Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

viernes, 2 de junio de 2017

NICOLÁS CABRAL (Córdoba, 1975)


AUSENCIA

Despertar. Abrir los ojos. Observar el cielo raso. Operaciones diarias. Pero ¿qué hago primero? ¿abrir los ojos? ¿despertar? A quién le importa. ¿Y ella? Estirar el brazo. Tocar. Nada. ¿Adónde se ha ido? ¡Amor, ¿estás en casa?! Amor, vaya forma de llamarle. No la veo por ninguna parte. ¿Volvió anoche? Sólo recuerdo haber sintonizado un programa de televisión. Compre, decían. Compre, repetían como loros. No compré nada. Una mujer mostraba productos deportivos. Deslizaba su mano sobre ellos. Su voz era horrible, pero tenía un culo enorme. Observé el programa durante horas. En algún momento, la vendedora comenzó a utilizar una máquina de ejercicios. Subía y bajaba. Sonreía. La cámara se concentraba en sus nalgas la mayor parte del tiempo. Eran firmes y redondas, como pelotas. Después de eso no recuerdo nada. ¿Y ella? seguramente se ha levantado más temprano que de costumbre. No ha querido despertarme, es tan considerada. Aunque no recuerdo haberla oído llegar anoche. La muy golfa. Duermo casi todo el día, pero mi sueño es ligero. Habría notado su llegada, porque tenía hambre. Sigo teniendo hambre. Quería que me trajera sopa a la cama, a veces lo hace. Me levanta la cabeza y coloca la cuchara frente a mi boca. Entonces sorbo. Me gusta la sopa, es casi lo único que puedo comer. Lo sólido me da asco. Y además no puedo sorberlo. Lo que me interesa es ejercitar mis pulmones, aspirar. Atraer el líquido y la pasta hasta el interior de la boca. Comienzo a salivar. Quiero un poco de sopa. ¿Y ella? ¡Ha desparecido! Le gritaré de nuevo: ¡amor, ¿estás en la cocina?! No responde. No está. dejarme solo, qué grosería. Me cuesta arreglármelas en soledad. Apenas si doy unos pasos para ir a orinar. Sí, para orinar, generalmente. Me gusta orinar. Y gemir como un cerdo. Los vecinos se asustan, creo. Me importan un pepino. He encontrado la forma de que mi aullido sea cada vez más intenso. Ni muy agudo ni muy grave. Orinar se vuelve un acto sumamente placentero. ¿Y si ella tuviera un amante? Cuando menos habría inventado alguna excusa para no llegar a dormir. Golfa. Qué descaro, no llegar a dormir. Por mi parte, rara vez salgo. Ha dejado de interesarme. Antes salía porque tenía un trabajo. Ah… aquella rubia. ¿Cómo se llamaba? No lo recuerdo, aunque sospecho que nunca se lo pregunté. ¿o sí? Bah. Íbamos a aquel hotelucho. Había espejos por todas partes. Sus tetas, su culo por todas partes. Era divertido. Sus tetas eran como dos melones gigantescos. No sé cómo podía respirar cuando las dejaba caer sobre mi boca. Inicialmente yo no quería revolcarme con ella, pero se dedicaba a lucir el culo cada vez que nos topábamos. En la oficina. ¿Qué habrá sido de la oficina? Un día dejé de ir. Me repugnaba. Tenía un jefe que todo el tiempo hablaba de productividad. Hacía diagramas. Se habrá preguntado por qué dejé de ir. Supongo que para ahorrarme su jeta. Pasaba el día aburrido. Y además tenía que levantarme temprano. Detesto levantarme temprano. Uno debe dormir hasta la hora que el cuerpo decida. Mi cuerpo exige un reposo casi absoluto. Así que un día dejé de ir y punto. Me gusta observar el cielo raso de este cuarto. Dedico las horas que paso despierto a su contemplación. Es blanco. Está un poco rasgado en las orillas. Pero me gusta. Mucho más que sentarme, observar un monitor, hacer llamadas, cumplir con las peticiones del jefe, ver el culo de la rubia. Bueno, esto último no era tan malo. ¿Qué habrá sido de la rubia? Un día me dijo que esperaba un hijo mío. Le dije que se deshiciera de él. No seré yo quien siga trayendo criminales al mundo. Le di unos billetes para que fuera al doctor. le extrajeron el feto sin mayores complicaciones. A veces lloraba. Veíamos la televisión y, cuando aparecía un niño, chillaba. Me tenía harto. Mientras lloraba, la desvestía. Luego la penetraba. Entonces seguía aullando, pero me molestaba menos. Tenía un buen culo. Creo que ya lo dije. Bah. decidí regresar con la otra… ¡Ella! ¡Pero si ha desaparecido! Lo había olvidado. Siempre