El inventario real
Un nuevo inventario de los bienes del palacio es siempre algo complicado: casi todos los días, el rey compra una jauría de mandriles, estrangula a alguna de sus favoritas o destruye alguna silla con su voluminoso trasero. A menudo es obsequiado con cosas intangibles como "sombras de muchachas desnudas".
Le está vedado al contador emplear el ábaco: el rey se queja de que el rumor de las cuentas le quita el sueño y de que su caballo enano favorito murió en el mismo instante de ser sumado por el difunto contador X.
No le está permitido a un contador indagar acerca de cuáles son las cosas que el rey considera parte de su patrimonio. Tampoco puede registrar el inventario sobre ningún papel, puesto que el rey considera que la pérdida o destrucción de dicho papel podría perjudicar de algún modo la suerte de los bienes inventariados.
Es la madrugada del último día del año: el funcionario W, sentado ante la puerta de su casa de papel, cuenta en silencio y repite para sí los versos del inventario que ha de recitar ante el rey.
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