UN CUMPLEAÑOS EN FAMILIA
Estamos en la casa de mi abuela festejando el cumpleaños de tía Alberta. A la derecha de mi tía Alberta está mi primo Pedro al que hace poco le nació el bigote, a su lado está María Mercedes que parece ser su novia. Más allá está Jacinto, también tío, que dicen es filósofo pero al que nunca le escuché decir nada, al lado su mujer, mi tía Marta, que es gorda y a veces pellizca al filósofo porque no quiere que él moje el pan en la salsa. La fuente son unos fideos preparados ayer a la tarde por la tía Miguela y según Bernardo son los mejores que ha comido en mucho tiempo. Bernardo también es otro de mis tíos, pero no es tan legítimo porque se casó con Miguela cuando ella enviudó de mi tío Franco, al que siempre recuerdan porque era muy bromista. En el extremo de la mesa, privilegiada por la luz de la ventana, está mi abuela, hoy no come porque no se siente bien, le duele un poco la cabeza y cree que es del hígado. Mi madre y mi padre le recomendaron que se cuidara. Mi madre le dijo viejita no hagás desarreglos y mi padre dijo que no quería quedarse sin suegra. Al lado de mi padre está Manuel, el hijo de Bernardo. Manuel a veces me mira como preguntándome qué pasa a lo que yo no contesto porque no sé responder a miradas. A mi lado está Beatriz, que se quedó soltera por presumida pero tiene un novio que nadie conoce. Después de Beatriz, siempre con cara de cansado está mi tío Alfonso, que trabaja en una fiambrería y hoy trajo un salame que le alabaron todos. Al lado de Alfonso está mi hermana, con un vestido verde que causó gracia. Mi hermana cuando come tiene la costumbre de levantar demasiado los codos, que es lo que molesta a mi primo Juan, que es obrero y le gusta hablar de fútbol, él le pide a mi hermana que se corra. Al lado de Juan, su hermana, mi prima Beba, que es fea pero nadie le dice nada y mira la puerta como si estuviera por entrar alguien. Inquietando a mi abuelo Ángel, quien en realidad la protege. Al lado de mi abuelo, siempre hacia la derecha, está su hermana, que vive con ellos porque se quedó sin casa o la vendió como algunos creen. Ella vuelve a servirse, va por el tercer plato y todos, un poco en broma, un poco en serio, se lo recuerdan. El que más la fastidia es Amilcar, restaurador de muebles antiguos y jugador. Ya estuvo comentando que hace mucho no acierta a la quiniela y mi abuela le dijo que por favor la terminara. Él también vive con mi abuela y ella lo reta como si fuera un chico, se casó más de una vez y mi abuelo lo desprecia, pero quiere a su hija, mi prima Fani, que según dicen sabe tirar las cartas y de eso vive, ella también está en la casa de mi abuelo, pero a veces viaja al interior a adivinar la suerte o a visitar a un hombre mayor, no sabemos. Al lado de Fani, preocupado por el clima come despacio mi tío Berto, que fue violinista y cree que lo sigue siendo, ahora está enfermo de los riñones. Mi madre cuenta que orina mal. Al lado del tío Berto está su mujer, mi tía Paula. Nadie se ríe igual que ella, le gusta tanto bailar que ya empezó a pedir que pongan música, la acompaña en el pedido el doctor Fermeto, amigo de la familia y buen médico, la salvó una vez a mi madre de morir ahogada con hueso de pollo. En realidad, el doctor Fermeto ya está retirado pero le gusta que le hagan consultas. Recién Matías, el más viejo de los hermanos de mi madre, le preguntó sobre una puntada en el vientre que le viene de noche cuando se acuesta. Como no aporta más datos, el médico le dice que deben ser los nervios. El tío Matías duda con un gesto y parece preguntarle a su mujer, mi tía Carmen, qué opina de lo que dice Fermeto. Según mi madre, Carmen nunca cuidó a Matías y él cree que ella se preocupa. Carmen dice puede ser, sin darle mucha importancia. Mi padre opina que Matías es muy ñañoso. Al lado de Carmen, vestido de deportista, está mi primo Neto y al lado de mi primo su novia, una rubia que a mí me gusta. Mi primo lo sabe y no deja de enrostrármela cuando puede. Falta poco para que los dos se vayan al club donde practican tenis. De eso hablan con Lorenzo. Lorenzo de tenis no sabe nada, es árbitro de fútbol, pero hay que ver como se esfuerza