olvido las cosas. Memoria porosa. Afortunadamente no olvido lavarme después de cagar. Sería un desastre, supongo. ¿En qué estaba? ¡Ah…! No llegó a dormir. Bueno, eso no es seguro. Tal vez llegó mientras yo dormía y se levantó mientras yo dormía y no hizo ruido mientras yo dormía. O nunca llegó. Quién sabe. No creo que tenga un amante. Es demasiado boba para eso. Además me dice te amo. Le respondo que yo también. Entonces me abraza y me besa. Yo le acaricio la espalda, creo. Eso es el amor, supongo. Decir te quiero, abrazar, besar. Ah, y a veces nos revolcamos. No es como la rubia, pero no lo hace mal. Por otro lado, nadie es como la rubia. Yo vivía solo, en un cuarto lleno de goteras. Mientras dormía se empapaba la cama. Me asustaba. Creía que me había meado encima. Pero no, no desde aquella vez… la casa en que me hospedaba tenía un gran comedor. Nos servían una masa amorfa. Espeluznante. Pero no sabía mal. Y me llenaba el estómago. Luego no pude volver a comer sólidos. No hablaba con los otros inquilinos. Nunca supe sus nombres. Los reconocía por sus actitudes. Sus rostros se me borraban en segundos. Había uno que se dedicaba a sacarse los mocos. Creo que los pegaba debajo de la mesa. Acaso también se los comía, pero no tengo manera de probarlo. Otro se tiraba pedos. No sonaban, sólo olían. su rostro lo delataba. Yo también me tiraba pedos, pero los míos provocaban un gran estruendo. Me importaba un bledo. Además, eran menos olorosos. En una ocasión, uno de los huéspedes se me acercó, luego de la comida. Me dijo que no iba a soportar un pedo más de mi parte. Guardé silencio. Por la noche, entré en su cuarto y lo desperté con una sonora detonación en el rostro. Cuando intentó levantarse, lo molí a golpes con un palo de escoba. No volvió a molestarme. En realidad, el problema fue que me dirigiera la palabra. Nunca toleré que esos imbéciles se me acercaran. Cuando conocí a… Bueno, tal vez más tarde me acuerde de su nombre. Decía: Cuando la conocí se lamentó del lugar en el que yo vivía. A mí me gustaba. Refrescante. Me ofreció mudarme a su departamento. ¿Para qué?, le dije. No recuerdo qué contestó. Pero me convenció, supongo. De otro modo no entiendo cómo llegué a este lugar. En fin. Acepté y me largué. Además, estaba harto de la dueña de la casa. Tenía cuarenta años. o cincuenta, no estoy seguro. Se metía en mi cuarto por las noches. Yo la dejaba divertirse. A partir de la primera vez que lo hizo dejé de pagarle la renta. Nunca dijo nada. Pero no me dejaba dormir. Se metía y me toqueteaba y me lamía y se revolcaba y gemía. Un día, durante la comida, otro de los inquilinos insinuó que yo no pagaba la renta. Guardé silencio. Por la noche le hice una visita. Un chorro de orina tibia en el rostro lo despertó. Cuando iba a reaccionar, comencé a patearlo. Lo pateé hasta que dejó de moverse. Logré lo que quería: nadie me dirigía la palabra. Finalmente me fui con mi enamorada. La vieja de la casa lloró. Dijo que se le había muerto un pariente. ¡Ja! Así llegué aquí. Hay dos recámaras, una cocina-comedor, una sala y un baño. Y claro, el cielo raso. Una vez me asomé por las rasgaduras, con una linterna. Había murciélagos. No dije nada. No me molestan. Deben seguir ahí. ratas con alas. mientras no vengan a joderme… ¿En qué estábamos? Ah, sí, llegué aquí. Ella me trajo. Me da de comer, me compra ropa, a veces me baña, me talla la espalda. Me llevaba al trabajo. Ya no voy al trabajo. Supongo que eso le molesta. Pero no me echa. Con eso me basta. Y no voy al trabajo porque en el trabajo está ese tipo repugnante y el trabajo es repugnante y a mí me gusta ver el cielo raso y los murciélagos y levantarme a orinar y gemir como un cerdo y no ir al trabajo. Estaba la rubia, sí. Pero se volvió loca y llora como loca y se rasca como loca. Como una loca. Tal vez se dio un tiro. Eso espero. Al principio llamaba. Yo la insultaba y colgaba. Mi enamorada se enojaba, creo. Un día no llamó más. ¿Y ella? Supongo que se ha ido con otro. O no. El asunto es que no está. Me gustan sus vestidos rojos. Y sus medias. Pero se ha ido. Podría salir a buscarla. No. si vuelvo a hacer un esfuerzo, será