ERA UN DÍA DE ESOS
La luz apacible. Tímida. El aroma del primer café de la mañana. La contemplación del inicio de la vida en las calles del barrio.
Los sonidos familiares: la salida apresurada de la vecina con los niños. El ladrido afónico del perrillo de Carmen. El chirrido de los hilos del tendedero de la del quinto. La primera llamada para entrar al colegio de la esquina. “Do-mi-sol-do. Do-sol-mi-do”. El mismo acorde que suena en el teatro antes de comenzar un concierto. Esos momentos de soledad calmada.
Era, sí, un día de esos que apenas duraban, que se repetían escasamente. Uno de esos en los que ella no salía de casa, que gustaba de permanecer envuelta en el silencio, sin escuchar la radio, ni ver la televisión, hasta la tarde.
Un día de esos en los que la luz va dando paso a una penumbra angustiosa, lentamente, como un collar frío de perlas que ahoga el cuello, hasta que el silencio se rompe de manera abrupta con el ruido de una llave en la cerradura.
De: “Luna de perigeo”
Al verme en un lugar tan especial, rodeada de tan grandes escritores, siento una alegría inmensa y mucho agradecimiento por haberme traido hasta aqui.
ResponderEliminarGracias de nuevo. Un abrazo