DEVOCIÓN
Debajo de un árbol, frente a la casa, veíase una mesa y sentados a ella, la muerte y la niña tomaban el té. Una muñeca estaba sentada entre ellas, indeciblemente hermosa, y la muerte y la niña la miraban más que al crepúsculo, a la vez que hablaban por encima de ella.
-Toma un poco de vino –dijo la muerte.
La niña dirigió una mirada a su alrededor, sin ver, sobre la mesa, otra cosa que té.
-No veo que haya vino –dijo-.
-Es que no hay –contestó la muerte-.
-¿Y por qué me dijo usted que había?-dijo-.
-Nunca dije que hubiera sino que tomes –dijo la muerte.
-Pues entonces ha cometido usted una incorrección al ofrecérmelo –respondió la niña muy enojada.
-Soy huérfana. Nadie se ocupó de darme una educación esmerada –se disculpó la muerte.
La muñeca abrió los ojos.
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