Escenario
Los mendocinos que les escriben a los más chicos
Las obras de autores locales que han publicado este año nos hacen preguntar por la vitalidad de este género en Mendoza. Diario Uno - 15-09-2012
Fernando Toledo - fgtoledo@diariouno.net.ar
¿Es esto un brote de verde en el árido terreno o un jardín, aunque pequeño, ya floreciente? No, no estamos mirando por la ventana y contando cómo se nos aparece nuestro patio. Estamos preguntándonos por la literatura para niños y jóvenes escrita por mendocinos.
La edición, este año, de al menos cuatro libros firmados por autores de este lado del mundo y que se suman a una estela de otros libros y otras firmas nos permite aventurarnos en la pregunta acerca de si existe ya, con señas de estilo, un cuerpo literario reconocible y pujante.
Sucede que estamos ante un género extraño, al menos para ojos mendocinos. Es, por un lado, en un contexto histórico en el que pareciera hay cada vez menos lectores, la literatura que más libros vende. Ciertamente, los libros destinados a niños y jóvenes son los que mejor le sientan a las arcas editoriales, lo cual, en cierto modo, permite ilusionarse con un futuro menos ciego a las letras encuadernadas (o, en todo caso, puestas en PDF para leer en la tablet).
Pero, por otra parte, la literatura para niños y jóvenes no es la que más ha llamado la atención a los académicos locales para estudiarla ni la que más difusión tiene en los medios.
Por eso es que la publicación de Juan de este mundo, de Marisa Pérez Alonso; de Chicos de terror, de Fabián Sevilla; de Vacaciones fantásticas, de Emilio Fernández Cordón o, por supuesto, el gran fenómeno editorial que representó la edición de Relatos de los Confines: Oficio de búhos, de Liliana Bodoc, justifica sobradamente la pregunta acerca de si este género goza de cierto auge entre las plumas locales. “Puede que sí”, considera Fernández Cordón, “puede haber un auge, pero este género tiene menor difusión que la literatura para adultos”.
Para Marisa Pérez Alonso, el fenómeno es notable más bien a nivel general que local. “Creo que la literatura para niños y jóvenes disfruta de una atención de editores, libreros y difusores culturales que años atrás no tenía”, dice la también autora de De la luna y otros monstruos. “En Mendoza hemos tenido buenos e importantísimos autores de literatura siempre. Y las acciones por la difusión de dichas obras pasaban por el mejor o peor desempeño y esfuerzo que podía hacer el autor”, considera la profesora de Letras.
Fabián Sevilla, quien destaca por lo prolífico (sólo este año han aparecido unos nueve libros con sus textos), considera sin embargo que aún no ha tomado cuerpo entre los autores mendocinos la literatura para este público. “No creo que se pueda hablar de apogeo por la cantidad y calidad solamente. Hace falta que los autores mendocinos, en general, puedan ingresar en un canal que les asegure la llegada masiva a más lectores”, dice. Pero, junto con esa realidad, Sevilla dice que aún resta la incursión de los autores en todos los géneros posibles: “¿Quién publica poesía o teatro para chicos y jóvenes en Mendoza? ¿Y novelas para chicos de 8 a 10 años, por ejemplo? ¿Existe un certamen local para producciones de literatura infanto-juvenil que como premio incluya la publicación y distribución en las librerías?”, se pregunta.
La que parece cerrar el círculo de todo lo que hace falta es Liliana Bodoc. La autora no sólo es la más destacada escritora mendocina de literatura infantil y juvenil, sino que su calibre excede las fronteras locales e, incluso, trasciende los géneros, ya que sus libros aparecen entre los más vendidos, cualesquiera sean los otros que el público elija.
Y es ella la que adelantó, no hace mucho, que está “trabajando en poesía para los chicos. Es la primera vez que lo hago y estoy viendo qué se puede hacer. No será para chicos chiquititos, sino para más grandes”.
Como fuere, los brotes empiezan a llamar la atención. Tanto es así que ya desde la Facultad de Filosofía y Letras de la UNCuyo se está trabajando en los autores locales de este género. Brenda Sánchez, licenciada en Letras, está de hecho investigando sobre la producción local y, además, preparando desde hace cuatro años una antología que será financiada por el Fondo Nacional de las Artes. “Incluye 18 autores y no sólo de literatura, sino también a historietistas”, adelanta. Y repasa algunos nombres que nos permiten imaginar una especie de canon, al menos provisorio, si se permite el oxímoron: “Aparecen Liliana Bodoc, Fabián Sevilla, Marisa Pérez Alonso, Beatriz Di Massi, Teresita Saguí, Alejandro Frías, Dionisio Salas Astorga, Luis Villalba, Damián Pérez Santo, Chanti y Jorge Sosa y Ricardo Cangialosi, estos últimos por Chapeca y Cuzquito, que publicaba el diario Los Andes en los ‘80”.
Para Brenda es evidente que hay algo de qué hablar cuando de autores de literatura para niños y jóvenes escrita en Mendoza se trata. “Pareciera que hay al menos dos líneas”, ensaya la especialista: “Por un lado están los autores que ya están publicando a nivel nacional y por otro los que escriben para una difusión local”.
Hecha esa línea, lo que la licenciada en Letras advierte es que hay “virtudes y defectos en ambos sectores, ya que en la literatura de gran difusión aparece un trabajo más depurado pero al mismo tiempo parece que hubiera una menor libertad en los temas a tratar. En cambio, en la otra, si bien hay temas locales, por ejemplo, también se nota en algunos escritores la falta de profesionalización”.
Brenda Sánchez estima que a pesar de que la literatura infantil en la Argentina “es una mina de oro para editoriales, porque es la que más se vende”, hay una chatura (con excepciones) en la generalidad. “El público al que está dirigida esa literatura es sencillo de tipificar: un chico porteño de unos 13 años”, asegura.
En este sentido, así como hay escritores como Fernández Cordón a los que no los desvela contar sobre el lugar que los rodea, sino “una buena historia”, Sevilla y Pérez Alonso lo consideran fundamental. Marisa asegura no poder “hacerlo de otra forma. Amo a Mendoza y a mi país y siento como una necesidad difundir sus modos, sus costumbres, su imaginario, que es el mío también”.
En tanto, el autor de La calesita voladora ejemplifica esa preocupación contando que muchos de sus cuentos “suceden en sitios de Mendoza y los personajes usan un registro lugareño”. “Una novela mía, llamada Terror en el viaje de egresados, ocurre en la Caverna de las Brujas y me causa gracia porque los lectores de otras provincias piensan que es un lugar imaginario”, dice.
Lo cierto es que consolidada o no, difundida fuera de nuestras fronteras o tierra adentro, la literatura para niños y jóvenes de a poco se hace visible. Y eso que vemos, en buena medida, depende de los lectores, o sus padres, para que nos llene la vista o nos dé el mismo placer que un jardín florido.
DIARIO UNO - Mendoza - Sábado 15 de Septiembre de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario