Creada en la Ciudad de General Alvear, Provincia de Mendoza, en el año 1935.

sábado, 9 de noviembre de 2013

PARA COMPARTIR: OLGA OROZCO (Toay, La Pampa, 1920 – Buenos Aires, 1999)

GÉNESIS

No había ningún signo sobre la piel del tiempo.
Nada. Ni ese tapiz de invierno repentino que presagia las
[garras del relámpago quizá hasta mañana.
Tampoco esos incendios desde siempre que anuncian una
[antorcha entre las aguas de todo el porvenir.
Ni siquiera el temblor de la advertencia bajo un soplo de
[abismo que desemboca en nunca o en ayer.
Nada. Ni tierra prometida.
Era sólo un desierto de cal viva tan blanca como negra,
un ávido fantasma nacido de las piedras para roer el sueño
[milenario,
la caída hacia afuera que es el sueño con que sueñan las
[piedras.
Nadie. Sólo un eco de pasos sin nadie que se alejan
y un lecho ensimismado en marcha hacia el final.
Yo estaba allí tendida;
yo, con los ojos abiertos.
Tenía en cada mano una caverna para mirar a Dios,
y un reguero de hormigas iba desde su sombra hasta mi
[corazón y mi cabeza.
Y alguien rompió en lo alto esa tinaja gris donde subían a
[beber los recuerdos;
después rompió el prontuario de ciegos juramentos heridos
[a traición
y destrozó las tablas de la ley inscritas con la sangre
[coagulada de las historias muertas.
Alguien hizo una hoguera y arrojó uno por uno los fragmentos.
El cielo estaba ardiendo en la extinción de todos los infiernos
y en la tierra se borraban sus huellas y sus pruebas.
Yo estaba suspendida en algún tiempo de la expiación
sagrada;
yo estaba en algún lado muy lúcido de Dios;
yo, con los ojos cerrados.
Entonces pronunciaron la palabra.
Hubo un clamor de verde paraíso que asciende desgarrando
[la raíz de la piedra,
y su proa celeste avanzó entre la luz y las tinieblas.
Abrieron las compuertas.
Un oleaje radiante colmó el cuenco de toda la esperanza aún
[deshabitada,
y las aguas tenían hacia arriba ese color de espejo
[en el que nadie se ha mirado jamás,
y hacia abajo un fulgor de gruta tormentosa que mira desde
[siempre por primera vez.
Descorrieron de pronto las mareas.
Detrás surgió una tierra para inscribir en fuego cada pisada
[del destino,
para envolver en hierba sedienta la caída y el reverso de cada
[nacimiento,
para encerrar de nuevo en cada corazón la almendra del
[misterio.
Levantaron los sellos.
La jaula del gran día abrió sus puertas al delirio del sol
con tal que todo nuevo cautiverio del tiempo fuera
[deslumbramiento en la mirada,
con tal que toda noche cayera con el velo de la revelación a
[los pies de la luna.
Sembraron en las aguas y en los vientos.
Y desde ese momento hubo una sola sombra sumergida en
[mil sombras,
un solo resplandor innominado en esa luz de escamas que
[ilumina hasta el fin la rampa de los sueños.
Y desde ese momento hubo un borde de plumas
[encendidas desde la más remota lejanía,
unas alas que vienen y se van en un vuelo de adiós a todos
[los adioses.
Infundieron un soplo en las entrañas de toda la extensión.
Fue un roce contra el último fondo de la sangre;
fue un estremecimiento de estambres en el vértigo del aire;
y el alma descendió al barro luminoso para colmar la forma
[semejante a su imagen,
y la carne se alzó como una cifra exacta,
como la diferencia prometida entre el principio y el final.
Entonces se cumplieron la tarde y la mañana
en el último día de los siglos.
Yo estaba frente a ti;
yo, con los ojos abiertos debajo de tus ojos
en el alba primera del olvido.

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