para pronunciar los detalles del juego. Lorenzo fue boxeador y al lado tiene al hermano de Neto, Marcelo. Marcelo también quiere ser boxeador por eso se le sienta al lado, su madre por supuesto se opone, dice que es para brutos. Hemingway lo fue, dice María Belén que es profesora de Lengua y Literatura y hermana de Perico, ambos hijos de Miranda, que se crió con mi madre porque lo abandonaron. Miranda es pelado y lleva en la cara las marcas del abandono, aunque a veces parece que sonriera. Es sumamente amable y nunca nadie lo vio enojado. Tanto a Perico como a María Belén los queremos como primos. María Belén dice que mi hermana escribe lindas composiciones y mi hermana se ufana y espera estos bocados para que hablen de ella. Enseguida, la esposa de Miranda, que no está tan lejos, confirma que la que escribe bien es mi hermana y hay que ver cómo mi madre le presta atención. Al lado de la esposa de Miranda está mi tío Ramón, que vende maníes en la plaza, por eso todos los sobrino–nietos chicos se le sientan al lado. Ramón siempre inventa historias que se van desdibujando a medida que empina el codo. Mi abuela le pide que no tome tanto, pero él dice que no le hace nada. Al lado de Ramón, siempre hacia la derecha y cerca de la puerta, hacen cuentas Esteban y Emilio, los dos estudian ciencias económicas y cuando una crisis nos toca son los únicos que hablan, son junto con mi prima fea la debilidad de mi abuelo, él les prometió una lapicera de oro a cada uno para cuando se recibieran. Se los ve aplicados, pero tía Alberta, espléndida y vestida de rosa, le confió a mi madre que estudian para no trabajar, pero en realidad tampoco estudian. Más allá de los chicos que se divierten con Ramón, de Esteban y de Emilio, está el antebaño, desde donde aparece Raquel, actriz envidiada por mi madre que también quería serlo. Raquel seduce a todo el mundo y fue la fantasía de más de un sobrino. Mi madre nunca la quiso y dice que ya está grande para usar ese escote. Ella se sienta haciéndose lugar cerca de su acompañante: un señor muy correcto, más joven que ella y que nos hizo reír cuando llegó porque le dijo mamá a la abuela. La abuela lo tomó bien, pero el abuelo lo miró serio y después le preguntó a Raquel si su amigo era homosexual. Mis abuelos están curados de Raquel, aunque cuando ella tenía dieciocho años la echaron de la casa. Al lado del acompañante de Raquel, que creo se llama Roberto y mi prima Mirta le dice Ruperto, está Mirta, que es hermana de Esteban y estudia medicina. Mirta tuvo un accidente en el brazo derecho, parece que se resbaló bañándose. Ahora está enyesada y todos quieren escribirle el accidente. Ella es la más simpática de mis primas y come poco, dice que está a dieta pero es flaca. A su lado el único hermano vivo de mi abuelo, Mario, que a veces se levanta para traer lo que falta en la mesa y por suerte todavía no contó esa anécdota de la guerra en la que comía ratas. La abuela pide que abran un poco la ventana porque algunos empezaron a fumar. De la otra mesa, donde están los familiares del esposo de mi tía Alberta, piden que traigan la torta. El hermano de mi abuelo dice que él no se levanta más, que ya está viejo y me apunta a mí, que también estoy cerca de la cocina. Mi madre me dice al oído que a mí no me corresponde. En esa discusión callada interviene también Peralta, esposo de tía Alberta, al que llamamos por el apellido porque así lo llaman en la seccional de policía donde trabaja. Mi tío Peralta se ufana de tener treinta años de servicio y ningún rasguño, entre nosotros sabemos que con lo gordo y miedoso que es, es imposible que alguna vez haya trabajado. Siguen pidiendo la torta, tía Alberta se ofrece y todos le decimos que no, pero a la vez nadie quiere levantarse porque conocemos cuánto pesa esa torta. Guillermo, que está al lado de Mario, se ofrece. No sé quien es Guillermo, ni quién lo invitó. A su lado están Ramiro, Ángel, María Gracia, Juan Alberto, Carlos, Katty, Miguel, Ignacio, Lisandro, Silvia, Mabel, Magdalena, Riquelme y Saviola, que son lo que aplauden cuando llega la torta con las velas encendidas.
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