para observar a los murciélagos. Chillan. murmuran. No entiendo cómo llegaron ahí. Supongo que como yo. alguien los trajo. O sencillamente despertaron ya colgados de las vigas. Cómo saber tantas cosas. Buscarla. ¿En dónde? Creo que tiene un trabajo, pero desconozco la dirección. Podría vagar por toda la ciudad hasta encontrarla y entonces… entonces… no sé. Tal vez le dé un puñetazo y le grite y le diga hija de puta dónde has estado y la suba a un taxi para volver a casa y lamerla. Revolcarnos. Como dios manda. O puedo quedarme tirado en mi cama observando el cielo raso y oyendo los cantos de los murciélagos. No sé si cantan, pero hacen ruidos. Ya me he acostumbrado. Creo que los quiero. Tal vez exagero. Siempre lo hago. El caso es que ella se ha ido y yo la amo. Porque le digo yo también y la abrazo y le sobo la espalda y le lamo el cuello y eso es el amor. Lo vi en la televisión. Y ella me ama porque me dice te amo y me abraza y me soba la espalda y me lame el cuello y eso es el amor. No hay nada que agregar. ¿Y si la hubiera arrollado un auto al venir rumbo a la casa? Tal vez haya un charco de sangre en la calle y un grupo de gente alrededor, murmurando. Pero no es distraída. Siempre mira al cruzar la calle, creo. O me ha abandonado. Pero la casa es de ella. No sería capaz de dejármela. Bah. Qué importa. Buscaré a la rubia. O no. Me buscaré a otra cualquiera que me limpie la espalda y me dé de comer. me basta con que sepa hacer sopa. La de letras es mi favorita. Me gusta ver cómo entra en mi boca el abecedario. Quiero sorber. Tendrá que aprender también la temperatura correcta a la que debe servirse una sopa. Si me quemo, se la arrojaré a la cara. Si está fría, la moleré a golpes. ¿Es eso el amor? No lo sabré hasta que sobe otra espalda y lama otro cuello. El cuello de ella sabía bien. Era salado y cálido. Tenía buen olor, creo. Memoria porosa. No sé si llegó anoche o antenoche o alguna noche. Por otro lado, ¿cuánto tiempo llevo aquí? Las sábanas amarillentas, el cielo raso, los murciélagos. Y los ácaros. De ellos no he hablado. Los vi una vez en la televisión. Son hermosos, mis pequeños compañeros. Cuando me rasco, imagino cómo se abalanzan. Devoran mi piel muerta. De otro modo viviría cubierto de polvo. me habría ahogado. Estaría muerto. Cuando estornudo, sé que son ellos, limpiando mi nariz. Lo más lamentable de la desaparición de la humanidad será la extinción de los ácaros. Cuando ella me talla, al bañarme, le pido que no se esfuerce demasiado. Sería terrible que no quedara piel para ellos. Ella... Tal vez llegue más tarde. Tal vez me dijo que volvía en un par de horas y lo he olvidado. Amor, eso es el amor. Sobar la espalda, te amo, yo también, cuello, salado, caliente, revolcarse. ¿Volvió anoche o anteayer o algún jodido día? ¿Volvió? ¿salió? ¿Estuvo aquí alguna vez? ¡Amor, ¿estás en casa?! ¡¿Estás en la cocina o en el baño o en la sala o en el otro cuarto con el primo que te visita siempre?! Bueno, de lo del primo no estoy tan seguro. Pero podría ser. Creo que ayer fue igual. Creo que sí. Despertar. Abrir los ojos. Observar el cielo raso. O en otro orden. Estirar el brazo. Tocar. sábanas amarillentas, ratas con alas, baño,ácaros, gritar, cerdo, vecinos. Llamaré a la rubia. ¿o se mató? Creo que incluso vi la noticia en el periódico.o más probablemente en la televisión, porque nunca he leído un periódico. Cómo saber tantas cosas. Mi mujer se ha ido o nunca estuvo o se fue desde siempre. Ayer la busqué, o hace cinco años, creo. ¡Pero si nos amamos! Nos decimos te amo y nos abrazamos y nos sobamos entre las piernas. Amor cuello ratas televisión orines gemido. Me despalabro. ¡¿Dónde mierda está?! La buscaré mañana o pasado mañana, después de ver algún programa de ventas observar el cielo raso oír a los murciélagos. Rubia murciélago, vecinos cerdos, amor sábanas amarillentas. Voy a buscarla. Amor ratas con alas primo del cuarto de al lado despertar ojos abrir brazo revolcarse tirarse pedos sacarse mocos rubia goteras salir gemir murmullos sangre buscar. La buscaré.

De: “Las moradas” (2017)

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