EL DRAMA DE UN LÁPIZ
Después de comprarlo le dijo que juntos escribirían una historia, la primera de varias, y él esperó pacientemente el momento en que se habrían de poner a trabajar, mas éste no llegaba. Un día, el cajón donde estaba guardado quedó entreabierto. Se asomó, y se dio cuenta de que aquel joven escribía sin necesidad de lápices o borradores: usaba una computadora. En ella guardaba las historias, escritas en papel cibernético, las cuáles modificaba cuantas veces quisiera, sin dejar manchones, y escribía mucho más rápido que si lo hiciera a mano. El lápiz se hundió en el cajón, con su cabeza aún intacta por el sacapuntas, y comenzó a llorar. Su cilíndrico corazón estaba roto. Al día siguiente el joven, mientras buscaba algo, descubrió junto al lápiz manchas de grafito, como si fuera tinta que se había escurrido de una pluma.
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