NOCHE DE TRAMPA
Con la complicidad de la luna, el jardín se vistió de perlas. Una orquesta de violines camuflados entre las hojas tocaba sinfonías antojadizas y, bajo su influjo, bailamos la noche entera. Ella y yo, yo y ella; alma contra alma en la romántica espesura de los sueños. Ella me abrigaba entre sus pechos desnudos, mientras yo apoyaba mi cabeza en su hombro desmembrado; y cruzando mis brazos por detrás de su cintura, le sostenía el ropaje que se deslizaba por su piel húmeda. Así, amarraditos, nos sorprendió la aurora. Presurosos volvimos a ocupar nuestros lugares: ella en la fuente, y yo, al pie del muérdago que trepa la muralla.
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